Tres joyas del Museo Nacional para descubrir la cultura indígena | El Nuevo Siglo
“Ensamble Kite Kiwe”, compuesto por una vasija que simboliza el plan de vida y un khaabu o bastón de mando perteneciente al Sa’th Ne’jwesx Jerson Acosta.
Foto cortesía
Martes, 11 de Enero de 2022
Redacción Cultura

Las luchas de los pueblos indígenas colombianos por mantener vivas las tradiciones que rigen sus vidas y su fortaleza al mantenerse en pie a pesar de los conflictos del país son algunos de los vestigios que se pueden descubrir en los diálogos que ofrecen diferentes piezas del Museo Nacional de Colombia en sus colecciones.

Desde hace algún tiempo, con la apertura de nuevas salas, e incluso desde los primeros años de inauguración del Museo, este centro cultural, entre otras misiones, se ha empeñado en darle visibilidad a la historia ancestral del país, garantizando que las comunidades indígenas tengan voz y los objetos que las representan narren sus pasos de vida.

“El Museo tiene cuatro colecciones: arte, historia, etnografía y arqueología. La colección de etnografía empezó siendo sobre objetos relacionados con los pueblos indígenas. Parte de esa colección viene del siglo XIX, de gente que empezó a pensar científicamente en la historia de los pueblos indígenas y algunos coleccionistas hicieron llegar esos objetos que ellos consideraban, en ese entonces, importantes para que estuvieran en el Museo”, le contó en entrevista a EL NUEVO SIGLO Andrés Góngora, curador etnográfico del Museo Nacional de Colombia.

Para acercarse a esta historia de los pueblos indígenas del país de una forma sencilla, Góngora brinda una guía para recorrer tres piezas clave, ubicadas de las diferentes salas de la institución.

“Barco de los espíritus”

El primer objeto que destaca el curador es este buque en balso fabricado por los indígenas del pueblo wounaan, o emberá, como se reconocía anteriormente, el cual se podrá encontrar en “Ser territorio”, una de las salas renovadas del museo que abrió sus puertas en el 2018.

El pueblo wounaan es uno de los diferentes pueblos emberá que habitan el Pacífico colombiano que coexisten con las comunidades afrocolombianas desde siglos atrás. Adicionalmente, viven a orillas del río San Juan entre los departamentos del Chocó y Valle del Cauca.

Esta comunidad suele designar a un jaibaná, un hombre sabedor, que aprende en sueños a comunicarse con otros mundos y con los seres espirituales llamados jaïs. El jaibaná construye un buque de balso tripulado por figuras antropomorfas armadas que representan ancestros y lo cuelga en el techo de su casa mientras aprende a cantar y a comunicarse con ellos. Conforme va adquiriendo mayor sabiduría estos ancestros acuden a su llamado.

“A pesar de que ya no se usan tanto como antes, son una muestra material de lo que fueron en el pasado todas esas tecnologías de curación de los pueblos indígenas. Sin embargo, el jaibaná sigue siendo una institución muy importante en los pueblos wounaan y los emberá porque es un médico que se encarga de armonizar también todos los problemas ecológicos, espirituales, ambientales y de salud que ocurren en los pueblos indígenas del Pacífico”, explicó Góngora.



“Ensamble Kite Kiwe”

Pero el Museo no solo resguarda piezas del pasado, “también tenemos piezas recientes que hablan de lo que pasa hoy con los pueblos indígenas en este momento. Por ejemplo, con los pueblos indígenas del Cauca”, comentó el curador.

Lo que le da lugar al segundo objeto clave: el “Ensamble Kite Kiwe”, el cual está compuesto por una vasija que simboliza el plan de vida Kite Kiwe, hecha en cerámica, y un khaabu o bastón de mando perteneciente al Sa’th Ne’jwesx Jerson Acosta.

A mediados del siglo XX nuevos pobladores llegaron a la región del alto río Naya, entre los departamentos del Cauca y Valle del Cauca, al suroeste de la cordillera Occidental. Varios de ellos, pertenecientes al pueblo nasa, habían abandonado los municipios del norte del Cauca huyendo de la violencia y del terraje. Según los mayores, para habitar esa selva húmeda debieron “mandar levantar una gran nube” porque “las montañas estaban celosas con tanta gente extraña”.

En abril de 2001, las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) ingresaron al territorio y asesinaron sistemáticamente a 27 personas, forzando el desplazamiento masivo de los pobladores. Después de esta masacre, indígenas nasa y campesinos de variado origen decidieron construir un nuevo proyecto de vida en el norte del Cauca. En 2004, tras una ardua batalla jurídica, fundaron en el municipio de Timbío el cabildo indígena nasa Kite Kiwe.

Dicho territorio colectivo fue reconocido como resguardo en 2017. Por eso, el ensamble expuesto en el Museo simboliza el gobierno propio, así como el plan de vida de los pueblos indígenas para construir territorio y el camino hacia la paz.

La vasija fue uno de los pocos objetos que le quedó a la comunidad cuando salieron de su territorio; de aquí que el Museo quisiera resguardar esta pieza original, lo cual no fue posible debido a que era una herencia invaluable para los nasa. Sin embargo, realizaron una nueva que cuenta con la decoración de los niños del resguardo indígena para contar su historia, la cual se encuentra en la sala “Hacer sociedad”.

Este objeto actualmente contiene arena de río y el bastón que perteneció a una autoridad política, Jerson Acosta, quien fue asesinado el 19 de abril de 2017. La olla exhibe los principales símbolos identitarios del resguardo.

Obra de Juan Bautista Ussa

Para finalizar este recorrido, Góngora recomienda conocer la obra del guambiano o misak Juan Bautista Ussa, quien murió a finales del siglo XX, y se dedicó a pintar las tradiciones del pueblo misak durante varios años.

“Su obra es muy significativa porque ahí se van a contar muchas de las funciones esenciales de la cosmología misak”, describió el experto.

El pueblo misak o guambiano se denomina como los hijos del agua y del arcoiris. Las lagunas, páramos, aguaceros y ríos son fundamentales en su mundo. Esta comunidad tiene un ancestro denominado Pishimisak, que vive en el páramo y es el dueño de todo. Este ancestro se aparece en los sueños e indica cómo curar a las personas y da señas que pueden ser interpretadas por los moropik, los sabedores tradicionales.

A través de la piedra del rayo, Pishimisak le indicó al taita Juan Bautista Ussa Ulluné que pintara para plasmar la relación de los guambianos con los seres del agua y la vida cotidiana.

Las pinturas de este guambiano fueron coleccionadas por muchos años por el antropólogo Luis Guillermo Vasco, quien las donó al Museo para exhibir en una muestra que tuvo lugar hace tres años. Esta colección de piezas se podrá encontrar en la sala recientemente inaugurada “Ser y hacer”. “En estas pinturas se habla de la vida cotidiana de los misak y de su lucha política por la recuperación de la tierra y la cultura”, señaló Andrés.