Rotar los cultivos y hacer siembras manuales, además hacer un viraje hacia prácticas ecoeficientes, como la incorporación de residuos de la cosecha y de materia orgánica al suelo, son algunas de las recomendaciones para la altillanura plana de la Orinoquia colombiana.
Así lo advierte Édgar Alfonso Rodríguez, candidato a doctor en Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional (U.N.) Sede Palmira, quien encontró que el uso excesivo de agroquímicos incrementa las emisiones de gases de efecto invernadero y reduce la macrofauna presente en los suelos de esta región.
Agrega que “otras prácticas que generan degradación en el suelo son el arado constante y la siembra continua, que no dejan tiempo para que los suelos se recuperen”.
Ante esta situación, recomienda limitar la dependencia a los agroquímicos en la fertilización y reducir el uso de la maquinaria para el arado.
Según el doctorando, los suelos agrícolas de esta zona colombiana evidencian niveles de degradación del 30 %, siendo 100 % la total desertificación. Además son naturalmente muy ácidos y tienen altos niveles de hierro y aluminio, por lo que su respuesta al uso de agroquímicos es menor en productividad y mayor en degradación.
“Mientras en cultivos transitorios como el maíz, el arroz y la soya se fertiliza en promedio cada seis meses, en la producción de palma de aceite esta práctica se realiza cada año o cada 2,5 años, lo que aumenta las emisiones de gases de efecto invernadero en los cultivos transitorios”, sostiene.
Durante su investigación encontró que por eso en cultivos transitorios de la región se libera en promedio un 25 % más de óxido nitroso, un 15 % más de dióxido de carbono y un 5 % más de metano en comparación con las plantaciones de palma.
También identificó que en la zona se usan 14 productos diferentes para fertilizar cultivos transitorios, 9 o 10 para este proceso en cultivos permanentes y 10 para las pasturas mejoradas.
Tanto en las pasturas mejoradas como en los cultivos permanentes de palma de aceite y caucho se encontraron organismos como termitas, lombrices y hormigas, los cuales generan la porosidad del suelo, vital para mitigar la compactación, y además activan la descomposición de la materia orgánica favoreciendo el aprovechamiento de nutrientes por parte de las plantas. En contraste, la presencia de macrofauna en los cultivos transitorios fue casi nula, debido a la aplicación más intensiva de agroquímicos.
A diferencia de estos hallazgos, la bióloga Diana Tamaris, doctora en Ciencias - Biología de la U.N, encontró en otro estudio que en el piedemonte llanero -una región cercana a la altillanura plana- los cultivos de palma suelen presentar remoción de la capa vegetal que recubre el suelo, pero no se han cuantificado las pérdidas en biodiversidad que produce esta práctica.
Ante esta situación, la bióloga propuso, entre otras prácticas, establecer cultivos de palma en asociación con otras especies vegetales y en lotes más reducidos, para constituir un entorno más amigable para la fauna y la flora nativas.
Por otro lado, como práctica de ecoeficiencia (relación entre el valor de lo producido y el impacto ambiental y social), el investigador Rodríguez plantea complementar diferentes sistemas de producción distribuyendo los predios según sus usos para aprovechar los servicios ecosistémicos que cada uno le provee al suelo.
Los cultivos de arroz del piedemonte, por su parte, mostraron una mayor presencia de especies de aves en el estudio de la doctora Tamaris, entre 140 y 150, mientras que en las plantaciones de palma se identificaron 44.
Sostenibilidad a tres ejes
En este trabajo de grado, dirigido por la profesora Elena Velásquez, de la U.N. Sede Palmira, y el investigador Patrick Lavelle, se compararon la sabana nativa (que sirvió como punto de referencia), las pasturas mejoradas, el maíz, la soya, el arroz, la palma de aceite y el caucho como cultivos predominantes en la zona de estudio.
El proyecto de investigación -apoyado por la U.N., el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, Agrosavia y el Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT)- le apunta a tres componentes esenciales para la sostenibilidad y ecoeficiencia agrícola en la región: competitividad económica, equidad social e impacto ambiental.
La investigación se adelantó en 15 parcelas por cada uno de estos sistemas de producción, ubicadas en fincas del Meta, en los municipios de Puerto López y Puerto Gaitán, y en el predio Carimagua.
Para el estudio del suelo se tomaron muestras químicas, físicas y biológicas de los suelos de los cultivos, mientras que para evaluar los gases de efecto invernadero se dispusieron en los predios cámaras de flujo, dispositivos encargados de capturar emisiones que después serían analizadas en laboratorio.
En cuanto al componente social, los cultivos permanentes mostraron los mejores resultados en generación de empleo, ya que los trabajadores eran vinculados de manera más regular y no solo por temporadas de cosecha.
En contraste, la doctora Carmenza Castiblanco Rozo, profesora asociada de la U.N., encontró en otro estudio que aunque la población vinculada a las plantaciones de palma tiene mejores condiciones salariales, el resto de la región empieza a quedar al margen de estas posibilidades cuando la expansión de estos cultivos se hace a través de modelos de concentración de la tierra y la riqueza.