Productores de leche de tres asociaciones ganaderas de San Vicente del Caguán (Caquetá) aprenden prácticas sostenibles y conocen los impactos negativos de talar y quemar la selva amazónica.
Las jornadas en las Escuelas de Campo avanzan con cerca de 120 productores de las veredas El Pato, Campo Hermoso y Vegas del Pato, territorios históricamente afectados por el conflicto armado.
“El objetivo del proceso es promover alternativas productivas para mitigar la expansión de la frontera agrícola, fenómeno que se ha venido acentuando en el marco del posacuerdo”, explica el ingeniero agrónomo Manuel Alejandro Cortés, de la Universidad Nacional (U.N.) Sede Palmira.
Según el Gobierno nacional, en 2017 se talaron o quemaron 144.147 hectáreas en la Región Amazónica, cifra que duplica los registros de 2016. Esto significa que casi 2 de cada 3 ha deforestadas en Colombia en 2017 se ubicaron en este territorio, y 3 de cada 25 en el municipio de San Vicente del Caguán.
“Les enseñamos a los productores que quemar los bosques atenta contra la biología de los suelos, y por ende contra su fertilidad. Vamos a publicar una cartilla que explica los efectos negativos de esta práctica y de la tala en el municipio, para socializarla con las asociaciones y los colegios”, cuenta el investigador.
Agrega que muchos de los suelos de la zona tienen bajos niveles de fósforo, y el poco que contienen está “retenido”, una propiedad que dificulta que las plantas aprovechen este nutriente vital para su desarrollo. Al quemar la selva los organismos encargados de solubilizar el fósforo se afectan por las altas temperaturas, y esto reduce la fertilidad.
Estiércol, residuo desaprovechado
Otros hallazgos en suelos de este municipio son los altos niveles de acidez -que limitan el rendimiento de los forrajes para alimentar el ganado- y de aluminio -que aumentan los riesgos de toxicidad en las plantas-. Para neutralizar estos factores se capacita a los productores en la aplicación de cal, como enmienda química, y en el uso de estiércol bovino como abono para suplir los bajos niveles de materia orgánica.
“Recorrimos cerca de 100 fincas en las tres veredas, y de cada una tomamos muestras del suelo, estudiamos los animales y analizamos las prácticas de producción. La mayoría de los productores no aprovecha el excremento de los animales para preparar abono orgánico”, explica el ingeniero Cortés.
En las jornadas de las Escuelas se socializaron los análisis de los suelos y los planes de manejo específicos que se recomendaban para cada finca. Una de las medidas planteadas es la rotación racional del ganado en predios más pequeños, para conservar las propiedades del suelo y aprovechar mejor el forraje y el espacio. “Queremos que los ganaderos conciban el suelo como un recurso y despertar en ellos la conciencia sobre maneras de aumentar la producción sin deforestar”, afirma.
Menos bacterias en la leche
Durante la investigación se observó que algunos ganaderos realizan prácticas culturales no recomendables cuando ordeñan sus vacas, como por ejemplo usar relojes, pulseras o cadenas; disponer la leche en cantinas de plástico y no de aluminio, o lavar los recipientes solo con agua, en vez de utilizar jabones ácidos, neutros y básicos, todo lo cual favorece la presencia de bacterias en la leche.
“Les explicamos por qué esto genera la proliferación de bacterias, un factor que puede provocar que la leche no cumpla con las condiciones mínimas para el consumo humano o que su precio sea castigado por las empresas compradoras”, precisa.
Semilleros en los colegios
En dos colegios urbanos y dos rurales del municipio se crearon semilleros de investigación con estudiantes de los grados 10 y 11. Una vez a la semana se realizaron talleres de aprendizaje teórico del método científico, los cuales se llevaron a la práctica en el establecimiento de huertas, un lago de producción de cachamas y granjas productoras de lombrices, cerdos y gallinas, entre otros espacios.
“Queremos fomentar la investigación y también el amor por el campo en los jóvenes, para que conozcan una alternativa de vida diferente a migrar hacia las ciudades. En los semilleros participaron casi 150 estudiantes”, recuerda el investigador.
El ingeniero Cortés realizó los procesos con los ganaderos y los estudiantes, junto con integrantes del grupo de investigación Sistemas Integrados de Producción Agrícola y Forestal (Sipaf), de la U.N. Sede Bogotá, dirigido por el profesor Jairo Leonardo Cuervo Andrade. El trabajo forma parte de un proyecto financiado por el Ministerio de Educación Nacional y apoyado por otras instituciones académicas.