EL DIRECTOR de la compañía de lápices Faber-Castell, líder mundial del sector con una producción de 1.800 millones de unidades anuales, el Conde Anton Wolfgang Graf von Faber-Castell, murió a los 74 años. Esta empresa alemana data desde mediados del siglo XVIII.
La empresa, que comenzó sus actividades en 1761 como taller de carpintería, comunicó que "el conde de Faber-Castell" murió en Houston, Estados Unidos. Según consignan medios alemanes, a pesar del éxito y la consolidación de la compañía, nunca dejó de pisar terreno firme ya que siguió trabajando, incluso cuando ya estaba en edad de jubilarse, para mantener los estándares y el historial de éxito.
A través de un comunicado, la firma indicó que fue "un empresario emblemático y altamente valorado no solo por ser líder, sino por ser un ejemplo de ser humano".
Anton Wolfgang Graf nació el 7 de junio de 1941 en Bamberg, estudió en una escuela suiza y concluyó sus estudios universitarios de Derecho en Zúrich. Trabajó durante seis años en el sector financiero en Londres y Nueva York y después se incorporó a la empresa familiar.
Formaba parte de la octava generación de la firma y asumió la presidencia luego de la muerte de su padre, Roland Graf von Faber-Castell, en 1978. En la actualidad, el grupo Faber-Castell tiene presencia en más de 100 países, mantiene 16 plantas de producción, 20 sociedades de distribución, agentes en 120 países y más de 6.000 empleados a nivel mundial.
Los antecesores directos de los modernos lápices surgieron en el siglo XII, con los llamados "lápices de plata", en realidad hechos con una aleación de estaño y plomo y que utilizaron artistas como Leonardo da Vinci, Alberto Durero y Jan van Eyck.
La historia del lápiz moderno comenzó a mediados del siglo XVI con el descubrimiento en Cumberland (Inglaterra) de yacimientos de grafito y el invento de las pequeñas cubiertas de madera que muy rudimentariamente aseguraban las barritas cortadas de ese mineral.
Por aquellas épocas los artesanos de Nuremberg comenzaron a purificar el grafito que se producía en las zonas mineras de Baviera.
Los carpinteros de esa ciudad fueron los primeros artesanos que alrededor de 1660 estaban en condiciones técnicas de producir los engastes de madera para los grafitos que recibían de los cortadores de albayalde (carbonato básico del plomo).
A partir de 1700 los fabricantes de lápices se independizaron del monopolio de los carpinteros en ese sector artesanal, surgiendo así nombres de familias como los Staedtler y los Faber, cuyas marcas de instrumentos de escritura y dibujo han llegado hasta nuestros días.
El modesto taller familiar de Kaspar Faber, fundador de la dinastía, comenzó a producir lápices en 1761 ante las puertas de la ciudad de Nuremberg. La industrialización llegaría menos de un siglo más tarde.