Entre 80 y 100 civiles y miembros de las fuerzas de seguridad afganas murieron, 12 de ellos decapitados, en una ofensiva de los talibanes a pocos meses de la retirada de las fuerzas de la OTAN del país.
Esta ofensiva muestra las dificultades que está teniendo el ejército afgano para combatir a los talibanes, en momentos en que las tropas de la OTAN, lideradas por Estados Unidos -que invadieron el país en 2001 y derrocaron al gobierno talibán que dirigía Afganistán desde 1996- se preparan para replegarse.
En los últimos meses los talibanes ganaron terreno en varias provincias afganas, aprovechándose de una crisis política en Kabul por los resultados de las elecciones presidenciales del 14 de junio.
La última serie de ataques de los insurgentes se ha centrado en el distrito de Ajristan de la provincia oriental de Ghazni, después de las ofensivas en las provincias de Helmand, de Kandahar y de Logar.
"Los insurgentes decapitaron a 12 civiles en cuatro pueblos", declaró a la AFP el vicegobernador de la provincia de Ghazni, Mohamad Ali Ahmadi.
"No tenemos un balance detallado, pero estimamos que entre 80 y 100 personas murieron en la última semana" en esta ofensiva, dijo. Añadió que cientos de talibanes participaron en estos combates contra las fuerzas afganas.
"Actualmente, la situación es realmente crítica en este distrito. El gobierno central nos dijo que había enviado refuerzos", explicó Ahmadi.
El número dos de la policía de Ghazni, Asadulá Ensafi, lo confirmó.
Esta ofensiva tuvo lugar en plena transición política en Kabul, con el anuncio esta semana de la victoria del economista Ashraf Ghani en las presidenciales de junio y la formación de un gobierno de unión nacional con su rival Abdula Abdula, que denunciaba fraudes masivos.
Abdula ejercerá de jefe del ejecutivo, una especie de primer ministro, tras este acuerdo que puso fin a tres meses de crisis y parálisis política.
Ghani, ministro de Finanzas entre 2002 y 2004, sucederá así a Hamid Karzai, quien dirige el país desde la intervención militar liderada por Estados Unidos contra los talibanes, a finales de 2001.
El futuro gobierno heredará la ardua tarea de estabilizar el país al final de la misión de la OTAN (ISAF).
La ISAF, con 41.000 soldados, prevé retirar todas las tropas de combate del país antes del final de año, después de 13 años de presencia que no han permitido acabar con la rebelión de los talibanes.
Se quedará una fuerza de unos 12.000 militares extranjeros para formar y apoyar a las fuerzas locales frente a la insurgencia.
El nuevo ejecutivo podría relanzar el proyecto de negociación con los talibanes para poner fin al conflicto que en los primeros ocho meses del año dejó 2.300 civiles muertos, según la ONU.
No obstante, los talibanes afganos exigen que se vayan todos los militares extranjeros del país antes de sentarse a la mesa de negociaciones para intentar llegar a un acuerdo de paz.
Esta semana, los talibanes calificaron a Ghani y Abdua de "nuevos empleados estadounidenses en el gobierno de Kabul".