Política venezolana: al pie de la pared | El Nuevo Siglo
Foto Anadolu
Domingo, 22 de Octubre de 2017
Giovanni Reyes
Desde hace más de 15 años, Latinoamérica en su conjunto ha vuelto la mirada a otro lado, ignorando lo que pasa en Venezuela.

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Ya contamos ahora con los resultados de los comicios del domingo 15 de octubre, una elección más durante este borrascoso 2017 en Venezuela.  Como se esperaba, el chavismo, el oficialismo se alza, según informes oficiales, con 17 de las 23 gobernaciones.  De nuevo la oposición queda en minoría.  Los grandes cuestionamientos giran en torno a cómo un gobierno como el de Maduro que tiene una oposición del 80 por ciento en las encuestas, termina ganando y “aplastando” -al chavismo le gusta exacerbar hiperbólicamente sus declaraciones- en las gobernaciones que han estado en juego.

La oposición está acorralada en este interminable juego de humos y espejos que establece Maduro.  Si la oposición va a las elecciones malo. Las instituciones están cooptadas por el oficialismo, no hay independencia de poderes.  El planteamiento de pesos y contrapesos, propuesto por Charles Louis de Montesquieu (1689-1755) en su obra “El Espíritu de las Leyes” (publicado en 1748) dio vida a novedades que antojadizamente no han llegado a Caracas y linderos aledaños.  Por supuesto que la izquierda del precámbico descalificará este planteamiento –cualquier planteamiento que no encaje en la urdimbre de sus inflexibilidades- como un planteamiento “burgués”.  Listo y despachado.  Nada de discusión.

Y si por el contrario la oposición no va a las elecciones, también malo.  Se fortalecen los militares y los policías, los cuerpos represivos que se han encargado de aclarar cualquier duda con un saldo de más de 40 muertos en la pasada temporada de manifestaciones.  Mientras tanto, la comunidad internacional aparece como dubitativa, soñolienta, quizá las cosas son como siempre, cosas de negocios. 

Venezuela tiene petróleo, le saca buen dinero a Rusia y a China y con base en ellos, a pesar de todo tiene cierta capacidad de pago; capacidad que ha venido a menos, pero cierta capacidad al fin y al cabo.  Tómese en cuenta que para fines de octubre y principios de diciembre, el régimen debe cancelar unos 2,000 millones de dólares en servicio de la deuda.  Y a todo esto, el total de reservas internacionales del régimen estaría rondando únicamente unos 10,0000 millones de dólares. ¿Hasta cuándo quedará dinero para las importaciones luego de la destrucción, con mucho, del tejido productivo?

Una de los principales rasgos en este drama venezolano que se ha ido gestando desde hace casi 20 años, es que el gobierno no entiende que la lógica económica en la vida de las sociedades y las personas es inexorable.  El principal enemigo del chavismo es la ineptitud en el manejo económico, lo que tiene al país al borde de una crisis humanitaria.  En un sentido generalizado y dada la evidencia, hacia ello apuntan los hechos que a tientas se pueden ir cuantificando en el escenario actual de la patria de Bolívar.

Como se ha dicho en otras ocasiones, la oposición se ve huérfana ante el silencio de la comunidad internacional, especialmente de la inerme posición latinoamericana. Tal y como lo sostiene la corriente económica de la “maldición de los recursos naturales”, los países que la tienen “fácil”, producto de su notable dotación de recursos naturales, tienden a ser sociedades disfuncionales.  Esas sociedades pueden verse fácilmente transformadas en receptores de recursos financieros contundentes e intempestivos. 

Esta condición tiende a generar significativas distorsiones en los sistemas de precios.  No es de extrañar el aparecimiento de burbujas en sectores económicos como la construcción, y las presiones inflacionarias van apareciendo, producto de capitales que -sin impactar en mayor grado los procesos productivos- buscan con mayor intensidad una cantidad relativamente estable de bienes y servicios.

No hemos aprendido

Escenarios como estos se han podido identificar desde los tiempos de la Reina Cleopatra (70 A.C. a 30 A.C.).  Ella no habría ahorrado voluntades en fabricar monedas con el fin de financiar sus ejércitos.  De esos factores -más en función del Imperio Romano- surgió una de las primeras crisis inmobiliarias de las que se tiene documentación, allá por el año 30 después de Cristo.  Esas condicionantes forzaron al Emperador Diocleciano –con un reinado entre el año 284 al 305 D.C.- a realizar lo que habría sido el primer control de precios, salarios, y a llevar cabo la primera reforma monetaria con el “nuevo denario” de esos tiempos.

¿Aprendimos algo? Pues al parecer muy poco. En condiciones de ignorancia o de temores exacerbados ante el poder político del momento, terminan imponiéndose las torpezas en la política económica, como parte de las disposiciones públicas.

Esta situación hace recordar una frase adjudicada al Premio Nobel de Literatura Francés de 1947, André Gide (1869-1951): “Todo está ya dicho, pero como nadie escucha, es preciso comenzar de nuevo”. No de ahora, sino desde hace más de 15 años, Latinoamérica en su conjunto ha vuelto la mirada a otro lado, ignorando lo que pasa en Venezuela.  El fallecido Chávez optó por la diplomacia de chequera y eso fue posible sostenerlo, mientras los dividendos del petróleo inundaban los mercados venezolanos.

Eran tiempos en donde se podían repartir prebendas dentro y fuera de Venezuela, en donde se fortalecieron grupos de países a fin de propiciar, entre otras consideraciones, la impunidad que se regía desde Caracas.  Se llegaron a aglutinar naciones alrededor de posturas ideológicas que en lo interno de la sociedad venezolana fueron teniendo dos efectos complementarios, componentes que se unieron en una dinámica viciosa: (i) dependencia de importaciones, las que pasaron de 21,000 millones de dólares en 1999, a 64,000 millones de dólares en 2016; y (ii) destrucción del tejido productivo interno aparejado con una importante embestida oficial contra las empresas que operaban en el país.  Algunas de ellas subsistiendo con base en las reservadas de heroísmo, aún resisten.

Razones sin sentido

No hubo renovación, mantenimiento o impulso productivo.  Lo que ha existido en Venezuela es el secuestro de una coyuntura histórica internacional en donde prevalecieron precios altos del petróleo.  Ahora se impone el libreto de sangre, que hace recordar a los represivos regímenes militares en Centroamérica, con toda la marca tragedias ascendentes que dejaron.

Ahora el régimen del Presidente Maduro, en lugar de abrir espacios de diálogo, ha recurrido al reiterado juego de señalar culpables, aumentando la presión de los cuerpos de seguridad. Lo señala el ex-presidente uruguayo Julio Sanguinetti: “es poco probable que acciones internacionales puedan moderar al gobierno de Maduro”, aunque algo puede lograrse.  Cada vez más el rostro de la dictadura se impone, mientras el “falso barniz de legitimidad” trata de imponerse.

Lo que se presencia en Venezuela es la fachada de instituciones hechas a la medida del gobierno. También los grandes dictadores ganaban las elecciones por no menos de 90 por ciento.  Si la comunidad internacional desea asumir eficazmente su papel en este caso, debe afectar los aspectos económicos. En aquello que se haga sentir en los sectores de poder real y formal; medidas peguen en el bolsillo de las corporaciones, la burocracia y los cuerpos de seguridad que sostienen al régimen.  Como todo en la vida, a más tardanza mayores costos para el remedio, para que un día la normalidad vuelva a Venezuela.

(*) Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor de la Universidad del Rosario.

 

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