Sobre el acoso sexual | El Nuevo Siglo
Domingo, 3 de Diciembre de 2017

A raíz de las denuncias de acoso o agresiones sexuales en EE.UU. un comentario en un importante medio de comunicación dijo algo que hoy día es arriesgado decir. De cualquier manera, es algo que en la práctica solo puede ser dicho por una mujer.

Àngela Rocco DeCarlo, en el Wall Street, recuerda un consejo que le dio su madre: “Nunca entres en la habitación de un hombre en un hotel”. Y esto debido a que algunos de los abusos que salieron a la luz pública tuvieron lugar en ese tipo de escenarios. La autora del artículo relata un episodio que tuvo cuando trabajaba escribiendo perfiles de famosos para los periódicos de Chicago. Para hacer uno, entró en una habitación de hotel y se encontró un hombre descalzo y en bata que le invitaba a sentarse a su lado en el sofá. Ella se quedó de pie, con la espalda apoyada en la puerta, hizo sus preguntas y se fue. Ya no volvió a desoír la recomendación materna.

Atenerse al principio subyacente no evita, desde luego, todos ni seguramente la mayoría de los abusos. Como señala Rocco, hay hombres depredadores, y el acoso no se debe tolerar. Pero al mismo tiempo ella cree que las mujeres han de ser prudentes, o mejor dicho, realistas. Además, pone un ejemplo que vio en la primera página de un periódico. Una foto mostraba a una adolescente con un amplio escote exhibiendo un cartel: “Que enseñen a los chicos que las chicas no son objetos sexuales”. El artículo acompañado por esa imagen sostenía, resume Rocco, que “las chicas deberían poder ir tan desvestidas como quisieran y nadie, en especial los chicos, tienen derecho alguno a reaccionar”. Pero ahora es ella, no su madre, la que da el consejo: “Lo siento, señorita. El mundo no funciona así. Alguien tendría que habérselo dicho”.

Sin embargo, estas cosas ya no se dicen pues son “políticamente incorrectas”. Se tomarían como un propósito “machista” de excusar el acoso quitándole la culpa a los agresores para pasársela a las víctimas. Y, claro, es verdad que la ocasión no justifica el abuso.

Pero tampoco ocurre lo mismo con el robo, pues aquello de que “la ocasión hace al ladrón” no puede ser excusa. No obstante, nadie defiende su derecho a caminar de noche por cualquier calle hablando o chateando por su celular. Y tal derecho, en cierto modo, existe, pues ninguna ley prohíbe hacerlo. De todas maneras, y a manera de ejemplo, periódicas campañas en Transmilenio nos insisten en que estemos precavidos contra los carteristas, sin por eso negar nuestro derecho a llevar la billetera en un bolsillo exterior.

Hoy no se niega que una mujer pueda vestir como quiera. Pero también hoy parece igualmente oportuno, y a veces más difícil, afirmar su libertad de vestir modestamente. Señores pasajeros del Transmilenio, no debería haber carteristas, pero los hay. Por desgracia, hay igualmente hombres brutos o lascivos.