GRACIAS A la tecnología, la colaboración entre investigadores y comunidades ha aumentado siendo hoy una realidad, inviable en otro momento de la historia. De allí, entonces, que los colombianos hayan generado más de 2.2 millones de datos a través de la ciencia participativa.
Durante los últimos años, la contribución de habitantes rurales y urbanos de Colombia para registrar y comprender las dinámicas de la naturaleza se ha hecho más evidente. Gracias a la tecnología, la colaboración entre investigadores y comunidades ha aumentado siendo hoy una realidad, inviable en otro momento de la historia.
Luego del análisis aplicado por el Instituto Humboldt a más de 130 iniciativas nacionales, hay más de 2.2 millones de datos abiertos (que duplican los existentes en otras fuentes como colecciones biológicas o universidades) generados voluntariamente por colombianos que han registrado la naturaleza, demostrando así la contribución que la sociedad hace al conocimiento de la biodiversidad del país.
Toda esa información está disponible en el “Reporte de Estado y Tendencias de la Biodiversidad Continental de Colombia”.
La captura masiva de datos es una de las formas en que las ciencias, especialmente las ambientales, han puesto en marcha iniciativas participativas o ciudadanas, un concepto que parece reciente pero que en la práctica existe desde hace algunas décadas.
Según el Instituto, proyectos de tipo contributivo (50 % de participación) que buscan apoyo en la recolección de datos, algunos con más de 25 años de implementación en Colombia, como los censos de aves; modelos colaborativos (31%) de inventario o monitoreo que involucran participación en el análisis de la información; y propuestas de cocreación (19%) que plantean y responden la pregunta de investigación de la mano con las comunidades, hacen parte de la oferta que viene desarrollándose en el país.
Frente al tema, los colombianos han volcado su interés hacia las aves, las cuales representan el 99 % de los datos abiertos recolectados con ciencia participativa. De las 1.925 especies que tiene el país, 1.785 se han rastreado por este medio; en plantas, los registros bastante bajos pues alcanzan solo 2.253 especies de las 30.768 conocidas, un número desalentador tratándose del segundo país con mayor abundancia a nivel global.
También despiertan interés en la sociedad los grupos de insectos, peces, anfibios y reptiles, pues así lo demuestran los registros, dato que podrían tener en cuenta los científicos al priorizar la investigación de otros grupos aún desconocidos, o con una alta complejidad.
Esta forma de poner en circulación el conocimiento científico a través de la participación activa de la sociedad desde sus habilidades, recursos o herramientas, que ha sido difundido en gran medida gracias a la tecnología, ha permitido realizar análisis antes impensables por fuera del ámbito científico.
Nuevo concepto
De acuerdo con el Instituto Humboldt, aunque documentar las propuestas todavía tiene sus limitaciones, incluso en aquellas que llevan décadas, es posible identificar algunos avances, principalmente, a nivel de registros, para los cuales existen plataformas, estándares y protocolos que permiten integrar y curar la información. La clave está en la participación de especialistas que contribuyen a la planeación y calidad en la obtención y depuración de los datos reunidos.
En las más de 130 iniciativas de construcción de conocimiento científico de forma participativa, analizadas en una encuesta realizada por el Instituto Humboldt, uno de los puntos clave a identificar fueron las actividades en las cuales se involucró de manera directa a la sociedad.
La constante en la mayoría de propuestas de ciencia participativa en biodiversidad está en el aporte en recolección de datos, o muestras, por parte de las comunidades, aunque existe una tendencia creciente respecto a la vinculación de la población en otras actividades de investigación como la elección de preguntas o el análisis e interpretación de resultados.
La tendencia global en el área de ecología y conservación evidencia que el 100 % de los proyectos involucraron la participación ciudadana en la etapa de recolección de datos, sin embargo, cabe resaltar que para el diseño de metodologías, análisis e interpretación de la información los ciudadanos también intervinieron, pero esta vez en más del 50 % de los casos.
Si se habla de financiación, las organizaciones no gubernamentales y universidades, que ejecutan la mayoría de iniciativas de ciencia participativa, obtienen recursos principalmente de fuentes públicas (37,1%) y privadas (31,9%), asimismo de personas naturales (9%) o contribuciones internacionales (7,8%).
Los aspectos que más requieren de presupuesto para garantizar la sostenibilidad en el tiempo de los proyectos son: profesionales para el acompañamiento de los procesos, equipos para la toma de muestras, desplazamientos por puntos de la geografía nacional e incentivos para voluntarios.
El acceso
Frente al acceso a los datos reunidos por medio de la ciencia participativa en el país, si bien gran parte de estos (76%) se encuentran digitalizados o en formatos análogos, no son de libre consulta. En contraste, solo el 24% de la información producida por los colombianos está disponible en portales de datos abiertos.
En esta vía, aparecen las plataformas móviles y web como Naturalista (con 24.212 registros de ciencia participativa); eBird (con 1.802.684 registros de especies de aves); XC (con 19.460 sonidos de aves del mundo); AntWeb (base de datos mundial con 5752 registros, imágenes e información sobre hormigas); la Infraestructura Mundial de Información sobre Biodiversidad (GBIF) (con 5752 datos publicados en línea); y el Sistema de Información sobre Biodiversidad de Colombia (SiB) (que reúne ya más de 427.433 datos), que vienen posicionándose dentro de los medios más eficientes para compartir datos y crear comunidades virtuales alrededor de la naturaleza.
Entre los retos que la ciencia participativa tiene por superar está la gestión integral de la información y el conocimiento; la liberación y acceso a los datos recolectados, muchos de ellos asentados en libretas de campo y computadores de investigadores y comunidades; la generación de productos informativos pensados para diversas escalas y públicos; el reconocimiento e integración de diversos sistemas de saberes y actores; y la trazabilidad del impacto de estas iniciativas en la ciencia, las personas y los sistemas socioecológicos.