Guerrillas y partidos | El Nuevo Siglo
Lunes, 27 de Noviembre de 2017

“Adicción estadounidense fue gran sostenedora de Farc”

En Venezuela y en Colombia hubo guerrilla en los años 60. Allá el boom petrolero atenuó la protesta agraria, sin solucionarla. Pero en ambos países la dirigencia política acordó un pacto entre los partidos tradicionales para repartirse el poder, cargos públicos, los contratos y la distribución del presupuesto. Ese acuerdo se llamó “Frente Nacional” aquí y “Pacto Fijo”, allá.

Los partidos que los suscribieron tanto aquí como allá dejaron de tener vigencia como alternativa de gobierno. Liberales y conservadores, adecos y copeyanos deben buscar otra sigla para aparecer en público. Y en elecciones para no escandalizar, son como la definición del amor gay en la época victoriana que “no puede decir su nombre”.

En Colombia los dos partidos del acuerdo pensaron que el pacto burocrático garantizaría la paz, redujeron el amplio y complejo cosmos de la historia del conflicto a una contradicción partidista. Si el pacto se hubiese limitado al reparto del gobierno por dos periodos como fue votado en el plebiscito del 58, habría mitigado la sectaria lucha bipartidista. Pero pretendieron extenderlo con una alternación durante cuatro periodos, excluyendo por ley a los contradictores. Así las cosas, en el segundo gobierno de ese Frente Nacional nacen, entre otras, las guerrillas de Farc, Eln y Epl. Ya no pertenecían a ninguno de los dos bandos y las causas profundas de la violencia nacional se expresarán por fuera de esos partidos que devendrían obsoletos.

Sin embargo, esas guerrillas tampoco captarían el sentimiento nacional.

Debería pasar más de medio siglo para reparar la brecha entre agro y ciudad, entre legitimidad y violencia. Para hallar un campo común mínimo en el cual se expresen las diferencias sin recurrir a las armas. Las Farc al inicio se sostuvieron más que todo con extorsión y ayudas internacionales, en especial de la URSS; el Eln con ayuda cubana y extorsionando a las petroleras, vistas como el símbolo antinacional de la explotación extranjera, y así se convertiría en la guerrilla mayoritaria y mejor equipada de los años 70 y 80.

En los años 90 colapsa la URSS y Cuba cae en la indigencia; el Eln, quizá por su ascendencia clerical, se negó a pactar con los capos de la coca y decayó en comparación con las Farc que sí extorsionaban a los traficantes. Ya sin ayuda internacional comunista, la más opulenta adicción estadounidense fue desde entonces el gran sostenedor de las Farc ¿Suena irónico?

Desde luego los ilusionistas callan esa realidad, inventan otra en la cual se habla de la oferta, sin mencionar la demanda que sigue creciendo por la cocaína. En Colombia, y el mundo, la guerra contra el narcotráfico pasa por el vértice goloso de las narices norte americanas que sostienen aquí un jugoso mercado de cinco mil millones de dólares al año.

Nuestra “respuesta” es la de continuar haciendo lo que se viene haciendo sin éxito desde hace cuarenta años y esperar distinto resultado: ¡fumigar las selvas!  Nadie tiene la imaginación ni el coraje de ponerle el cascabel al gato.