"Opciones de 2018 son continuismo o cambio" | El Nuevo Siglo
Foto oficina del senador Robledo
Lunes, 20 de Noviembre de 2017
Agencia Anadolu
Entrevista. El senador Jorge Robledo aspira a la presidencia y hace parte de una coalición que se presenta como alejada de la política tradicional.

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"Aquí en Colombia la decisión de votar se toma alegremente en el último minuto, esa es probablemente nuestra peor tragedia porque le facilita, a los mismos con las mismas, ganar. En ese sentido y con esta realidad, engañar a los colombianos es una ganga para los 'politiqueros'. La gente está convencida que si usted le da un tamal, usted la quiere mucho, y resulta que ese tamal es el anzuelo para llegar al poder", aseguró el candidato presidencial por el Polo Democrático, Jorge Robledo.

Esta breve sentencia funciona como el aforismo que resume las costumbres de los políticos en Colombia desde hace muchos años y en las que Robledo -nacido en Ibagué, Tolima, en 1950-, puede ufanarse de nunca haber caído. El legislador es reconocido por ser una de las voces más críticas contra los vicios clientelistas de gobernadores, alcaldes, presidentes de la República y congresistas colombianos.

Para los comicios presidenciales de 2018, Robledo impulsa una coalición con el exgobernador de Antioquia, Sergio Fajardo, y la senadora Claudia López, que pretende acumular el voto de opinión para sacar del poder a los tradicionales grupos que gobiernan al país desde hace décadas.

La Agencia Anadolu habló con él.

Usted adelanta una coalición con Sergio Fajardo (Compromiso Ciudadano) y Claudia López (Alianza Verde), ¿cuál es el objetivo de esa alianza?

El punto es este. El aspecto principal de la elección presidencial del año entrante es ver si el país votará por el continuismo o el cambio. Continuismo expresado por algunas de las opciones de la Unidad Nacional (santismo) o del Centro Democrático (uribismo).

Esta coalición aspira reemplazar a la gente que gobernó a Colombia desde comienzos de los noventa hasta estos días. Los mismos que quieren volver a ganar para manejar al país como siempre. Hay que cambiar esos grupos políticos que nosotros llamamos: “los mismos con las mismas”, quienes se caracterizan por separar su suerte personal de la suerte de la nación. Es gente que le va bien, aun cuando al país le va mal. Les importa un pepino el prójimo.

Ajenos a esos sectores existimos otros que llevamos muchos años montando opciones diferentes. Entonces, el objetivo es presentarle al país un candidato único a la presidencia y una propuesta de listas unificadas para las elecciones legislativas de 2018 que den un giro a la política colombiana.

¿Y cuándo van a elegir al candidato unificado, en qué fecha?

No, realmente no hay nada definido. Tenemos compromisarios nombrados hace varios meses y hemos conversado sobre cuáles serán los elementos programáticos que nos unen. Existen unos conocidos como combatir el clientelismo, la impunidad y la corrupción, pero se tienen que definir otras cosas.

Si Fajardo o López llegan a la Casa de Nariño, ¿qué le asegura a usted que se va a respetar lo pactado en esta coalición y no se repetirá el caso Uribe-Santos?

Ese es el acuerdo programático. Tenemos que establecer una serie de orientaciones, de criterios precisos. Hay que concebir un pacto que garantice la realización de los acuerdos que están por concertarse.

En sus discursos habla de hacer una "política diferente", ¿cuál es la característica diferencial entre usted y un candidato como Germán Vargas Lleras o el elegido por el Centro Democrático?

Hay un punto que es crucial, el de la corrupción. Yo considero que en Colombia lo que existe es una corrupción sistémica (algún exministro decía que el problema no es la corrupción, sino el sistema político que la genera y la sostiene), entonces ahí tenemos una contradicción inmensa con los que yo llamo "los mismo con las mismas".

¿Que serían quiénes?

Todos ellos, todos los que nos han gobernado en Colombia. El 100% de los presidentes han sido de los mismos sectores: inicialmente eran liberalismo y conservatismo; ahora hay otros cuatro o cinco bautizados como Unidad Nacional, más Centro Democrático, más Cambio Radical, pero, en definitiva, son lo mismo.

Nosotros desde esta orilla los responsabilizamos de todos los problemas nacionales y no me refiero a una responsabilidad caprichosa. Si usted mira gobernaciones, alcaldías, consejos municipales, asambleas departamentales y Congreso, el 99,9% de las veces en la historia fueron controlados por ellos. Eso ya marca una ruptura inmensa. El solo hecho de no elegirlos es hablar de cosas diferentes.

También sugiere que debe existir una diferencia en las políticas monetarias para disminuir la marginalidad económica...

Yo vengo haciendo todo un debate en relación al modelo económico del neoliberalismo o el libre comercio.

Hay que crear más riqueza. Colombia es un país que tiene un capitalismo mediocre, una economía de mercado subdesarrollada que la ilustra una cifra dramática. Tenemos una economía de 5.800 dólares de Producto Per Cápita (PPC): Argentina tiene 13.000 dólares, Corea del Sur tiene 27.000 dólares, EEUU tiene 57.000 dólares, si eso no mejora aquí no se puede hacer nada.

También existe un segundo problema grandísimo. Esa poca riqueza que se crea está mal distribuida. Colombia es uno de los países más desiguales en empleo, salario, salud, educación y pensiones del mundo. Esos son contenidos que vamos a atender con todo rigor y seriedad en la concepción del modelo económico.

¿Pero se puede pensar en modelos económicos exitosos en un país con una corrupción rampante?

Para poder superar una economía de míseros 5.800 dólares de PPC se presupone que debe haber una batalla a muerte con la corrupción. Porque el peor aspecto de la corrupción en Colombia no es ni siquiera que se roben la plata -que ya es gravísimo-, es el sistema que se inventaron hace 60 años "los mismos con las mismas" para poder gobernar de la peor manera y siempre ganar las elecciones. Eso explica por qué los ricos de Colombia se parecen más a los de EEUU o Europa y nuestros pobres a los de países africanos.

Si usted habla de una clase política contaminada desde hace seis décadas, suena utópico decir que se puede dirigir a este país sin nepotismo ni clientelismo.

Esa va a ser la batalla. Porque cualquiera de nosotros que gane la presidencia se va a tropezar con sectores que no van a ser amigos del cambio, pero bueno esa es la lucha: promover el concepto de que nos pongamos de acuerdo todos para realizar cambios importantes. No crea que las disputas políticas terminan cuando usted gana o pierde una elección, eso se prolonga siempre en el tiempo.

Mi primera actitud ante ese escenario es de tranquilidad. Espero hacer propuestas que sean capaces de ganar consensos o respaldos muy grandes, incluso con los que derrotemos, lo que por supuesto no involucra ninguna forma de corrupción como una manera de tramitar esas coincidencias.

¿Qué propone para alcanzar ese consenso?

Yo creo que defender la industria o el agro puede atraer a mucha gente. Enfatizar que el sistema de salud es un desastre también puede convocar a mucha gente. Nosotros no estamos sugiriendo nada que antagonice en términos de sensatez, no estamos proponiendo un modelo económico por fuera de la economía de mercado, no vamos a nacionalizar la economía o ese tipo de cosas.

Mi idea es hacer un gobierno de convergencia nacional lo más amplio posible. Crear más riqueza y distribuirla mejor. Golpear la discriminación social, que en Colombia es bárbara, contra las mujeres, los negros, las minorías y los pobres. Y finalmente enfrentar a la corrupción. Yo soy optimista que a partir de estas proposiciones podemos convocar a muchas personas que no sean del Polo, Compromiso Ciudadano o la Alianza Verde

Teniendo en cuenta que usted nunca ejerció la violencia, ¿la palabra genérica 'izquierda' puede afectarlo como candidato presidencial?

Es cierto que el rótulo de izquierda lo están usando, y lo van a usar, como una especie de satanización para ciertos candidatos. Esa es la política que se fundamenta en mentiras. Es un truco muy cómodo cuando a usted le ponen la marca de izquierdista y a ese rótulo le pegan lo que quieran: izquierda igual a lucha armada, resulta que yo nunca me he alzado en armas; izquierda igual a nacionalizar la economía, yo nunca he propuesto eso. Pero bueno, es cuestión de hacer pedagogía con los ciudadanos para no enlodar esa palabra.

La Farc dicen que la implementación del proceso de paz solo se salva con la movilización ciudadana, ¿usted cómo lo ve?

Sí, hay una crisis y discusiones al respecto, pero yo diría que el acuerdo ahí va saliendo en medio de las dificultades. Está surgiendo adelante en dos sentidos: uno, en que esa lucha armada terminó, lo que es el punto medular de este asunto; y dos, en que se está construyendo un sistema garantista para que los desmovilizados se reintegren a la vida civil de la mejor manera.

Es improbable que acuerdos complejos como estos sean perfectos, pero eso no le quita lo fundamentalmente positivo.

¿Qué es lo fundamentalmente positivo?

Este medio siglo de violencia, por donde uno lo mire, le ha hecho un daño descomunal al país. Eso lo resumió el padre Francisco de Roux, presidente de la Comisión de la Verdad, diciendo "esta fue una violencia que no arregló nada y lo empeoró todo", una frase perfecta. El simple hecho de salir de ella ya es un cambio inmenso, pero no quiere decir que todo se va a resolver.

De entrada quedan otras violencias que generan una cantidad de problemas, pero digamos que el fin de guerra va a permitir clarificar la lucha política.

Mire usted como ellos (los mismos con las mismas) no nos quieren dejar salir de este tema. Los últimos presidentes de Colombia fueron elegidos discutiendo sobre este asunto y a pesar del acuerdo, y de lo que está pasando, hacen todo lo posible para que vuelva a ser el debate definitorio de los comicios en el 2018. ¿Por qué?

Pues porque si ellos eliminan esa pelea de perros y gatos quedará claro que en todo lo demás son iguales. Les encantan las EPS y el sistema de salud único que tenemos, les encantan los tratados de libre comercio que destruyen el agro y la industria, les encanta la privatización de la educación, son gravemente responsables de la profunda corrupción que se tomó al país. Corrupción por acciones o por omisión, o porque son corruptos o porque son alcahuetas. La lucha armada ha servido para tapar la crisis social y económica. No quieren que desaparezca la discusión en ese sentido.

¿Usted va a respetar lo pactado en el acuerdo de La Habana?

Eso es parte de nuestra convicción, respetar el pacto de paz y, sobre todo, las leyes y las normas que se aprueben. No cabe la menor duda al respecto.

¿Estaría dispuesto a negociar con grupos armados como la Dirección Colegiada, una organización de poder horizontal que controla el crimen organizado en El Valle de Aburrá?

Habría que revisar las circunstancias precisas sobre ese tema una vez ganada la presidencia.

Uno de sus argumentos para frenar la violencia es mermar las agresiones verbales entre los líderes políticos, algo como lo que ocurrió en el fin de la violencia bipartidista de los sesenta. ¿Con Uribe en cabeza de la oposición eso es posible?

La frase que yo he acuñado, y estoy planteando hace mucho tiempo, es la necesidad de que un proceso de paz, este y cualquiera, vaya acompañado de lo que yo llamo el desarme de los espíritus. Colombia tuvo una violencia en la mitad del siglo XX entre liberales y conservadores incluso más grave que la de ahora. Eso lo resolvieron mediante un pacto de no echarse más bala. Ese mismo convenio incluyó un punto donde se estableció que el debate podía seguir pero de forma tranquila, responsable, no con una pelea de perros y gatos.

Si eso no se resuelve estamos expuestos a volver a formas de violencia física. Lamentablemente yo observo que buena parte de las fuerzas en conflicto continúan con este tipo de agresiones, tanto del santismo como del uribismo. Esperemos que pasen las elecciones y de pronto cambien las urgencias políticas y consideren necesario desmantelar esa tensión.

Si no son elegidos Fajardo, López o usted a la presidencia, ¿a quién le gustaría ver en la Casa de Nariño?

Si no soy yo, o alguien de un acuerdo estratégico programático, prefiero no ver a nadie en la Casa de Nariño.

Eso es imposible.

Bueno, no escojo entre la hepatitis B o la hepatitis C. Y mucho menos entre un santista. Olvídese de eso.

¿Por qué?

Porque son lo mismo que los uribistas.

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