La esperanza en el conejo | El Nuevo Siglo
Sábado, 1 de Octubre de 2016

Una de las mejores columnas sobre los acuerdos de La Habana apareció en Portafolio de manos del consultor Luis Klein. Sin la rimbombante prosa de los abogados y los intrincados términos de los economistas y demás humanistas, este consultor privado concreta el punto: esa hiperbólica burocracia, esa para estatalidad, esa infinidad de obligaciones adquiridas ¿Con qué las vamos a pagar y cómo la vamos a cumplir?

Partiendo de la base, como corresponde, que estaremos en presencia de una nueva realidad política porque estamos en frente de una nueva Constitución política, el interrogante obligado es: ¿Todo lo allí escrito es carreta o norma de obligatorio cumplimiento?

Y sobre ella hay dos grandes tesis: la primera dice que es vinculante, que para eso se encargaron que proviniera de un acuerdo internacional especial; que hiciera parte de la Constitución a través del bloque de constitucionalidad y que contara con comités de seguimiento y verificación conformado por “las Partes”.

Otros, más pragmáticos quizás, pero más descarados también, sostienen que los acuerdos se hicieron para incumplirse y que existe una especie de acuerdo tácito de incumplimiento entre los firmantes.

Se apoyan en irrefutables razones: (i) no hay plata para pagar ni el 10% de lo allí acordado; (ii) nadie los conoce y peor aún, nadie los entiende, con lo cual al momento de su implementación la oposición será total; (iii) no hay la tierra para la denominada trasformación integral rural de la mano de la reforma rural integral (RRI) pues se pretende conformar un fondo con 3 millones de hectáreas cuando Colombia tiene apenas 7,1 millones de hectáreas cultivadas y el total de baldíos es 1,7 millones de hectáreas y (iv) no cuenta con la mínima legitimación popular gracias a que para su aprobación se requiere un exiguo 13% del censo electoral, lo que evidencia la insostenibilidad política del mecanismo refrendatario.

Todo lo cual les permite inferir que de lo que se trata es de hacerle un conejo a las Farc. Se pretende que ellos dejen las armas a propósito de los acuerdos y una vez abran los ojos y aprendan lo que es el “establecimiento”, ahí se darán cuenta que todo lo acordado es de imposible cumplimiento.

Aun cuando hacerles conejo a los terroristas no me suena éticamente bien, lo que me parece es que esa descarada postura desconoce la gigantesca inseguridad política y jurídica que están generando, amén de la desilusión colectiva de los que aún creen en la palabra gubernamental, lo que conllevará a una parálisis efectiva en la inversión y en el desarrollo, ejes fundamentales, esos sí, de la Paz.

@rpombocajiao

*Miembro Corporación Pensamiento Siglo XXI.