El refugio de la esperanza | El Nuevo Siglo
Viernes, 20 de Mayo de 2016

Por Catherine Nieto Morantes

Periodista EL NUEVO SIGLO

CRÓNICA. Hace 20 días María tuvo que llegar a Bogotá con sus 4 hijos, proveniente de Campo Alegre en el departamento del Huila para iniciar una nueva vida, ¿la razón?, es una víctima más por causa del desplazamiento forzado y ahora su destino es incierto.

 

Eran las 5:00 a. m., de principios de mayo cuando María debió salir afanosamente de su hacienda, en compañía de sus hijos de 2, 12, 21 y 22 años para salvar sus vidas, pues la noche anterior un grupo armado les ordenó la salida de su vivienda, sin mediar palabra.

 

 “A mí me tocó venirme porque las Farc me amenazó, porque donde vivía iba mucho el ejército a cargar los celulares o a que les regalara agua, entonces hacia las 10:00 p. m., llegaron 6 hombres armados, con botas pantaneras con el brazalete. Decían que iban a matar a mis hijos y a mí, me dijeron que anocheciera y no amaneciera porque si ellos volvían al día siguiente nos iban a poner una bomba en la finca”, recuerda con temor.

 

La mujer de 48 años que se dedicaba al engorde de marranos, tomó la primera chiva que los bajó desde la vereda el Esmero hasta Campo Alegre y allí buscar como fuera la salida de la región, ya que el sol pronto asomaría y sus esperanzas de vida las vería agotadas.

 

“Nos tocó empacar cada uno de a 4 mudas de ropa y allá en Campo Alegre el personero me dio una carta que decía que podía irme para cualquier parte, entonces yo no pensé más sino en Bogotá, porque la ciudad es más grande y menos lo encuentran a uno”, afirmó.

 

Nuevo mundo, nueva incertidumbre

Después de 8 horas de viaje metidos entre una turbo, María y sus hijos llegaron a Bogotá con la incertidumbre de su destino, “No traíamos plata, entonces pedíamos ayuda para que nos trajeran. Bajamos en una chiva al pueblo y ya en el camino nos recogió una turbo que venía a cargar a Bogotá y ahí nos vinimos. Cuando llegamos nos estuvimos toda la tarde ahí y amanecimos esa noche en el terminal, le comenté a un vigilante y él me dijo que buscara una personería, pero cuando uno no conoce es complicado, duramos todo el día andando hasta que llegamos a una, no sé dónde era porque no se me bien la dirección”, recuerda.

 

“Me decidí, llegué, no conozco nada, no tengo nada sino mis hijos y deseos de seguir adelante con el favor del señor”, cuenta María entre sus esperanzas.

 

 Luego de varios trámites entre declaraciones y radicación de documentos, María fue acogida en Solferino, un albergue de la Cruz Roja, donde tan sólo tiene permanencia por un mes, es decir le quedan 10 días para conseguir un lugar donde vivir. “No tenía ni idea, mi cabeza destruida, no sabía que hacer de nada, pero pues ya un poquito he respirado. Aquí en la Cruz Roja, me han servido las charlas con los psicólogos y me han ayudado mucho, además gracias a Dios aquí uno tiene su comida y su dormida, lo tratan a uno muy bien, pero ya toca buscar otro rumbo de vida, un apartamento, donde uno ubicarse y empezar de cero”, asegura la mujer quien cuenta además que será auxiliada por un mes más con el pago del primer arriendo y un bono para mercado.

 

Casa Volver

A propósito, la Cruz Roja Colombiana tiene un programa llamado Casa Volver: nuevo centro de atención a víctimas del conflicto y a través de su campaña del Día de la Banderita, la Seccional Cundinamarca y Bogotá invita a los ciudadanos, pequeños, medianos y grandes empresarios a que se unan en este mes a la adecuación del lugar que funcionará desde el próximo mes de octubre y que contará con la vinculación de más de más de 2 mil voluntarios.  

 

Gabriel Camero Ramos, presidente de la Cruz Roja Colombiana Seccional Cundinamarca y Bogotá  sostuvo que este centro busca “brindar atención a la población víctima del conflicto armado para que desarrollen procesos de medios de vida y de reconstrucción. Busca ser un complemento de la atención inmediata facilitando procesos de orientación y capacitación que los vincule a actividades productivas en la sociedad”.

 

Añadió que, “permitirá a las personas víctimas del Conflicto tener herramientas sólidas para aumentar su emprendimiento y de la consecución de recursos. Esperamos que octubre este Centro ya esté en funcionamiento pues debemos tener en cuenta que Bogotá es donde más se llegan personas desplazadas. Aspiramos atender las necesidades de las víctimas del conflicto”. 

 

Este centro permitirá la recepción de las víctimas con orientadores psicológicos y trabajadores sociales, tendrá consultorios, salones para el desarrollo de terapias alternativas, un espacio especial para los niños y niñas, y un consultorio de primeros auxilios y enfermería.

 

Inclusión Social y Reconciliación, motiva una cultura de no violencia y paz en poblaciones afectadas por el conflicto armado y otras situaciones de violencia o emergencias. Y el Espíritu Voluntario, es la esencia de la institución humanitaria para la gestión en temas de protección, asistencia y socorro, educación, planeación, desarrollo, salud y bienestar comunitario.

 

Los obstáculos de la ciudad

“Acá en la casa nos levantamos a las 6:00 a. m., nos bañamos, nos arreglamos, bajamos a desayunar, nos dan actividades, nos enseñan a hacer manillas, a hacer cositas los de la Cruz Roja, nos dan merienda, luego a las 12 el almuerzo, nos dan otra merienda a las 3:00 p. m., y ahí a las 6 p. m. la cena y mi rutina hasta ahora ha sido de comer, lavar la ropa porque nos dan útiles de aseo y ahora en otra parte nos dijeron que nos van a colaborar con un mes de arriendo y con un bono para el  mercado. Me la he pasado esta semana buscando en arriendo pero en Bogotá es terrible porque somos 5, nos cobran mínimo $700 mil, siempre nos rechazan que porque somos mucha gente, que gastan mucha agua, que arriendan sin niños o que tenemos que firmar contrato y muchas trabas, en este proyecto hemos estado con mis hijos”, asegura.

 

“Aquí hay bastantes familias, la casa es de 2 pisos es grande, tiene cocina, lavaderos, un parque de recreación para que los niños jueguen. Compartimos la habitación, mujeres y hombres dormimos aparte entre camas y camarotes”, dice la mujer que no contempla la posibilidad de volver a su tierra porque teme por su vida y la de sus hijos.

 

Su angustia es tal porque dentro de poco ya debe tener su vida organizada y conseguir un techo donde comenzar de cero, pues para vincularse laboralmente, María y sus hijos mayores de edad han recibido talleres para buscar trabajo. 

 

“Uno con la lucha de Dios sale adelante porque esto es una ciudad y con quienes he compartido uno se da cuenta que aquí hay mucha forma de ponerse a trabajar, uno necesita un empujoncito, una forma para poder empezar para salir adelante así sea poniendo una venta de empanadas, de arepas y que los hijos puedan conseguir empleo y los pequeños volver a estudiar y retomar la vida”, concluyó.