JEP reconoció al río Cauca como víctima del conflicto armado | El Nuevo Siglo
Con un acto restaurativo, la JEP notificó a las comunidades del río Cauca que este afluente fue reconocido como víctima del conflicto / Foto: Ministerio de Ambiente
Jueves, 28 de Marzo de 2024
Redacción Web

La JEP estuvo en el corregimiento La Balsa, en el municipio de Buenos Aires (Cauca), realizando una notificación sin precedentes después de acreditar al río Cauca como víctima del conflicto armado. Esta decisión, que tiene un enorme valor para las comunidades indígenas y étnicas de la región que participaron de la diligencia, instauró un nuevo concepto en la justicia: ‘notificación con pertinencia natural’.

Aunque la Sala de Reconocimiento de Verdad anunció la acreditación del río en 2023, en el marco del Caso 05 que investiga la situación territorial del norte del Cauca y el sur del Valle del Cauca, en febrero pasado la notificación de esta decisión se hizo efectiva frente a las víctimas. Ese día, con actos restaurativos propiciados por la JEP y que fueron concertados con las comunidades, la diligencia arrancó con actos de armonización que tuvieron la misma cadencia y tranquilidad con la que hoy corre el río Cauca.

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Durante la diligencia, parecía que la naturaleza entendía y celebraba la decisión. Tras largos días de intensa sequía, ese viernes, la lluvia dio paso a una emotiva jornada en la que las víctimas del conflicto se sintieron escuchadas y representadas. Un primer paso, en el proceso que lidera y acompaña la JEP, para que se reconstruyan los vínculos que los graves crímenes rompieron entre las comunidades, pero también de ellas con la naturaleza y el río. 

Según expresaron las víctimas durante la diligencia, sanar es el único camino por donde hoy desean transitar las comunidades. Se trata de los mismos habitantes de la región que durante años sufrieron los vejámenes de la guerra cuando el río, con más de 900 kilómetros de extensión, desde su nacimiento hasta la desembocadura, dejó de ser fuente de limpieza, purificación y cómplice de comadreos para los colombianos de más de 180 municipios que viven a lo largo de su ribera. La conexión se perdió en el momento que el río Cauca pasó de ser fuente de vida a un instrumento para desaparecer a las víctimas. 

Este último hecho, precisamente, fue lo que motivó la decisión de la Sala de Reconocimiento de Verdad en cabeza del magistrado Raúl Sánchez. De acuerdo con la evidencia judicial, el río fue utilizado como fosa común. Entre los años 2000 y 2004 se desplegó una conducta sistemática permitida por la fuerza pública, y realizada por grupos paramilitares, que consistió en asesinar personas y arrojarlas al Cauca con la intención de que nunca pudieran ser encontradas por sus seres queridos. 

A medida que la magistratura avanzaba en su lectura de reconocimiento y notificación al río como víctima del conflicto, el cielo se fue despejando. Una suave puesta de sol llegó para iluminar la espiritualidad del territorio. El mismo que llevaba años esperando para empezar a reconciliarse con este afluente y acercarse a él en búsqueda de sanación, esa que perdieron cuando la violencia lo contaminó y rompió con las prácticas de pueblos ancestrales indígenas y afrodescendientes, cuya armonía fluye con el agua del río.

“Los ríos tienen una importancia esencial para las comunidades. En él reciben el bautismo, es sinónimo de sanación, purificación y limpieza. Lo que queremos en la JEP es acoger a todos los actores, incluyendo a la naturaleza, y reconocer que también tiene derechos”, precisó el magistrado auxiliar Carlos Guillermo Castro, quien hace parte del equipo que lidera la investigación del Caso 05. 

Notificar a las comunidades ribereñas fue darle la bienvenida a una etapa de reconciliación entre el río y la comunidad. “El río nos enseña con su corriente, con su cauce, que no hay que dar marcha atrás, que el camino es hacia adelante. El día que lleguemos a reconocer de manera mayoritaria que la naturaleza tiene derechos, en ese momento, la humanidad será distinta. El día en que la humanidad entienda que las montañas nos hablan, los ríos lloran, los bosques nos susurran, ese día, la humanidad podrá ir dejando la guerra”, agregó el magistrado Carlos.

Los tambores, las flores, los cantos, ofrendas y representaciones folclóricas hicieron parte de las manifestaciones simbólicas con las que las comunidades abrazaron esta notificación con pertinencia natural. “El río Cauca representa la sangre en nuestras venas (...). Aquí bautizamos a nuestros familiares, aquí viven nuestros pescadores. El río Cauca nos ha quitado seres queridos, pero también nos ha brindado dicha y tranquilidad. Para nosotros es un gran triunfo que la naturaleza sea considerada como víctima porque lleva a otros elementos que nos ayudan a salvaguardar nuestro territorio”, destacó Deyanira Peña Carabalí, representante del Consejo Comunitario Cuenca del Río Cauca.

En esta notificación participaron los representantes de las comunidades ancestrales, negras e indígenas de los departamentos del Cauca y Valle del Cauca, representantes de mesas municipales de víctimas y autoridades territoriales, así como la Guardia Cimarrona y la Procuraduría delegada ante la JEP.

Un recorrido de reconciliación

Ancestralmente, el medio de transporte de las comunidades negras ribereñas ha sido las balsas y las canoas, usadas para vender sus productos agrícolas en Cali con el fin de conseguir el sustento de sus familias.

Como acto simbólico de cierre de esta notificación con pertinencia natural, las comunidades ancestrales, negras e indígenas, junto a la JEP, recorrieron en canoas un tramo del río Cauca. Las canoas representan la resiliencia, en ellas los pobladores han recorrido distintos momentos de su historia. “Nos han visto reír, llorar, despedir a nuestros seres queridos, luchar y seguir de pie”, expresó Clemente Lucumí, representante del Consejo Comunitario Cuenca Río Timba Marilópez.

En tres canoas, la JEP recorrió con la comunidad algunos sitios donde la guerra dejó huella: la Curva del Muerto, lugar donde los paramilitares lanzaban los cuerpos de las personas que asesinaban; y, la Playa de la isla, en la que algunas personas también fueron arrojadas al río. En este recorrido, las ofrendas con pétalos de rosas y cantos recitados se convirtieron en el acto simbólico y restaurativo que marca el fin de una historia marchitada para transitar hacia la reconciliación.