Un estilo bastante generalizado entre los políticos tradicionales, entre los “consigue-votos”, es decir que enfrentan un problema. Hablan de ello inconteniblemente. Señalan la importancia de los acontecimientos, de su desarrollo, de sus impactos. Tratan de popularizar posiciones que son, desde todas las perspectivas, lugares comunes, frases de gaveta. De allí surgen expresiones como “debemos estar unidos”, “esto requerirá esfuerzo y determinación”, “no hay varita mágica para arreglar los asuntos”, “lo que este país necesita es desarrollo”, “no podemos esperar cambio, sin cambiar todos nosotros”, y un largo etcétera.
Tratan de publicitar su preocupación. Luego hacen poco, muy poco, si es que hacen algo, mientras la sociedad se distrae. Algo que es bastante fácil hoy en día con todos los medios de comunicación ofreciendo su cuota de frivolidades diarias. Y allí también están los dispositivos electrónicos, con su influencia -en medio de las ventajas de la nueva tecnología- de dinámicas que desembocan en estados de alienación, por no decir de neurosis colectivas, todo con mucha entretención.
En general existe desprecio al conocimiento, al efectivo diálogo y los argumentos. Para ello, ciertamente se requiere preparación, se requiere esfuerzo. Se requiere tiempo y estudio. Eso demanda que privilegiemos el pensar sobre el sentir y privilegiar la evidencia que se muestra ante nosotros.
Muchas veces necesitamos creer, más que pensar. Es el no saber qué hacer con nuestro libre albedrío, tal y como lo llegó a documentar Erich Fromm (1900-1980) en su obra “Miedo a la Libertad” (1941). En otros casos, los políticos niegan, niegan enfáticamente los hechos, tercamente, en una muestra espléndida carencia de un mínimo nivel de cordura, no admiten la evidencia contundente que existe. Un caso es este del calentamiento global de incrementos sostenidos de las temperaturas en el planeta.
Algo que está derivando ya en crisis, en donde se encuentra en juego nuestra sobrevivencia como especie. El actual mandatario en Washington y el capitán que está al frente del Ejecutivo en Brasilia ejemplifican esta posición negacionista.
Las evidencias están y han estado a la vista desde hace mucho tiempo. No obstante, no está demás volver a la carga con precisiones ilustrativas.
He aquí un resumen. Se estima que emitimos cada día unos 150 millones de toneladas de gases de efecto invernadero. Se trata de los CFC -clorofluoro carbonatos- de los cuales Estados Unidos, con un 6% de la población mundial, genera un 26% de ellos. Aunque también es de reconocer la gran contribución contaminante que hace Europa, India y China.
Esas millonadas de gases en la atmósfera promueven que un 93% de esa energía termine en el mar y con ello se alteran los ciclos de agua. De allí que las tormentas estén siendo cada vez más fuertes, más devastadoras. Véase por ejemplo los huracanes, que están ya afectando latitudes más allá de la zona tropical -23.7 grados latitud norte y sur teniendo como centro el Ecuador. Estamos siendo testigos de cómo casi dos huracanes al mismo tiempo están afectando costas en el Caribe, México, para luego ascender a Estados Unidos.
Como parte de ese contexto, se derriten los glaciares, aumenta desde luego el nivel del mar. Con el fin de disipar dudas si aún existen, nótese cómo Indonesia va a trasladar su capital hacia un territorio al este de la isla de Borneo, según se dijo en agosto. La razón: los problemas de subida de nivel del agua y con ello el hundimiento de edificios.
El calentamiento global conlleva una mayor frecuencia, intensidad y duración de incendios. Las víctimas han estado en California, en Brasil, en Bolivia, en Portugal y en España, para sólo mencionar algunos casos ilustrativos. Se ha quemado una buena parte del Amazonas que es uno de los pulmones del mundo, aunque ello no sea aceptado el mandatario de Brasil. En verdad conmueve tanta dificultad de entendimiento.
Véase cómo enfermedades tropicales están presentándose en ciudades que carecían de ellas. El fenómeno está asociado a que, debido al incremento de las temperaturas, ahora, los vectores de esas afecciones -por ejemplo, el mosquito Aedes aegypti- pueden vivir en niveles altitudinales que antes estaban fuera de su alcance. Con ello se tiene mayor cobertura, al menos potencialmente, de dengue, chikungunya y zika. Debemos entender: estamos utilizando la atmósfera y nuestros mares como desagües, como alcantarillas. Debemos también actuar en consecuencia en varios frentes. Pero lo peor es la ignorancia, la indiferencia y desde luego el negacionismo.
Ante todo esto, el inquilino actual de la Casa Blanca es consistente con lo caótico de su estilo. Ante el hecho de que la revista Time nombra como personaje del año a la joven de 16 años Greta Thunberg, activista que hace llamados en función de un mínimo de racionalidad, el mandatario le aconseja “relájate, vete a ver unas películas al cine”.
No se trata de ser neo-profetas del Apocalipsis, pero las evidencias están allí. No nos damos cuenta de la gravedad actual y de la sombría perspectiva. No reaccionamos. Ahora que más necesitamos de ciencia, conocimiento, humanismo, de la formación de consensos, de la misma educación, las cosas son muy difíciles. ¿Cómo podemos convencer a los jóvenes de los beneficios de la preparación, de una formación integral? Ellos nos pueden replicar indicando que sin ello, Trump se hizo presidente de Estados Unidos.
Nos deslizamos en una crisis que rápidamente, es irreversible. Estamos como si nada. A veces siento que somos como la orquesta del Titanic. Los músicos tocaron siempre, siempre, hasta el último momento, hasta el momento exacto, del hundimiento total. Una muestra coherente con la diversión que trágicamente les costó la vida.