Una investigación encontró que, en escalas de tiempo de entre uno y dos meses, la Amazonia es capaz de influir en las condiciones de temperatura del océano tropical Atlántico Norte.
“La Amazonia no es espectadora de lo que pasa en clima terrestre, sino que es un actor principal”, asegura Luis Alejandro Builes Jaramillo, estudiante del Doctorado en Ingeniería – Recursos Hidráulicos de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.) Sede Medellín, autor del estudio.
El doctorando explica que “si la Amazonia se calienta, el océano tropical Atlántico Norte también tiende a hacerlo, y si está muy húmeda, el océano tiende a enfriarse”.
El proceso de calentamiento del océano ocurre cuando las sequías o inundaciones en la Amazonia alteran los patrones de presión atmosférica. Los vientos se mueven gracias a los gradientes, o diferencias de presión en la atmósfera: cuanto más altos sean estos, mayor velocidad tendrán los vientos.
El resultado advierte que si aumenta la temperatura en la Amazonia por causa del calentamiento global, la variabilidad climática o la deforestación, se generarían impactos en el clima tropical, puesto que, por ejemplo, en el océano tropical Atlántico Norte es donde se generan tormentas tropicales que pueden convertirse en huracanes. En ese sentido, al elevarse la temperatura superficial del océano se pueden incrementar fenómenos como estos.
Tradicionalmente en la hidroclimatología se emplean metodologías estadísticas, pero en esta investigación se usó una herramienta de la teoría de la complejidad llamada “recurrencia”, que emplea un software desarrollado por el Potsdam Institute for Climate Impact Research en el programa informático Matlab.
Para la investigación se utilizaron series de datos de precipitación, evapotranspiración, velocidad de viento, gradientes de presión y temperatura superficial de los océanos, las cuales se tomaron tanto del proyecto Ore Hybam como de modelos del Centro para el Pronóstico del Clima Europeo.
Otro resultado fue el análisis de las dinámicas del balance de agua en la cuenca de la Amazonia, que tiene 6 millones de km2 y que está en Suramérica, comprendida entre Colombia, Venezuela, Perú, Ecuador, Brasil, Bolivia y Guyanas.
Los balances de agua pueden contabilizar el recurso hídrico de las cuencas hidrográficas, específicamente el que se mueve en la atmósfera, en la superficie, o por infiltración, lluvia o evaporación. Al final se suman las entradas y salidas mensuales de agua en la cuenca. En este caso se pudieron actualizar los datos sobre agua atmosférica y superficial de la Amazonia utilizando información de satélites y modelos hidroclimatológicos. Vale la pena recordar que el cálculo más reciente es de 2004.
El doctorando Builes Jaramillo afirma que uno de los inconvenientes para conservar la Amazonia es que como se trata de una cuenca tan grande que cubre varios países, no existe una única entidad, o un esfuerzo de todas las naciones para coordinar mejor la recolección de información, investigación, planificación o toma de decisiones sobre ella.
Sin embargo, destaca que la información obtenida en los balances de agua es útil para la comunidad científica, porque puede indicar qué tan acertados o erróneos son los modelos que simulan las dinámicas del agua en la cuenca.
En su opinión, los datos que mostró la investigación “les servirían a todos los países en los que está la cuenca para proponer mejoras en los sistemas de medición hidroclimatológica, e incluso como línea base para verificar qué tanto cambiarían no solo los balances de agua en la cuenca, sino las dinámicas de calentamiento del océano y la generación de tormentas tropicales con base en los escenarios de cambio climático propuestos por el Panel Intergubernamental de Cambio Climático”