Colombia de encanto: un propósito de país | El Nuevo Siglo
Jueves, 6 de Enero de 2022

Enseña la historia que el avance de las sociedades depende de la capacidad que tengan para materializar sueños colectivos. También que los gobiernos menos democráticos son expertos en construir mitos, fundamentalizar la ideología y posicionar apuestas de mejora social.

El luto de once días impuesto en diciembre por Corea del Norte, en memoria del padre del gobernante, es un ejemplo del alcance invasor y totalitario de esos regímenes. Frente a ellos, las democracias de la región deben vacunarse contra las autocracias, previniendo que las voluntades de quienes gobiernan se asuman como ley.

Ello implica prevenir hábitos personalistas de gobierno, evitar propuestas mesiánicas y abrir el gobierno con plena transparencia.

La situación actual de Latinoamérica, con las secuelas del covid-19, y las perspectivas nacionales, colocan de presente la enorme potencialidad de Colombia.

No obstante, el país ha dejado pasar oportunidades históricas de unirse en torno a un propósito que convoque a todas sus fuerzas vivas y genere un modelo de desarrollo propio y sostenible. La más reciente de ellas fue el acuerdo de paz con las exFarc, que lastimosamente ahondó brechas sociales y políticas, desviando el interés frente a temas de futuro.

Dos aspectos son claves para avanzar con firmeza en dirección transformadora. Diálogo social, generoso y permanente, y definición de una visión estratégica de país. Más allá de reformas legales y de mejorar la infraestructura, se requiere confianza para proyectar y apropiar un referente colectivo que comprometa y en el que quepan todos, para materializar un ambicioso modelo socioeconómico de nación.

Pensar en grande, con creatividad e innovación, es esencial. Con las potencialidades turísticas de las dos costas marítimas, por ejemplo, aún es poco el avance en inversión y gestión estatal en ese frente, lo que contrasta con el desarrollo de México y República Dominicana en la materia, como resultado de esfuerzos de décadas, compromiso político y amplia inversión.

Pese a que se han dado avances aislados, como territorialmente se resalta en casos como Atlántico o Cundinamarca, aún está lejos la sociedad de creer en sus potencialidades y de empeñar sus esfuerzos en una dirección estratégica común e inequívoca.

El reto para el 2022, más allá de elegir gobierno y legislativo por cuatro años, es identificar un proyecto de país para al menos una década y definir la ruta de trabajo para que bajo un fortalecido esquema democrático y deliberativo, se definan las responsabilidades de lo público y lo privado, y la razonable interacción entre el Estado y el mercado.

Expresiones comunes como que “Cundinamarca no es Dinamarca” al momento de justificar la indisciplina social que reina, han hecho mucho daño. Cada sociedad es diferente, pero todas tienen la capacidad de definir por la Política su futuro, como lo expresan Robinson y Acemoglou, con grito libertario.

La ausencia de nuevas y ambiciosas ofertas turísticas y culturales en un escenario histórico de América como Cartagena, es reflejo de frustración frente al futuro promisorio que sería propio del país. Para la pospandemia es preciso pensar y actuar diferente.

Se expresa en chiste que el Creador legó todas las riquezas a Colombia y luego asignó a los colombianos para que la habitaran. Quizá sea el momento para trascender la broma y consolidar una cruzada por disciplina cívica y por un sueño colectivo de grandeza.

A lo mejor como en la película familiar de Encanto, que resalta tradiciones nacionales, sea la oportunidad para reconocer que el don no viene de fuera, sino que está en el propio ser y que se requiere compromiso individual y colectivo para realizar desde ya un mejor futuro común.