Hay cuatro aspectos que deben analizarse: la mecánica electoral de dos facciones necesitadas, el impacto de no tener a Mockus y Fajardo, así como a un Peñalosa que perdió tres elecciones en línea y un Navarro que no se mide en urnas hace tiempo. La posibilidad de una tercería presidencial real y viable se dificulta por el hecho de reunir en la misma tolda a corrientes políticas contradictorias, algo que el trascendental voto de opinión detecta fácilmente. Análisis por escenarios
1. UNA ALIANZA DE NECESITADOS: negar que la alianza entre Verdes y Progresistas responde, en principio, a la urgencia de ambas colectividades a esquivar el riesgo de desaparecer ante el aumento del umbral electoral en los comicios de 2014 sería apenas ingenuo. Las cuentas son muy dicientes: en 2010 los Verdes, teniendo a su favor el motor electoral de Antanas Mockus, apenas sumaron 528 mil votos para Senado, pero de éstos más de 83 mil fueron por el partido y 207 mil por la fallecida senadora Gilma Jiménez, quien, dicho sea de paso, no parece tener hoy a alguien que herede todo ese capital político y abandere su causa por los derechos de la niñez. Por el lado de Progresistas, la situación es más complicada, pues a la salida de sus cuadros del Polo hay que sumarle que la controversia alrededor del alcalde Petro le ha restado capital político y electoral a esa naciente facción. En 2010, los senadores Luis Carlos Avellaneda, Jorge Guevara y Camilo Romero (considerados los petristas) sumaron un poco más de 130 mil votos, sin embargo hay que advertir que tanto el primero como el tercero no aspirarían a repetir curul en marzo próximo. En otras palabras, tras la salida de Mockus, sin duda su principal motor electoral, y el alejamiento del fajardismo, los Verdes corrían el riesgo de no alcanzar los más de 400 mil votos (umbral electoral) que se requieren para conservar la personería jurídica. Y, a su turno, los Progresistas de Antonio Navarro y compañía necesitaban un partido que los cobijara, pues solos tampoco sumarían los 400 mil votos para Senado. Hecha la alianza la pregunta es una sola: ¿un partido Verde disminuido (también se fue ayer Alfonso Prada, cuya lista a Cámara en Bogotá en 2010 sacó más de 150 mil votos) y un petrismo fuertemente cuestionado en Bogotá alcanzarán para superar el umbral electoral y, de hacerlo, podrían sumar las 8 curules que hoy tienen?
2. SUPERAR EL FANTASMA DE MOCKUS: la alianza entre Verdes y Progresistas nace con más interrogantes que certezas. La primera de esas dudas radica en vislumbrar qué tanto liderazgos como los de Enrique Peñalosa o Antonio Navarro podrán suplir los vacíos políticos, de imagen y electorales dejados por Mockus (que en la primera vuelta presidencial de 2010 sumó 3.134.222 votos y 3.587.975 en la segunda) o del propio Sergio Fajardo que en 2011 ganó la Gobernación con 925 mil votos en Antioquia. Esos guarismos hay que enfrentarlos a las últimas votaciones de Petro (jefe de Progresistas y también de Navarro) y Peñalosa, que fueron precisamente en la puja por la Alcaldía capitalina en 2011: 723 mil votos el primero y 590 mil el segundo. La diferencia es, sin duda, muy alta, más aún teniendo en cuenta que el candidato presidencial de este naciente partido deberá definirse en una consulta interna en marzo próximo entre Peñalosa y Navarro, aunque no se sabe si habrá más aspirantes. No pocos analistas consideran que a los Verdes les pasará un poco lo que a La U, que tendrán que ir a las urnas en 2014 enfrentados con quienes fueron sus mentores y principales inspiradores y motores políticos y electorales: Mockus y el expresidente Uribe, respectivamente. Y, como si fuera poco, los Verdes hoy están muy divididos entre las facciones peñalosista, los mockistas y la gente de Luis Eduardo Garzón, a la postre ministro consejero del presidente Santos, y principal impulsor de la entrada de ese partido a la coalición de Unidad Nacional en julio de 2011, de la que ahora saldrán. Es claro que tanto Peñalosa como Navarro son dos dirigentes de quilates, pero el primero lleva tres derrotas electorales en línea mientras que Navarro no se mide a nivel nacional hace mucho tiempo. Su última incursión en las urnas fue en 2007 cuando ganó la gobernación de Nariño, es decir hace más de seis años. Superar todos esos fantasmas políticos y rivalidades electorales reales es otro de los grandes retos de la Alianza Verde para el próximo año.
3. TERCERÍA: DEL DICHO AL HECHO…: es claro que la Alianza Verde tiene su principal apuesta –incluso como mecanismo para jalonar votos para sus listas al Senado y la Cámara- en la posibilidad de consolidarse en el corto plazo como la llamada “tercería” en la puja por la Casa de Nariño. No pocos analistas ven que la pelea en la primera vuelta presidencial en mayo estaría circunscrita al pulso entre el Candidato-Presidente Juan Manuel Santos, y el aspirante uribista (todo hace indicar que será Francisco Santos). En medio de esa polarización, la idea de la Alianza Verde es abanderarse como una opción ajena a esas dos posturas políticas, con el objetivo prioritario de colarse a la segunda vuelta y luego, gane Santos presidente o Santos exvicepresidente, sumar para la segunda y definitiva cita en las urnas los votos de opinión, independientes y de protesta, así como el de la cauda santista derrotada en la primera vuelta… Sin embargo, un asunto es querer erigirse como la tercería y otro muy distinto lograrlo. Por ejemplo, Peñalosa y Navarro, por más que militen ahora en la misma orilla, representan ideologías y corrientes políticas muy distintas. Negarlo sería ingenuo. En segundo lugar, Mockus y Fajardo son, de lejos, los principales portaestandartes del voto de opinión e independientes, y desde ya es seguro que ninguno dará su guiño o respaldo a la fórmula de la Alianza Verde. Esa misma dicotomía ideológica hará difícil el aterrizaje en la naciente facción de otros movimientos independientes como la Alianza Social Independiente, el movimiento Pido la Palabra y otros. Cada grupo no sólo quiere cupo preferencial en las listas y los cuadros directivos, sino que hay perfiles y rivalidades políticas y de figuración muy complicadas de encajar en un solo bloque. Por igual, la idea de construir una gran coalición de centro-izquierda en la que quepa el Polo, Marcha Patriótica, Alianza Verde y otros facciones ajenas al uribismo o a la Unidad Nacional que lidera el santismo, parece complicarse en la medida en que cada una de ellas quiere ser la base principal y portaestandarte de la misma. Y mientras nadie quiera ceder el protagonismo, será difícil construir una plataforma política que sea viable.
4. EL DICOTOMÍA IDEOLÓGICA: dicen los expertos que sólo aquellas colectividades que logren posicionar ante el electorado unos programas y unos énfasis ideológicos son las que sobreviven, no a los triunfos electorales, sino a las debacles en las urnas. Y esa es quizá la principal falencia de la naciente Alianza Verde, pues reúne muchos matices distintos e incluso rivales en el inmediato pasado (hace apenas dos años) como el peñalosismo y el petrismo. Para un partido que aspira a convencer el voto de opinión e independiente, que es por definición un perfil de personas con criterio político y horizontes ideológicos muy claros, no le será fácil vender una imagen de coherencia si en su interior hay corrientes tan dispares. Es claro, sin embargo, y de acuerdo a la última encuesta RCN-Semana, que el debut de la Alianza es promisorio, pues tanto Peñalosa como Navarro aparecen con un buen plante, ya que en casi todos los escenarios de ese sondeo sobre preferencias personales sus porcentajes oscilan entre 8 y 10 por ciento. La pregunta es: ¿la gente que vote por Peñalosa, en caso de perder éste en la consulta interna en marzo, respaldaría luego en la primera vuelta a Navarro, pese a que éste simboliza algo muy distinto, o viceversa?