38 años de cárcel a monje que asesinó colombiana | El Nuevo Siglo
Jueves, 30 de Abril de 2015

Un instructor español de kung-fu, que durante años se hizo pasar por "maestro shaolin", fue condenado a 38 años de cárcel por los asesinatos de dos mujeres, una de ellas colombiana, que conmocionaron al país en 2013, informó la justicia.

Un tribunal del País Vasco, en el norte, "ha condenado a Juan Carlos Aguilar, conocido como el 'falso monje shaolin', a 38 años de cárcel por dos delitos de asesinato de dos mujeres perpetrados el 25 de mayo y el 2 de junio de 2013", informó la justicia en un comunicado.

Había matado a las mujeres "tras recogerlas en su vehículo y llevarlas a su gimnasio ubicado en Bilbao, donde ejercía de profesor de artes marciales", en especial del kung-fu denominado 'shaolin', agregó.

También "deberá pagar 397.000 euros en concepto de indemnizaciones", señaló.

El caso había causado conmoción entre la población de Bilbao, temiendo que se tratase de un asesino en serie, después que la policía, alertada por un vecino que oyó gritos, encontrase en el gimnasio "Zen4" -del que Aguilar, entonces de 47 años, era gerente- a una mujer gravemente herida.

Trasladada en coma al hospital, la joven, Maureen Ada Otuya, una prostituta nigeriana de 29 años, murió.

Las pesquisas policiales permitieron encontrar huesos humanos en una de las salas del gimnasio, ocultos en bolsas de plástico: eran de la colombiana Jenny Sofía Rebollo, de 40 años.

Aguilar, a quien la prensa española presentó como "muy perturbado" en el momento de su detención, se había dado a conocer en los años 1990 en España proclamándose como el primer occidental "maestro shaolin" en los medios de comunicación, donde concedió numerosas entrevistas.

También había sido erróneamente presentado como excampeón de España, e incluso del mundo, pero todo resultó falso.

Se hacía llamar maestro Huang C. Aguilar y se presentaba como fundador de un "monasterio budista" llamado "Océano de la Tranquilidad".

En un vídeo difundido por él en Facebook aparecía mezclando, con fondo de música china, movimientos de kung-fu y figuras peligrosas con un sable cuya peligrosidad demostraba utilizándolo para afeitarse un brazo.