Los cambiosen los flujos de entrada y salida en cuanto al abastecimiento y la disposición del agua, el consumo de alimentos y los requerimientos energéticos de la ciudad son las grandes preocupaciones para el año 2025.
Así lo revela una investigación que tuvo el apoyo de la Universidad Nacional y la Universidad Central, el director del Departamento de Ingeniería Ambiental de esta última, Cristian Díaz Álvarez, dio a conocer los resultados “Metabolismo de la ciudad de Bogotá, D.C.: una herramienta para el análisis de la sostenibilidad ambiental urbana”.
En este trabajo, el especialista en manejo integrado del medio ambiente y magíster en medio ambiente y desarrollo evidencia serios inconvenientes que se le avecinan a la ciudad con respecto a la entrada y salida de agua, energía y alimentos.
La investigación abarca dos periodos de tiempo: desde la fundación de Bogotá (1538) a la fecha y su proyección al año 2025. En ese sentido, contempla seis contextos históricos que han marcado las dinámicas y las estructuras de consumo de los recursos en la capital; la fundación, la colonia, el periodo republicano, el Bogotazo, el crecimiento urbano del siglo XX y la ciudad extendida del siglo XXI, cuando se da un reconocimiento de la ciudad-región.
Del mismo modo, conceptúa sobre la ciudad como organismo vivo, ya que no solo una urbe se funda y crece indefinidamente; también puede llegar al término de su existencia luego de un colapso progresivo o vertiginoso, inducido por un trastorno ecológico deliberado o impremeditado.
El estudio del metabolismo de la capital colombiana, en el contexto económico y político y en relación con la dinámica poblacional, permitió conocer el profundo cambio e incremento de los flujos de agua, alimentos, combustible y energía (eléctrica y liberada por la combustión). La medición de estos flujos, de los años 1980 a 2010, muestra que el consumo total y per cápita de alimentos y energía se ha incrementado durante los últimos treinta años.
En cuanto al agua, ésta se mantuvo constante debido a las restricciones de abastecimiento de 1997 y a la implantación de instrumentos directos e indirectos de política pública. No obstante, la enorme demanda, el consumo y la pérdida de este líquido en Bogotá son señales de alerta de riesgo por desabastecimiento, situación que ha sido persistente en la historia de la ciudad.
Para el año 2025 se espera que el consumo total y por habitante, en todos los elementos de estudio (agua, energía y alimentos), se incremente, lo que definiría condiciones de alta presión sobre la infraestructura urbana y los alrededores y expondría a Bogotá a un riesgo de desabastecimiento que puede llevarla al colapso. El panorama calculado en quince años es crítico y no vaticina condiciones ambientales favorables tanto para la ciudad como para los sistemas naturales y productivos de soporte. Es así como, por ejemplo, preocupa que, en 2025, la ciudad albergará más de 12 millones habitantes sin que se tengan fuentes nuevas o alternas de agua. Se debe recordar que Chingaza aporta el 80% de agua a la ciudad. En cuanto al consumo de energía, la capital colombiana pasará de 10.236 GW, en 2010, a 15.500 GW, en 2025.