90 días a bordo de un nuevo Santos | El Nuevo Siglo
Domingo, 2 de Noviembre de 2014

Estos tres meses han permitido evidenciar que la reelección sí trajo modificaciones en la gestión gubernamental. Las políticas base se mantienen pero el modo de ejecución varió y el país se enfrenta a un ritmo distinto. Análisis

A punto  de cumplir los tres primeros meses de su segundo mandato, es claro que el estilo y modelo de gobierno del presidente Juan Manuel Santos ha cambiado. Y no se trata de variaciones superficiales o de simple forma, sino de ajustes mucho más profundos que ponen de presente, de entrada, que la tesis según la cual reelección significa necesariamente continuismo o más de lo mismo, está mandada a recoger.

Una de las frases de batalla del entonces Presidente-candidato durante la campaña fue aquella según la cual “hemos hecho mucho, falta mucho por hacer”. Y precisamente, desde su discurso de posesión el pasado 7 de agosto fue obvio que el Jefe de Estado estaba pensando en aplicar un nuevo ritmo a su gestión.

Ya para entonces se sabía que el vicepresidente Germán Vargas Lleras no cumpliría el rol de sus antecesores, sino que sería el encargado de todo el sector de la infraestructura, lo que implicaba, de entrada, que tendría un margen de acción bastante amplio y que por lo menos dos o tres ministerios estarían bajo su directa coordinación.

Cuando Santos confirmó que el segundo a bordo tendría esas funciones y otras adicionales, entonces quedó en evidencia que el ajuste al modelo de gobierno arrancaba y con fuerza.

Hoy Vargas Lleras está considerado como el “hombre fuerte” del Ejecutivo. En poco tiempo ha recorrido casi todo el país, siempre acompañado de una capacidad de decisión muy amplia. Es claro, también, que los ministerios de Transporte y Vivienda trabajan en coordinación con él. Los grandes proyectos de infraestructura vial, como las Autopistas de la Prosperidad o las autopistas 4G, están bajo su tutela, al igual que otros desarrollos viales nacionales, regionales y hasta locales. También se le ha medido ya al tema de los aeropuertos, concesiones portuarias y hasta al del Metro de Bogotá. Igual pasa en cuanto a la política de vivienda. No en vano fueron Vargas Lleras y el ministro Henao los que esta semana explicaron los pormenores de la nueva ofensiva gubernamental para construir 400.000 soluciones habitacionales.

A diferencia de quienes auguraban que más temprano que tarde Vargas y Santos chocarían, lo cierto es que hasta el momento no hay un solo roce y, por el contrario, hablan a diario sobre las urgencias en materia de infraestructura que tiene el país.

 

 

 

Reforma ministerial

 

Pero no ha sido ese el único cambio en el modelo de gobierno de Santos. Apenas seis días después de arrancar su segundo mandato el Jefe de Estado sorprendió al país al anunciar una reestructuración a fondo del Departamento Administrativo de la Presidencia.

Una reforma que comenzó por suprimir las altas consejerías en la Casa de Nariño y se dirigió a la creación de un grupo pequeño pero poderoso de asesores directos del Presidente de la República.

Tras confirmar que el Vicepresidente sería el timonel de los temas de infraestructura, se anunció la creación de un Ministerio de la Presidencia, que en cabeza de Néstor Humberto Martínez, tiene a su cargo la agenda legislativa del Gobierno.

La mano derecha de Santos, María Lorena Gutiérrez, pasó a ser ministra consejera de Gobierno y Sector Privado, en tanto que el general (r) Óscar Naranjo Trujillo se designó como ministro consejero de Posconflicto, Derechos Humanos y Seguridad. Con el ánimo de cubrir uno de los flancos débiles del Gobierno, como lo es impactar a la opinión con lo que hace el Ejecutivo, se creó un Ministerio Consejero de Comunicaciones, a cargo de Pilar Calderón. Paralelo a ello, la Consejería de Derechos Humanos, antes en la esfera vicepresidencial, ahora tendrá más autonomía. Allí se nombró a Guillermo Rivera, en tanto que, en una muestra de que la política de paz no sufriría un timonazo, se confirmó a Sergio Jaramillo como alto comisionado. 

Es claro que tener ministros del despacho y también ministros-consejeros no sólo sorprendió por ser una figura ajena a nuestro devenir político, sino porque muchos analistas interpretaron el cambio como la creación de “súper-ministros” que tarde o temprano terminarían chocando funcionalmente con el gabinete normal. Sin embargo, con el correr de las semanas ha quedado evidenciado que no hay tal, y que en realidad el Presidente lo que hizo fue fortalecer su cuerpo de asesores, empoderándolos, con el objeto de tener un mayor margen de delegación en tareas clave.

Se trata todavía de un modelo nuevo que debe ir acoplándose sobre la marcha. Hasta el momento no se conoce de choques de los ministros consejeros con los del despacho, puesto que éstos mantienen su autonomía funcional y un protagonismo marcadamente mayor.

Por ejemplo, el titular de la cartera de Hacienda, Mauricio Cárdenas, sigue como el zar de las finanzas. En otras palabras: el encargado de conseguir la plata para el andamiaje gubernamental. Tanto en el trámite del Presupuesto para 2015 como en el de la reforma tributaria, o incluso en el anuncio de un apretón de gastos oficiales por más de dos billones de pesos, este Ministro evidenció que no cede a presiones de sus colegas y que, al final, la realidad fiscal es su carta de respuesta. Dado que la economía colombiana pasa un buen momento y que es necesario mantener el nivel en medio de un clima externo convulso, Cárdenas sigue con un peso específico bastante alto.

Aunque no faltan quienes consideran que hay una línea difusa entre las funciones de ambos, tampoco se ha visto al ministro de la Presidencia desautorizando al del Interior, o al de Posconflicto llamándole la atención al de Defensa.

En síntesis, existe en este nuevo modelo un mayor poder de delegación a los ministros, tanto del despacho como los consejeros, y ello se explica en el hecho de que al concretarse la reelección no fueron necesarios grandes timonazos programáticos ni políticos, por lo que el papel de los integrantes del gabinete se ha concentrado en acelerar las agendas que venían en desarrollo. Hay pues un perfil más instrumentador que fundador de énfasis y políticas.

 

Con los suyos

 

Ese cambio en el modelo también se puede apreciar de una forma más clara en la manera como se estructuró la nueva coalición de gobierno.

Cuando Santos asumió por primera vez la Presidencia en 2010, su principal diferencial fue la decisión de tomarle distancia a la polarización que marcaba el uribismo y optar, en cambio, por traer al Gobierno a quienes fueron sus rivales políticos y electorales. Fue así como Vargas Lleras, Rafael Pardo o Juan Camilo Restrepo terminaron ingresando al gabinete, obviamente al lado de otros titulares de cartera cercanos al exmandatario. Se puede decir, entonces, que en esos dos primeros años el Gobierno tenía una marca política semiuribista.

Dado que el expresidente Uribe se decidió lanzar de lleno a la oposición, la segunda mitad del primer mandato de Santos se hizo sin el uribismo en el Gobierno. Una diferenciación que se hizo más marcada a medida que se calentó la campaña presidencial y fue patente que el inquilino de la Casa de Nariño buscaría repetir en el cargo.

Y ahora en el arranque de su segundo mandato también hay un cambio. El Jefe de Estado integró su gabinete y confeccionó la coalición parlamentaria con los partidos y movimientos que estuvieron de frente con él en la campaña reeleccionista.

De allí, entonces, que la coalición de Unidad Nacional ya sólo tenga tres partidos base, que son La U, el Liberal y Cambio Radical, en tanto que la Alianza Verde se mantiene en la franja independiente. Como se sabe, el Partido Conservador, que hacía parte de la Unidad Nacional, se dividió en la contienda por la Casa de Nariño entre santistas y no santistas. Y ello, después del dictamen de las urnas y la posesión presidencial, se vio reflejado en el hecho de que si bien el conservatismo mantuvo cupos ministeriales y cuotas de poder en otros altos cargos, es claro que Santos ha preferido trabajar con los conservadores “amigos” y no con aquellos que no lo acompañaron en la campaña.

Sin embargo, lo que sí se mantiene casi que intacto es el poder del Gobierno para asegurar las posiciones clave. La coalición parlamentaria domina las mayorías en Senado y Cámara. La elección del contralor Edgardo Maya contó con el guiño previo de la alianza santista. Incluso en el CNE las colectividades oficialistas mantienen las mayorías. Hasta en la elección del presidente del Consejo Gremial la llegada a ese cargo clave de Bruce Mac Master, hoy presidente de la ANDI y ex director del Departamento de Prosperidad Social, es vista como un punto a favor del Ejecutivo. No hay que olvidar que el antecesor de Mac Master fue el presidente de la SAC, Rafael Mejía, que tuvo más de un encontrón con el Ejecutivo.

 

Ajustes al estilo

 

Pero no sólo el modelo de gobierno ha registrado cambios en estos casi tres meses del segundo mandato santista. También se perciben variaciones en el estilo presidencial.

Por ejemplo, se ve a un Jefe de Estado más preocupado por tener un contacto diario con sus gobernados. Las alocuciones presidenciales se han vuelto más frecuentes que en el primer mandato. Anuncios que antes se dejaban a los ministros, ahora tienen su ‘cuota inicial’ en declaraciones de Santos en la Casa de Nariño.

También se nota a un mandatario más interesado en lo internacional. Prueba de ello es que en menos de tres meses ya estuvo en una larga gira en Estados Unidos, periplo que no giró exclusivamente alrededor de la intervención en el pleno de la ONU sino que incluyó una agenda más amplia con empresarios, inversionistas y prensa. Días después, se dio una conferencia telefónica con el presidente Barack Obama en la que repasaron los temas clave de la agenda bilateral.

También hubo una reunión de alto nivel con el gobierno ecuatoriano, con desplazamiento presidencial y ministerial a ese país.

Y hoy, precisamente, el Jefe de Estado se encuentra en Europa para una gira que tiene como primera estación a España, en donde se entrevista este fin de semana con el presidente del gobierno español Mariano Rajoy y el rey Felipe VI. De allí partirá a Bélgica para reunirse con el primer ministro de ese país, Charles Michel, así como con delegados de la Comisión Europea. La siguiente parada será en Alemania para hablar con la canciller Angela Merkel. El periplo llegará luego a Portugal, en donde se tiene previsto un encuentro con el presidente Aníbal Cavaco, y el primer ministro Pedro Passos. Por último, pero no menos importante, será la reunión en París con el presidente francés François Hollande. Igualmente se tiene previsto un almuerzo con el primer viceministro británico Nick Clegg, llave de la coalición con el premier David Cameron. Precisamente esta semana que termina estuvo de visita en el país el príncipe Carlos de Inglaterra y días atrás había estado la  princesa Astrid de Bélgica.

Con todos ellos el telón de fondo ha sido, es y será uno sólo: el apoyo político al proceso de paz y el respaldo económico para financiar el costo del posconflicto, en caso de que se firme un acuerdo con las guerrillas.

 

Énfasis remarcado

 

Y es que, precisamente, en el arranque de su segundo periodo el presidente Santos ha dejado claro que el eje será no sólo el proceso de paz, para el cual recibió un mandato en las urnas, sino que se pasa ahora a una etapa más avanzada del mismo: el posconflicto.

Tanto en las gestiones nacionales como internacionales es evidente que toda la agenda gubernamental tiene como eje transversal el tema de la paz, pero no en la misma instancia y enfoques del primer mandato, cuando la prioridad era, precisamente, allanar apoyos políticos internos y externos para evitar que la negociación se rompiera.

Ahora se nota un Ejecutivo y un Presidente tan seguros de que no hay marcha atrás en este proceso, por más que falten por negociar los temas más gruesos en La Habana, que ya están pensando en cómo instrumentar la siguiente etapa referida al posconflicto. Se habla abiertamente de una Mesa de Donantes y, precisamente, la gira presidencial por Europa tiene ese énfasis: apoyos políticos y económicos contantes y sonantes.

Un énfasis gubernamental que se pone de presente también en la forma en que la Casa de Nariño y su coalición cierran puertas en defensa del proceso e incluso de los sacrificios en materia de justicia habrá que realizar o los “sapos” que el país tendrá que “tragarse” para acceder a una salida negociada a la confrontación armada.

Si bien Santos mantiene su “mantra” de no pelear de frente con Uribe, pese a que este desde el Congreso ha aumentado su arsenal de críticas al proceso, lo cierto es que el Gobierno utiliza a la coalición para replicar en términos igualmente drásticos a ese partido de oposición, pero, desde la Casa de Nariño, se opta por un tono más tranquilo. Es más, sorprendió la invitación que hiciera días atrás el jefe de Estado a su antecesor para que se sentaran a analizar el proceso de paz. Como se sabe, la propuesta no fue respondida directamente, pero sí hubo un nuevo embate de ataques al proceso e incluso a la persona del Presidente, que fue tachado de “capitulador” con la guerrilla.

Esa descalificación es paradójica porque Santos ha sido, como ministro de Defensa y luego como Presidente, quien más golpes dio a las Farc. Incluso su decisión de revelar los textos de los preacuerdos con la guerrilla en La Habana puso de presente que no se estaba negociando nada que atentara contra la institucionalidad legal ni constitucional. Esa muestra de apertura en el proceso también se hizo patente al permitir el viaje de delegaciones de víctimas de la guerra a Cuba así como al resucitar el Consejo Nacional de Paz.

Es evidente que la Casa de Nariño está hoy más que nunca jugada por terminar el proceso y firmar un acuerdo. Prueba de ello es que toma riesgos medidos, que van desde remarcarle al procurador Alejandro Ordóñez que el proceso es de competencia y manejo exclusivo presidencial, hasta darse la pela de autorizar que ‘Timochenko’, máximo cabecilla de las Farc, o alias ‘Romaña’ viajen a La Habana.

 

Pero…

 

Sin embargo, pese a las variaciones en materia de modelo de gobierno, estilo presidencial y un mayor énfasis en la madurez del proceso de paz, el Gobierno no las ha ganado todas.

Entre los flancos débiles continúa la estrategia de comunicación, que se evidencia en las bajas calificaciones en las encuestas referentes a políticas que, objetivamente, están dando resultados positivos, como el empleo o la vivienda.

La coalición parlamentaria también ha tenido picos de ‘rebelión’, como se evidencia en varias derrotas a los criterios del Ejecutivo en el marco del debate a la reforma al equilibrio de poderes.

También hay quienes consideran que a algunos de los ministros les falta protagonismo, peso específico y dinamismo funcional. Los bandazos en materia de reforma tributaria, del ajuste al licenciamiento ambiental o de la propuesta sobre ampliar las horas extras, le han pasado factura a la Casa de Nariño. Igual ocurrió con el descache de Mindefensa al revelar lo de los viajes de ‘Timochenko’ e incluso las interpretaciones desgastantes sobre los presuntos pulsos de poder con el Fiscal General. Los problemas de seguridad urbana también han tenido un efecto negativo sobre la imagen del Ejecutivo.

No menos lesivo resultó el jugarse a fondo por acabar la reelección a través de la reforma al equilibrio de poderes, pero, por otro lado, radicar a escondidas un proyecto que abrió esa posibilidad a los actuales gobernadores y alcaldes.

Como se ve, más allá de la óptica de la que se parte para evaluar el arranque del segundo mandato, es evidente que hay cambios de forma y fondo. Cambios que tienen implicaciones en la marcha y énfasis de una tarea gubernamental que si bien apenas va a completar 90 días, ya permite vislumbrar que la reelección no significó el continuismo por el continuismo…