Por: Carlos Arévalo*
AUNQUE esta semana es difícil hablar de otra cosa distinta a ISIS, Paris, las eliminatorias y la selección Colombia, a nivel político es importante resaltar que hoy se vivirá una jornada electoral sin precedentes en el país austral, que debe ser observada con detenida atención por el resto de países suramericanos, teniendo en cuenta las repercusiones que podría tener en el mapa político regional.
El pasado 25 de octubre, mientras los colombianos seguíamos con especial cuidado el triunfo del vicepresidente Vargas Lleras en nuestras elecciones regionales, los argentinos obligaban en las urnas al desarrollo de una segunda vuelta entre el candidato del Kirchnerismo, Daniel Scioli, y el líder de la oposición, Mauricio Macri, hecho nunca antes visto en la historia democrática de esa nación.
Aunque la figura del ballotage, como es conocida popularmente en Argentina la segunda vuelta, fue instaurada en la reforma Constitucional de 1973, nunca antes ha sido puesto en práctica, ya sea por el reemplazo de la elección popular directa por el modelo norteamericano de sufragio indirecto con la implementación del Colegio Electoral Argentino, o porque aun cumpliéndose los requisitos para una segunda vuelta, uno de los candidatos renunciaba a ella, caso que se presentó en el 2003, cuando Carlos Menem dimitió ante la fórmula Néstor Kirchner – Daniel Scioli.
El principal objetivo de la coalición opositora de Macri que agrupó varios sectores políticos bajo las banderas de la alianza Cambiemos, era lograr llegar a una segunda vuelta, tarea que no era fácil, pues el ballotage argentino no respeta la regla general, como la usada en nuestro país, de no ir a segunda vuelta si un candidato obtiene más del 50% de la votación, sino que los artículos 97 y 98 de su Constitución –reformada en 1994- prevén que se proclama Presidente quien tiene el 45% de los votos, o quien saca más del 40% de los sufragios con una ventaja de más de 10 puntos porcentuales sobre el segundo candidato. Scioli obtuvo una votación del 37% mientras Macri logró su objetivo con un 34% de la votación en los comicios de octubre.
Pero lo más relevante del proceso electoral argentino, no es la aplicación por primera vez en su historia del ballotage, no por lo menos desde una perspectiva regional, lo realmente interesante que merece la atención de los suramericanos, es que por primera vez en 12 años puede llegar a la Casa Rosada un huésped que no tenga el apellido Kirchner o relación con el mismo, y lo que resulta aún más trascendental, si las encuestas que aventaja Macri se cumplen, por primera vez en muchos años se derrotaría en las urnas al candidato del oficialismo, fenómeno que no se ha podido presentar en ninguno de los países cercanos al modelo político impulsado por Hugo Chávez. Ni en Venezuela, ni en Ecuador, ni en Bolivia, ni en la misma Argentina esto ha sucedido hasta hoy.
Si llegase a ganar Macri las elecciones presidenciales argentinas que se celebran hoy, el mensaje que se enviaría a la región es que el oficialismo si puede ser derrotado con votos. De ganar Scioli, se confirmaría la máxima imperante hasta ahora, según la cual no hay mayor fuerza política que la maquinaria del Gobierno de turno.
Aunque no es mucho el espacio que los candidatos han dedicado a los temas de política exterior, lo poco que han dicho o dejado de decir, los desmarca radicalmente en temas centrales para Sur América. Así, en el debate presidencial del pasado 15 de noviembre, Mauricio Macri tuvo un fuerte pronunciamiento frente a la situación de Venezuela, distanciándose del manejo de las relaciones que hasta ahora ha tenido el gobierno de Cristina Fernández. Sobre este punto afirmó el candidato de la oposición:
“Pero yo quería decirte [responde Macri a Scioli], yo estoy comprometido con fortalecer la democracia, con acompañar lo que viene pasando en el mundo y en Latinoamérica. La democracia es un compromiso de vida con la libertad, con los derechos. Yo quiero saber, porque yo estoy comprometido, y en caso de ser electo presidente, el 11 de diciembre voy a pedir, dados los abusos que han habido en Venezuela, los presos políticos que hay y la participación de militares en el gobierno, que se ejerza la cláusula democrática suspendiendo a Venezuela. Quiero saber si vos te comprometés a lo mismo.”
Scioli, guardó silencio y evito hablar del tema.
La tarea del próximo Presidente de Argentina no será fácil, tendrá que afrontar una economía inestable en la que todavía ronda el fantasma de la cesación de pagos (default) del 2002 y en el que los niveles de inflación cercanos al 15% han generado desconfianza. Pero sin duda, de ganar las elecciones el candidato contrario a los afectos del gobierno de Cristina Fernández, se genera un precedente que puede encontrar efectos reflejo en otros países de la región. Adicionalmente, con Macri Nicolás Maduro perdería uno de sus gobiernos aliados, incluso ganándose, según sus declaraciones, un fuerte contradictor.
En todo caso, hoy habrá que seguir con atención el proceso electoral en Argentina, el cual puede convertirse en un punto de inflexión para los procesos democráticos de Suramérica, y de ganar Mauricio Macri, habrá que esperar al 11 de diciembre, para ver si por primera vez un Jefe de Estado toma acciones directas para hacer respetar los principios democráticos en el Hemisferio.
*Profesor de la maestría en Derecho Internacional de la U. de La Sabana