Las 4G no se detienen | El Nuevo Siglo
Jueves, 22 de Septiembre de 2016

La locomotora de la infraestructura vial en Colombia sigue su avance pese a un panorama económico complejo no solo en el país sino a nivel regional e incluso mundial. Por ello la noticia de que todos los proyectos de la Primera Ola de concesiones para Autopistas de Cuarta Generación (4G) ya completaron sus respectivos cierres financieros tiene una importancia superlativa, porque significa que las diez  concesiones ya lograron acreditar no sólo el respaldo crediticio para adelantar la obra y las respectivas garantías sino los requerimientos de capital, entre otros requisitos.

El valor de esta primera ola de proyectos es de 12 billones de pesos y beneficiará principalmente a desarrollos viales en el suroccidente del país. Lograr los cierres financieros no sólo implica que los consorcios adjudicatarios tienen la suficiente solidez, experticia y músculo financiero para sacar avante estas megaobras, sino que el sistema financiero local e internacional así como las aseguradoras le dan un espaldarazo muy significativo a todo el programa de las 4G. Un programa que, en sus tres olas, contempla ya más de 21 megaproyectos viales en todo el país, por un valor superior a los 26 billones de pesos, a los que se suman casi una decena de proyectos por la modalidad de Asociaciones Público Privadas de Iniciativa Privada, que demandarán una inversión superior a los 10 billones de pesos. La idea es construir o intervenir más de 5.300 kilómetros en 30 carreteras modernas, con los mejores estándares de ingeniería y capaces de llevar al país a superar el atraso en materia de infraestructura vial, que ha sido el principal cuello de botella de Colombia en las últimas décadas para tener un sistema de transporte por carretera eficiente en cuestión de costos, tiempos de los trayectos, conectividad y valor agregado en materia de competitividad comercial regional, nacional e internacional.

Varios de los proyectos de la Primera Ola de las 4G ya están en proceso de construcción, otros en etapas de en pre-construcción y revisión final de diseños, así como de compra de predios, licenciamiento y todos los procesos que son necesarios para abocar proyectos de gran envergadura que, de entrada, implican un empujón determinante para el sector real de la economía por su impacto en cuanto a demanda de mano de obra, materiales de construcción, flujos de capital local y extranjero y todo el movimiento productivo derivado de estas megaobras. A ello debe sumarse la plusvalía que contar con modernas y eficientes redes viales le significa a las zonas de influencia de las autopistas, algunas de ellas prometidas y anheladas desde hace varias décadas, pero que sólo ahora, bajo la coordinación del Vicepresidente de la República, que lidera todo el plan de infraestructura de este gobierno, se empiezan a volver realidad.

En un país en donde no pocos megaproyectos viales han terminado imbuidos en escándalos de sobrecostos billonarios, graves fallas en diseños, retrasos alarmantes en la entrega de las obras, carruseles de otrosí contractuales y adiciones presupuestales, demandas interminables ante el contencioso-administrativo  y tribunales de arbitramento, así como pleitos desgastantes por el tema de predios y licencias ambientales, el cierre financiero de todos los proyectos de la primera ola de las 4G pone de presente que el sistema de adjudicación, concesión, licitación y contratación aplicado en las tres fases del programa está suficientemente blindado y los márgenes de riesgo imprevisto o problemáticas sobrevinientes son extremadamente bajos. Estado, concesionarios y adjudicatarios se tornan así en socios estratégicos y aseguran por esa vía que las obras se construyan en los tiempos, las exigencias de calidad, los costos y los cálculos de retorno de inversión proyectados inicialmente.

Como lo dijera meses atrás el Vicepresidente de la República, a partir de este 2016 ya más de 25 proyectos deben empezar su etapa de construcción y los años venideros serán los de las “grandes cosechas” en materia de infraestructura vial. A medida que ello ocurra la competitividad comercial será mayor y el país puede aprovechar con mejor potencial los tratados de libre comercio en vigor, que exigen de los países contar con redes de carreteras, aeropuertos y puertos modernos y eficientes.

Obviamente cada uno de los proyectos ha tenido que superar retos muy puntuales y vendrán más. Es algo natural en materia de megaobras y lo importante es que tanto el Estado en su conjunto como los consorcios y las comunidades del área de influencia puedan encontrar las soluciones de forma rápida y objetiva. Para ello, dentro de los criterios de desarrollo sostenible, la locomotora de la infraestructura debe mantener su ritmo e incluso aumentarlo progresivamente.