Aniversario | El Nuevo Siglo
Lunes, 9 de Octubre de 2017

“Nunca pensé que esta columna llegaría a los 20 años”

Esta columna cumple veinte años. Me la sugirió Arturo Abella en noviembre del 97 a raíz de su lectura de un premio nacional por un libro de ensayos que me había dado Colcultura. Pensé que sería cosa de un año, y se me fue la mano. Recién se había confirmado la entrada masiva del narcotráfico a la campaña del presidente Ernesto Samper.

Estados Unidos como mayor engranaje del narcotráfico mundial había aumentado su hedonista consumo. Se sentía la presencia de una atmósfera narco con el surgimiento de ese nuevo estrato, cerca de un millón de colombianos ya se nutrían de esa cadena, según algunos analistas. Había especulación en finca raíz, narco-toyotas en abundancia, desarraigo y violencia.

Ese gobierno había llegado al poder financiado por los narcos según vinimos a saber quiénes habíamos votado por él. El presidente optó por quedarse alegando que él no tenía ni idea de lo que había ocurrido. Mientras sus segundos eran tomados presos, él se valió del fuero para asegurar su impunidad y con los mismos congresistas que lo patrocinaron logró ser perdonado, por lo mismo que ellos también habían hecho… Desde entonces el partido liberal que lo respaldó no ha podido recobrarse de lo que se conoce como la era del elefante. Es un partido en vías a la extinción, sin principios y sin brújula.

El siguiente presidente, Andrés Pastrana, entendió que el país no sería viable al ser el único estado del continente en guerra interior con una guerrilla exacerbada. Logró ser electo con la bandera de paz, ofreció incluso negociar el modelo económico, pero las Farc creían que podrían llegar al poder a bala y fracasó ese intento bien intencionado. Su fracaso dio paso a un sentimiento nacional de repudio contra la guerrilla. Y Álvaro Uribe Vélez, quien había sido un eficaz gobernador de Antioquia, logró ganar la elección. Su periodo coincide con un auge mundial del valor de las materias primas que beneficiaron el surgimiento de caudillos regionales en Venezuela, Bolivia y Perú. Y que, como él, lograron hacerse reelegir, en su caso. violando la Constitución, vía al cohecho.

Uribe opta pues por la mano dura contra la guerrilla. Propone con su ministro de Defensa, Camilo Ospina, darle como estímulo a las brigadas militares una gran suma de dinero por cada guerrillero muerto. La mayoría de las brigadas vieron en esto un buen negocio. Reclutaron jóvenes para el servicio militar, los trasladaron a las zonas de guerra, los disfrazaban de guerrilleros, los mataban y cobraban el dinero. A este crimen de lesa humanidad, se le dio el eufemismo de “falsos positivos”. Como el escándalo era mayúsculo y los dineros pagados venían de USA y El Reino Unido, se sustituyó al ministro por Juan Manuel Santos quien tenía gran influencia en los medios de comunicación. Y luego para mayor seguridad de cobertura, nombraría como vicepresidente a Francisco Santos, de la misma familia de comunicadores. Lo demás son hechos recientes que se han tratado en esta vieja columna.