Pyongyang y Washington en contravía | El Nuevo Siglo
Sábado, 26 de Mayo de 2018
  • Las vicisitudes de la cumbre que no fue
  • Movidas de dos tigres cuando acechan

Las estrategias del gobernante norcoreano Kim Jong-un y las del estadounidense Donald Trump en torno a las complejas relaciones diplomáticas entre los dos países, evidencian una desconfianza mutua casi enfermiza. Las misiones políticas de lado y lado pasan rápidamente de los acercamientos a las amenazas e insultos. La Casa Blanca no se descuida y de allí que mantenga su presencia armada en esa región asiática e incluso efectuara ejercicios militares con Corea del Sur recientemente. De igual manera, la decisión de Trump de bombardear Siria y otros ataques en el pasado en varios países es cuidadosamente analizada por su homólogo asiático. Las duras declaraciones de un alto funcionario del Departamento de Estado e incluso del Vicepresidente impactaron mucho en el círculo de poder del líder comunista. Es claro que este teme que así como Estados Unidos había desarmado a Gadafi​ en Libia y a otros países que amenazaban a Occidente por sus desarrollos nucleares, algo similar podría  repetirse con Corea del Norte. En Washington, entre tanto, consideran que Pyongyang no dice toda la verdad sobre su disposición a desmantelar su arsenal atómico y sólo busca ganar tiempo, legitimidad y concesiones sin dar nada importante a cambio.

En ese escenario no debe sorprender que ambas naciones hayan  postergado el encuentro entre Trump y Kim Jong-un, que estaba programado para el 12 de junio. A pesar de que analistas y prensa internacional apostaban por un inminente acuerdo entre Pyongyang y Washington, en geopolítica los hechos tienen otro ritmo. Los bombardeos de Estados Unidos en Siria y la salida del acuerdo nuclear firmado con Irán mantienen con los nervios de punta al régimen norcoreano. Kim Jong-un, por más que se le considere un cruel déspota hereditario, mantiene una numerosísima corte militar a su alrededor, a cual más desconfiada de las intenciones de la Casa Blanca. En tal sentido, pareciera que en este caso el llamado “paraguas nuclear” es la garantía de sobrevivir para esta clase de regímenes en medio de una comunidad internacional que exige el desmonte de estos arsenales.

Los expertos que analizan la estrategia diplomática y las maniobras  políticas de Norcorea están acostumbrados a que ese gobierno suele dar un paso adelante y dos atrás, según la conveniencia. Es por esto que los escenarios geopolíticos están divididos sobre qué hubiera pasado en la frustrada cumbre Trump- Jong-un. Incluso se especula sobre qué tanta incidencia tuvo en la leve esperanza de distensión en la península asiática la especulación en torno a que el titular de la Casa Blanca podría ser nominado al Premio Nobel de Paz si conseguía el desarme nuclear del régimen comunista. Por igual otros analistas creen que Trump, con sus movidas alrededor de esta cumbre, evidencia que se mueve con felina astucia y trata de sacar ventaja al postergar la reunión para un momento más favorable a sus intereses. Citan como ejemplo la forma en que el presidente norteamericano tuvo un encuentro muy afable con el mandatario francés Emmanuel Macron semanas atrás, pero no por ello ha modificado una política proteccionista arancelaria que golpea a la Unión Europea fuertemente.

Tras la cancelación de la cita del 12 de junio es posible que en cualquier momento se vuelvan a tensionar las relaciones entre Estados Unidos y Norcorea, incluyendo que Pyongyang reanude sus pruebas de misiles en la región. A ello la Casa Blanca respondería con nuevas amenazas bélicas y sanciones económicas.

En cualquier caso, es evidente que hay dos personalidades políticas muy complejas que suelen sorprender en materia de relaciones internacionales. Y también está un escenario más amplio en juego. Por ejemplo, en medio del rol de China para distensionar la crisis entre Pyongyang y Washington, la potencia asiática se ha beneficiado de medidas menos drásticas dentro de la guerra comercial planteada por Trump.

En cualquier caso es de anotar que el desacreditado régimen de Pyongyang  ha recobrado algo de credibilidad internacional. De allí que no falten los observadores internacionales que adviertan que este no es el mejor momento para revivir la política del ‘gran garrote’ en Asia, como en los tiempos de Theodore Roosevelt.

Por ahora quedan en el cajón las esperanzas de que una eventual distensión entre estas dos naciones permitiera la posibilidad de negocios enormes, en particular para Corea del Norte que podría redirigir parte de su cuantioso presupuesto militar y lanzar un plan ambicioso en el campo agrícola para conseguir alimentar a su pueblo que sufre situaciones infrahumanas de hambre.