Según Ninfa Carolina Menjura, magíster en Hábitat de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.), es urgente modificar el enfoque desde el cual se aborda la necesidad de potenciar aún más el Aeropuerto.
En ese sentido, el estudio de los hábitats urbanos puede aportar una nueva lectura a una problemática entre dos partes que aún son antagónicas y que no se ha resuelto.
Después de visitar 12 barrios y una unidad residencial de las localidades mencionadas, la investigadora confirmó que se viene generando una serie de afectaciones, las cuales han disminuido la calidad de vida de sus habitantes.
En efecto, la autora observó que todavía no se ha implementado un plan de manejo ambiental consistente con una de las problemáticas más preocupantes: los niveles de ruido superan los 65 decibeles reglamentados por autoridades como la Organización Mundial de la Salud, lo cual incrementa el riesgo de estrés y genera perturbación del sueño, deficiencias en la comunicación oral, afecciones nerviosas, efectos sobre el sistema circulatorio y daños en el equilibrio.
Por otro lado, ante la congestión de las vías que conducen a El Dorado, muchos automóviles, e incluso vehículos de carga, se adentran en los barrios produciendo más ruido, trancones y contaminación ambiental.
La investigadora indica que las rutas del transporte público responden más a las necesidades de las fábricas que funcionan alrededor, que a las de los vecinos del sector.
Así mismo durante la noche, cuando cesan las actividades económicas, aumenta la inseguridad en los barrios.
Otro de los problemas reportados en la investigación tiene que ver con la incertidumbre con respecto a la propiedad y la desarticulación de las redes vecinales que se han formado en los últimos años para manifestar las inconformidades de la comunidad.
“Antes que nada es necesario reconocer que existe un conflicto en cuanto a la habitabilidad de estos sectores. Se debe fomentar el diálogo entre pares y la apertura de espacios de participación en los que se tengan en cuenta los planteamientos de la comunidad. El hábitat no solo implica la vivienda, sino también la relación subjetiva de las personas con el entorno”, comenta la investigadora.
En ese contexto, agrega, el Estado ha adolecido de una política que comprenda el hábitat humano como un escenario de protección en el que se garanticen los derechos de la ciudadanía.
“Se tiene que visibilizar la vida de estos barrios, habitados por gente que también existe, que ha contribuido al crecimiento de la ciudad y que quiere seguir viviendo allí”, concluye.