¿Pueden los insectos ayudar a combatir la contaminación? | El Nuevo Siglo
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Viernes, 19 de Julio de 2019
Redacción Nacional

Por sus elevados niveles de proteínas, grasas y minerales, estos animales se pueden consumir enteros, molidos o en polvo, solos o incorporados a otros alimentos. Además son útiles en la degradación de materiales contaminantes como el plástico.

Según la profesora Karol Bibiana Barragán, directora del Centro de Investigación de Artrópodos Terrestres (Cinat) de la Universidad Nacional (UNAL), desde hace siglos la entomofagia es una conducta alimentaria de los seres humanos que se da en varias regiones del mundo, especialmente en Asia, África y América Latina.

Datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) indican que en el mundo se consumen más de 1.900 especies de insectos comestibles. Sin embargo esta cifra sigue aumentando a medida que se adelantan más estudios sobre el tema.

“Por ser especies de sangre fría, los insectos son muy eficientes en la conversión de alimentos. Las tasas de conversión alimento-carne pueden variar según el animal, pero en promedio los insectos pueden convertir 2 kg de alimento en 1 kg de masa de insecto, mientras que el ganado requiere 8 kg de alimento para producir 1 kg de aumento de peso corporal”, dijo la experta durante su participación en el III Seminario de Producción Animal, organizado por la Facultad de Medicina Veterinaria y de Zootecnia y la Dirección de Extensión de la UNAL en el marco de Agroexpo 2019.

Por ejemplo el cultivo sostenible de larvas provenientes de varios escarabajos –conocidas como mojojoy o chizas– es fuente de alimentación para algunas comunidades indígenas, lo que a su vez contribuye a conservar especies de plantas que están en peligro de extinción.

“En la Amazonia estas larvas son consumidas por los tikuna, yagua y bora, entre otras comunidades indígenas, que las consideran una gran herencia cultural. Así mismo es un plato exótico para los foráneos, ya que, aunque se pueden consumir crudas, también las asan envueltas en hojas de plátano, e incluso en algunos restaurantes las ofrecen en su carta o menú”, amplía la docente Barragán.

Ante la pregunta: ¿pueden los insectos salvar el mundo?, la profesora Barragán responde con un rotundo “sí”. El uso de insectos a gran escala como ingrediente en la composición de alimentos es técnicamente viable, y en diversas partes del mundo ya existen empresas consolidadas que están a la vanguardia en este sentido.

“Además de proporcionar proteínas y nutrientes de alta calidad son especialmente importantes como complemento alimenticio, ya que la mayoría de las especies de insectos contienen niveles elevados de ácidos grasos. También son ricos en fibra y micronutrientes como cobre, hierro, magnesio, fósforo, manganeso, selenio y zinc”.

Las larvas de la mosca soldado negra, de la mosca doméstica y del gusano de la harina pueden complementar las fuentes tradicionales de alimentos secos para animales como la soja, el maíz, los cereales y la harina de pescado.

Mientras las investigaciones avanzan, productores en China, Sudáfrica, España y los Estados Unidos ya están criando grandes cantidades de moscas para la acuicultura y los alimentos secos de aves de corral, por medio de la conversión biológica (bioconversión) de residuos orgánicos.

Acerca del peligro de consumir insectos aún no se conocen casos de transmisión de enfermedades o parasitoides a humanos, siempre y cuando antes de consumirlos se hayan manipulado en las mismas condiciones de higiene que cualquier otro alimento.

De hecho es probable que, en comparación con los mamíferos y las aves, los insectos pueden plantear un riesgo menor de transmisión de infecciones zoonóticas a los humanos, el ganado y la fauna, aunque aún se sigue investigando.

Especies como las larvas de grillo y mosca negra, junto con escarabajos Tenebrio molitor -conocido popularmente como gusano de la harina- y Zophobas -gusano Rey- están dentro de un proyecto para desarrollar un protocolo de manejo y reproducción con el fin de usarlos para la biodegradación de plástico.

“Estamos adelantando la biodegradación de polímeros reciclados por dos agentes coleópteros, es decir dos gusanos que en el futuro se van a convertir en escarabajo, pero su estadio larval es más funcional para realizar esa degradación a través de la dieta natural de esa especie y después ver el potencial de biodegradación que ofrecen”, dice la docente.

Ella considera necesario comenzar a descubrir el potencial que tienen los “bichos” desde el punto de vista de conservación, porque “obviamente todos estos insectos nos están dando unos servicios ecológicos que debemos tener en cuenta para la conservación, pero también desde el punto de vista bioprospectivo, es decir en cómo usar estos recursos de manera sostenible”./