EN ESTE año, en el marco del Acuerdo de París, los países deberán revisar sus actuales metas climáticas y comunicar sus nuevos compromisos a la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático. También deberán cumplir con una condición: deben ser aún más ambiciosos que en el pasado.
En este sentido, algunos países están volviendo sus ojos a las costas y al mar con tal de encontrar en los ecosistemas marinos la clave que les permitirá ser más ambiciosos en sus Contribuciones Nacionalmente Determinadas (NDC, en inglés).
¿Por qué mirar a la costa y al mar? Los ecosistemas de manglar, las marismas (tipo de humedal costero que depende de las mareas) y los pastos marinos se encuentran en todos los continentes, excepto la Antártida. Estos cubren aproximadamente 49 millones de hectáreas, en las cuales se secuestra y almacena grandes cantidades de carbono tanto en las plantas (hojas, ramas, tallos y raíces) como en la hojarasca (hojas caídas), madera seca y sedimentos.
Según la Iniciativa de Carbono Azul -integrada por la Unesco, la Conservación Internacional (CI) y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN)-, los hábitats costeros representan la mitad del total de carbono secuestrado en los sedimentos oceánicos y los océanos son los campeones de la captura de carbono al librarnos de 30% de los gases de efecto invernadero (GEI) que se acumulan en la atmósfera.
Solo los manglares pueden almacenar de tres a cuatro veces más carbono por área que la mayoría de los bosques terrestres y, si no son perturbados, el carbono fijado en su suelo puede permanecer allí durante siglos, incluso milenios.
No solo eso, estos ecosistemas brindan muchos más beneficios; por ejemplo, funcionan de filtro para incrementar, así, la calidad de las aguas costeras que desembocan en el océano y, con ello, proteger a los arrecifes coralinos que son importantes para el turismo y la pesca.
También, los ecosistemas de carbono azul son viveros de especies de interés comercial y, por tanto, fuente de proteína para las comunidades costeras; además, protegen a las personas ante inundaciones, tormentas y erosión costera.
“Se estima que los manglares tienen un valor de al menos, 1.600 millones de dólares anuales en servicios ecosistémicos que apoyan los medios de vida costeros y las poblaciones humanas en todo el mundo”, señala la Iniciativa de Carbono Azul.
Debido a ello, cada vez más países están contemplando incluir el carbono azul en sus NDC y, con ello, estarían siguiéndole los pasos a Baréin, Filipinas, Seychelles, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos.
Carbono azul en los NDC
Algunos países ya han incorporado a los manglares, las marismas y los pastos marinos en sus NDC. Según el informe de Climate Focus titulado “Carbono azul costero y Artículo 6. Implicaciones y oportunidades” (2018), de todos los países firmantes del Acuerdo de París, 151 países mencionan al menos un ecosistema de carbono azul (pastos marinos, marismas o manglares) en sus NDC y 71 países nombran a los tres.
De los NDC revisados por Climate Focus, 28 países incluyen una referencia a los humedales costeros en términos de mitigación, mientras que 59 países incluyen los ecosistemas y las zonas costeras en sus estrategias de adaptación.
Uno de estos países es Baréin, en el Golfo, el cual reconoce el aporte que realiza sus manglares y pastos marinos en sus metas climáticas al 2030. Es más, sus NDC hacen referencia explícita al carbono azul y lo ven como una medida de adaptación con cobeneficios en mitigación.
Así lo destaca el reporte “Carbono Azul- Inventario de Contribuciones Nacionalmente Determinadas”, generado por Blue Climate Solutions, The Nature Conservancy, UICN, GRID-Arendal, CI y el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF).
El reporte también menciona a Filipinas, cuyas NDC visualizan la protección legal de estos ecosistemas de carbono azul como una medida de adaptación y también ven en su conservación una manera de alcanzar las metas de biodiversidad contempladas en el marco de la Convención de Diversidad Biológica (CDB).
En esa misma línea está Seychelles, en África, que visualiza la protección de sus ecosistemas costeros como medida de adaptación. “Incluir el carbono azul en las NDC es una forma de incrementar la ambición, pero también estamos incrementando la resiliencia del océano como sumidero de carbono”, manifestó Ronny Jumeau, embajador de Seychelles, durante un evento paralelo auspiciado por CI en el marco de la cumbre climática que tuvo lugar en Madrid en diciembre.
Arabia Saudita también visualiza el manejo costero y la reforestación de manglares como medidas de adaptación dentro de sus NDC, mientras que Emiratos Árabes Unidos propone minimizar los impactos en los ecosistemas de carbono azul como medida de mitigación.
Australia, por su parte, es uno de los países que piensa incluir el carbono azul en sus NDC y ya está empezando a medirlo dentro de su inventario de emisiones, así lo indicó su ministro de Energía, Angus Taylor, durante el mismo evento paralelo auspiciado por CI.
De hecho, y según Tamara Thomas, de CI, la Iniciativa de Carbono Azul está trabajando en directrices para orientar a los países en el proceso de incluir el carbono azul dentro de sus NDC. Se espera que estén listas a mediados del 2020.