6 candidatos por firmas… y contando | El Nuevo Siglo
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Domingo, 13 de Agosto de 2017
Redacción Política
Nunca antes se había presentado un hecho así en la contienda por la Casa de Nariño. “Neocaudillismo”, desprestigio partidista, débil democracia interna en las colectividades, movidas tácticas de cara a configurar coaliciones o ser fórmulas vice así como debilidad  programática, entre las causas y consecuencias 

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La tercera parte de los candidatos y precandidatos presidenciales en Colombia no quiere lanzarse al amparo de un partido político ya establecido y con personería jurídica vigente, sino que aspira a hacerlo a nombre de la figura de “movimientos significativos de ciudadanos”, lo que implica, entonces, que debe recoger más de 400.000 firmas ciudadanas que lo respalden.

 

Se trata, sin duda alguna, de un hecho político sui generis toda vez que es la primera vez que en una contienda por la Casa de Nariño se presenta tal cantidad de aspirantes por fuera de las colectividades, tanto de las más históricas como de las más recientes pero con potencial electoral probado.

 

¿Es bueno o malo para la democracia este fenómeno? La respuesta a ese interrogante pasa, primero, por analizar varios aspectos. En primer lugar se debe establecer quiénes son los que hoy son precandidatos o candidatos por firmas.

 

El exalcalde y exgobernador de Antioquia, Sergio Fajardo, es uno de esos precandidatos que ya inscribió su respectivo comité promotor para la recolección de firmas.

 

Si bien el fajardismo se ha movido en los últimos años al amparo del movimiento Compromiso Ciudadano, no se puede olvidar que también estuvo en las primeras de cambio del Partido Verde, que luego se convirtió en la Alianza Verde, hoy ya una colectividad establecida en la que confluyeron corrientes de izquierda (el sector de Luis Eduardo Garzón), los Visionarios (del exalcalde Antanas Mockus), el peñalosismo, el progresismo (con Antonio Navarro a la cabeza y que venía del petrismo que se abrió del Polo), el antiguo partido Verde Oxígeno (Ingrid Betancourt y Jorge Fernando Londoño) y expresiones más recientes como la de la analista política e investigadora del escándalo de la parapolítica Claudia López, su senadora más votada en los comicios de 2014 y hoy precandidata presidencial de la Alianza Verde, junto a Navarro…

 

Vista esa variopinta de corrientes y movimientos que han estado a lo largo de la construcción histórica de los verdes, de la que el fajardismo empezó a tomar distancia en la anterior contienda presidencial y más aún en las elecciones regionales de 2015, se puede concluir que el Fajardo precandidato presidencial de hoy, si bien se configura como una opción política alternativa, pudo haber buscado a la Alianza Verde para lanzar su aspiración.

 

Otra de las precandidatas por firmas es la exministra Clara López, quien hace pocos meses salió del Polo Democrático, partido del cual fue fórmula vicepresidencial en 2010 (con Gustavo Petro como candidato) y aspirante presidencial en 2014, cuando sumó dos millones de votos en la primera vuelta.

 

Luego, en las elecciones para la Alcaldía de Bogotá, en octubre de 2015, fue candidata, alcanzando un poco más de 500.000 votos.

 

Tras ello el pulso al interior del Polo entre las dos corrientes más fuertes, la del senador Jorge Enrique Robledo y el llamado “Polo Social”, de López, creció en intensidad, sobre todo cuando la excandidata decidió aceptar entrar al gobierno Santos en la cartera de Trabajo –en el marco de la renovada coalición de “Unidad por la Paz”-. El sector de Robledo rechazó esa decisión por considerar que un partido de oposición no puede participar en el gobierno del que es contradictor.

 

Ese pulso, como se sabe, se vino a resolver apenas hace pocos meses, cuando López salió del Polo y Robledo, al ser el único aspirante habilitado, prácticamente quedó ungido de inmediato como candidato presidencial de las toldas amarillas.

 

Ahora López ya inscribió su movimiento independiente “Todos Somos Colombia” y comenzó a recoger las más de 400.000 firmas para sustentar su aspiración por aparte del partido que avaló sus últimas tres aspiraciones electorales y del cual fue presidenta por mucho tiempo.

 

La exsenadora Piedad Córdoba también inscribió esta semana ante las autoridades electorales el comité promotor de su movimiento Poder Ciudadano e inició la respectiva recolección de firmas. Ella, como se sabe, hizo gran parte de su carrera política en el Partido Liberal, a nombre del cual fue congresista por muchos años hasta que en 2010 el entonces procurador Alejandro Ordóñez la destituyó por supuesta cercanía con la guerrilla de las Farc.

 

A mediados del año pasado, el Consejo de Estado tumbó el fallo disciplinario y la rehabilitó políticamente. Ya para entonces, Córdoba, que fue clave en los procesos de liberación de secuestrados en manos de las Farc y luego impulsora de la negociación de paz en La Habana, había fundado Marcha Patriótica, un movimiento de izquierda radical.

 

Lo cierto es que Córdoba no se ha planteado la posibilidad de regresar al liberalismo y también ha descartado hacer parte del partido político que van a lanzar las Farc a finales de este mes.

 

“Se está gestando un “neocaudillismo” que no tiene mayor soporte programático ni propositivo”

Y hablando del exprocurador Ordóñez, es otro de los precandidatos que están recogiendo firmas, pese a que desde cuando era magistrado del Consejo de Estado y durante sus dos periodos en el Ministerio Público (el último recortado por un fallo judicial) se sabía de su militancia conservadora. Incluso, cuando en septiembre del año pasado el Consejo de Estado anuló su reelección, ya se hablaba de su precandidatura presidencial en las toldas azules.

 

Sin embargo, en junio pasado, sorprendió un anuncio suyo en torno a que se lanzaría por firmas y no bajo la disciplina de los conservadores, en donde ya se la contaba como una carta más al lado de la excandidata Marta Lucía Ramírez y el exgobernador Ubeimar Delgado.

 

Y sigue la cuenta…

 

Otra de las sorpresas en materia de aspirar por firmas fue la del exministro de Defensa y exembajador en Estados Unidos, Juan Carlos Pinzón, quien desde hace varios meses era visto como seguro precandidato del partido de La U e incluso antes de dejar la sede diplomática –en mayo pasado– ya había venido en distintas ocasiones al país a reunirse con parlamentarios del llamado “partido de gobierno”.

 

Ya por fuera de la embajada, el tono siempre crítico contra las Farc y algunos aspectos del proceso y el acuerdo de paz, llevó a que Pinzón y el propio presidente Santos entraran en contravía. Y así, apenas tres semanas después de haber regresado al país, el exministro renunció a La U y días después inscribió ante las autoridades electorales su movimiento “Ante Todo Colombia” e inició la respectiva recolección de firmas.

 

En las calles, recorriendo muchas ciudades, también se encuentra el exalcalde y excandidato presidencial Gustavo Petro, quien a nombre de su movimiento Colombia Humana quiere sustentar esta nueva aspiración.

 

Petro también proviene de las toldas del Polo, del cual fue candidato presidencial en 2010 pero luego, tras convertirse en el principal denunciante del ‘carrusel’ de contratación en el mandato de Samuel Moreno, se lanzó a nombre de Progresistas para la Alcaldía de Bogotá, ganándola contra Enrique Peñalosa, Gina Parody, Carlos Fernando Galán y Aurelio Suárez, el aspirante del Polo.

 

Lo cierto es que un sector de Progresistas terminó ingresando a la Alianza Verde y Petro apenas si pudo salvar una curul en el Concejo de Bogotá en las regionales de octubre de 2015, lo que no le alcanza para sustentar una candidatura presidencial.

 

Y como si todo lo anterior fuera poco, esta semana el exjefe negociador del gobierno en La Habana, el exvicepresidente Humberto de la Calle, por fin anunció su aspiración presidencial, pero lo hizo con sorpresa a bordo: si bien admitió que tiene la intención de lanzarse bajo las banderas del Partido Liberal, no descartó hacerlo por firmas en caso tal de que no lo convenzan las reglas del juego que ese partido defina, en septiembre, para escoger candidato a la Casa de Nariño y coalición interpartidista de cara a la primera vuelta.

 

Sin duda alguna toda una sorpresa, pues De la Calle ha militado gran parte de su vida pública en las toldas rojas, en especial desde tiempos del gavirismo y luego como vicepresidente de Samper.

 

Aunque en el último año varias veces se dijo que el exjefe negociador podría hacer parte de un tiquete conjunto liberal-La U, al frente de una coalición en defensa del proceso de paz, lo cierto es que el condicionamiento esta semana de De la Calle a las toldas rojas nadie lo esperaba, así muchos vean detrás del mismo tan solo una estrategia para posicionarse mejor en el arranque de la contienda interna en donde el senador Juan Manuel Galán le lleva ventaja en todas las encuestas.

 

¿Entonces?

 

Ahora bien, si se analiza esa trayectoria y la forma en que cada uno de los aspirantes presidenciales que están por firmas terminó en esa circunstancia política y electoral, puede verse que no hay, necesariamente, un mismo patrón como causa y como efecto.

 

Por ejemplo, es claro que si la opción de movimientos significativos de ciudadanos se creó como una vía a utilizar por expresiones políticas nuevas, alternativas, ajenas a los partidos políticos tradicionales o establecidos o lo que los expertos suelen llamar ahora “outsider”, muy pocos de los que hoy están aspirando por firmas cumplen esa condición que, obviamente, no está tipificada como requisito legal obligatorio.

 

Fajardo podría ser el más cercano a este escenario, pero no puede decirse lo mismo de Pinzón u Ordóñez, ya que si bien son los más novatos en política proselitista tenían una clara identificación partidista a la que renunciaron intempestivamente.

 

También parece evidente que para algunos de los precandidatos que están recogiendo firmas esta opción bien pudiera ser más una movida táctica electoral que una intención real de llegar, sea como sea, a la primera vuelta. No son pocos los corrillos políticos en donde se afirma que entre este ramillete de aspirantes hay varios que, en realidad, están haciéndose notar con miras a ubicarse con opciones para ser una posible fórmula vicepresidencial en el ajedrez de las coaliciones de centro-derecha, centro-izquierda y centro que se están tratando de configurar.

 

Por otra parte si bien es cierto que los partidos políticos -históricos y nuevos- atraviesan una de sus peores épocas, al punto que en las encuestas son gravemente descalificados, también es claro que muchos de los precandidatos por firmas no se han separado de esas colectividades por el grave desprestigio que arrastran, sino principalmente porque saben que ninguna facción tiene hoy la posibilidad de llevar por sí sola a uno de los suyos a la Casa de Nariño. En ese orden de ideas, la opción  de las firmas se impone como más factible para liderar una candidatura de coalición multipardista que no esté matriculada obligatoriamente a un partido, ya que eso puede restar votos y generar quisquillosidades entre los dirigentes y colectividades que hagan parte de la misma.

 

Igual varios analistas ven en este fenómeno una estrategia para tratar de enviar el mensaje de que son candidaturas que están por encima de la polarización entre uribismo y santismo, que obviamente ya arrastra un lastre muy pesado. Sin embargo, es claro que tratándose de dirigentes que han sido protagonistas en una u otra orilla, difícilmente la opinión pública lo podrá ver, a la mayoría, como alternativas al escenario político imperante.

 

Un cuarto elemento a tener en cuenta –como lo indicara un editorial de EL NUEVO SIGLO esta semana– es que la gran cantidad de precandidaturas por la vía de las firmas lo que pone en evidencia es cómo los nombres y trayectorias personales se están colocando por encima de la institucionalidad y plataformas programáticas partidistas.

 

Es una especie de fenómeno ‘neocaudillista’ que ha tenido en Europa, sobre todo en Francia, algunos ejemplos exitosos recientes. En otras palabras: si no me gustan las reglas del juego o no me convienen, me voy con mis votos a otra parte. Esto queda más que comprobado en que prácticamente ningún aspirante ha delineado una propuesta o programa de gobierno sólido o diferenciable, y más bien se han concentrado en conseguir respaldos a punta de su imagen y popularidad.

 

Aquí no se puede dejar de mencionar que la explosión de precandidatos por firmas es un reflejo de hasta qué punto los partidos políticos en Colombia no han logrado consolidar mecanismos de democracia interna lo suficientemente transparentes que permitan a todos los aspirantes estar seguros de que la competencia será transparente y sin favoritismos por debajo de la mesa.

 

Por ejemplo, no deja de llamar la atención que mientras en el Congreso hay un duro pulso por cerrarle o abrirle el paso al transfuguismo partidista, a nivel de contienda presidencial una persona puede estar un día en una colectividad y al otro renunciar mediante una simple carta, para lanzarse como “independiente” o “suprapartidista”.

 

Se evidencia aquí un flanco débil muy preocupante en materia de fortalecimiento partidista y coherencia programática, que es elemento sustancial de la democracia. No deja de ser paradójico, por ejemplo, que varios de los aspirantes están hablando de coaliciones para defender o corregir el acuerdo de paz, pero sólo si se hacen con base en su nombre y no de los otros.

 

Precisamente por esta última circunstancia se presentan hechos tan sui generis como cuatro precandidatos presidenciales que años atrás militaron en el mismo partido (Navarro, López, Petro y Robledo, todos en el Polo). Es más, de allí Petro y López ya fueron fórmula en 2010. O qué decir de De la Calle, que ha militado en todos los gobiernos de origen liberal desde la carta del 91, siendo incluso vicepresidente de uno de ellos, pero que ahora advierte que podría irse por firmas.

 

¿Cuántos de los hoy precandidatos por firmas llegarán a primera vuelta? Nadie lo sabe. Es una situación sin precedentes en la contienda por la Casa de Nariño y habrá que dejar que las circunstancias vayan avanzando para aclarar este panorama sui generis.

 

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