Año de la Fe para reeditar el Concilio Vaticano II | El Nuevo Siglo
Sábado, 6 de Octubre de 2012

Papa  convoca mañana a los obispos a buscar medios para una "nueva evangelización", en un momento en el que los cristianos son víctimas de discriminación en varias regiones del mundo.

Para conmemorar el medio siglo del Concilio Vaticano II, una ruptura histórica de los dos mil años del cristianismo,  y bajo esa óptica dar un nuevo impulso a la Iglesia, el papa Benedicto XVI convocará, este jueves, a un magno evento: el Año de la Fe.

El 21º Concilio de la historia abrió una institución inmóvil a las realidades del mundo y permitió un "aggiornamento" ("modernización") sin precedentes de la Iglesia, según el término elegido por la persona que lo convocó, el "Papa Bueno" Juan XXIII, ahora beato (paso previo a la santidad).

Dirigido por Juan XXIII y después por Pablo VI, el Concilio trajo consigo varios cambios considerados unánimemente como históricos, entre ellos la misa en lenguas vernáculas, la libertad religiosa, la colaboración con otros credos cristianos o el respeto absoluto de otras religiones, en primer lugar del judaísmo, con el objetivo de poner fin a la "enseñanza del desprecio".

Cincuenta años después de la apertura de este gran encuentro que reunió a 2.251 Obispos en Roma, hoy la Iglesia está en crisis: desafecto masivo, dificultades en la transmisión del mensaje evangélico, aparición de antiguos y nuevos escándalos (corrupción, pedofilia), crisis vocacional.

Las corrientes conservadoras de la Iglesia atribuyen esta hemorragia a una mala interpretación del Concilio. Para ellos, se dejó de hablar de Dios en el catecismo y la religión ya no es correctamente enseñada.

De la misma manera, la libertad religiosa y el diálogo con otras religiones indignan a los tradicionalistas "lefebvristas", que hoy están en negociaciones para reconciliarse con Roma.

Al otro extremo, de Austria a Estados Unidos, clérigos progresistas formados posteriormente al Concilio acusan a Roma de haber dado marcha atrás, al rechazar diversas reformas conformes a los cambios sociales, como el matrimonio de los sacerdotes o la ordenación sacerdotal de las mujeres.

Regreso al origen

"Vaticano II sigue siendo la única base sobre el cual la Iglesia puede establecer su relación con la sociedad contemporánea. Pero sus innovaciones y el turbulento período postconcilio asustó a los círculos más conservadores. Bajo Juan Pablo II, inició una fase en la cual Roma quiso establecer límites al movimiento de reforma", explica el vaticanista Marco Politi.

Para Joseph Ratzinger, el Concilio tuvo numerosas desviaciones y no dio todos sus frutos, pero sigue siendo para la Iglesia el principal acontecimiento de las últimas décadas.

Con motivo del 50º aniversario, el Papa convocó dos eventos: un sínodo de obispos sobre la "nueva evangelización", que se abre hoy  y la proclamación de un "Año de la Fe", el jueves.

Benedicto XVI insistió en la "continuidad" de la Iglesia postconcilio con la tradición: la liturgia no puede ser modificada "únicamente por la comunidad o los expertos, sino que debe ser fiel a las formas de la Iglesia universal", que "posee su historia, una rica tradición y creatividad", declaró.

Vaticano II destacó "la supremacía absoluta de Dios", afirmó el Papa en una catequesis anterior. En los años 70-80 era común oponer una visión "horizontal" de la religión, poniendo énfasis en la justicia social, y una visión "vertical", centrándose en la adoración de Dios y los sacramentos. Para Benedicto XVI, los dos son inseparables.

El Papa habla de purificación, de regreso al origen, y critica una Iglesia demasiado partidista, burocrática y vinculada al poder.

La idea de que cualquier persona puede tomar la iniciativa de las reformas, y que la ley de la mayoría deba prevalecer como en una democracia, es duramente criticada por el círculo conservador del Papa. Pero otros, al contrario, consideran que la Iglesia no avanza acorde a su época.

"La Iglesia tiene miedo", afirmaba el cardinal progresista Carlo María Martini, en una entrevista publicada tras su muerte a finales de agosto. Al punto que algunos católicos piden... un "Vaticano III".

Decepción por resultados

Joseph Ratzinger fue uno de los más jóvenes y audaciosos expertos del Concilio Vaticano II y pasó gran parte de su vida, primero como defensor del dogma católico y luego como Papa, defendiéndolo y rectificando los que considera interpretaciones erróneas.

La decisión de convocar un "Año de la Fe"  marca la importancia que el Papa Benedicto XVI le da al Concilio, y la convicción de que este último no dio todos sus frutos. Por lo tanto, según el Papa, hay que centrarse en lo esencial y dar un nuevo impulso.

El entonces joven "consultor" de 35 años, que acompañó en octubre de 1962 al cardinal Joseph Frings de Colonia al Vaticano, era un profesor de teología lleno de ideas. En esa época participó en Alemania en reflexiones sobre el divorcio y la posibilidad de que los sacerdotes se puedan casar.

Se comprometió plenamente a favor de la liturgia en lenguas vernáculas, y fue uno de los más duros críticos de la Curia y de su "actitud antimodernista".

"La fe tiene que salir de su armadura, debe enfrentarse al presente con un nuevo lenguaje, una nueva apertura", sostuvo en esa época.

Hay un "escándalo cuando bajo el pretexto de defender los derechos de Dios, defendemos sólo una determinada situación social y las posiciones de poder que se han establecido, cuando, bajo el pretexto de proteger la santidad de la fe, defendemos únicamente nuestra propia nostalgia del pasado", sostuvo más tarde, en 1966, después del Concilio.

Pero el año 1968 marcó un cambio, narrado por su amigo y colega de la época, el teólogo suizo Hans Küng: en la facultad católica de Tübingen, donde ambos enseñaban, los estudiantes interrumpían a los profesores y se burlaban de los dogmas en nombre de la revolución.

Mientras que Küng vio consecuencias positivas en esa revuelta, Ratzinger, profesor de dogmática católica, tomó entonces una posición más conservadora.

Renovación en la continuidad

"Rebelde Joseph, Papa Ratzinger", tituló la revista alemana Der Spiegel, para poner de relieve esa contradicción.

En 1977, Joseph Ratzinger, calificó al Concilio de "sismo y, al mismo tiempo, de crisis beneficiosa".

Llamado en 1981 por el Papa Juan Pablo II para dirigir la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal Ratzinger, un teólogo puntilloso, refrenó a los teólogos de varios continentes, tentados por una interpretación revolucionaria de la Teología de la liberación y por diversas influencias freudianas y marxistas.

Benedicto XVI se construyó así una reputación de tener una mano de hierro cubierta por un guante de terciopelo, ya que el cardenal bávaro es siempre cortés.

Cuando Benedicto XVI fue electo Papa, todos los teólogos contestatarios expresaron su preocupación, a pesar de que el actual Papa sigue la misma línea conservadora que el popular Juan Pablo II.

Un importante debate divide a la Iglesia: ¿el Concilio "rompió" con el pasado o es una "renovación en la continuidad" que respeta dos mil años de tradición? Benedicto XVI apoya la segunda corriente.

Para Benedicto XVI, algunas derivas postconcilio, como el empobrecimiento de la catequesis, deben ser rectificadas.

Pero el Papa apoya los valores de libertad de conciencia, laicismo, respeto de las demás religiones y diálogo con el mundo moderno, adquiridos con el Concilio Vaticano II, diferenciándose así de los ultraconservadores lefebvrista./EL NUEVO SIGLO – AFP