El estallido del populismo | El Nuevo Siglo
Domingo, 27 de Agosto de 2017

El próximo miércoles Roberto Ampuero y Mauricio Rojas presentarán el Bogotá el libro que da nombre a esta columna, y del cual son coautores junto con otros líderes políticos, académicos e intelectuales iberoamericanos que, desde distintas atalayas, han contemplado el retorno de este viejo fantasma a la escena política de las democracias a ambos lados del Atlántico.  Como abrebocas para el lector curioso (y preocupado), van a continuación algunas de las reflexiones que ofrece este conjunto de ensayos:

Sobre el concepto.  “¿Qué es el populismo?  Ante todo, la política irresponsable y demagógica de unos gobernantes que no vacilan en sacrificar el futuro de una sociedad por un presente efímero.  En el tercer mundo, viene disfrazado de progresismo” (Mario Vargas Llosa).

Sobre su naturaleza.  “El populismo es por naturaleza ecléctico, camaleónico.  Una lectura del populismo a partir de la ideología resulta a menudo inútil.  Más provechoso para la comprensión del fenómeno es entender qué grupos, qué bolsones sociales y qué personas se identifican con el líder populista” (Álvaro Vargas Llosa).

Sobre el líder populista.  “Ése es el ‘hombre de acción que a todas sus huestes trae redención’ (…) que desde el poder purificará y organizará la sociedad, mostrándole el camino de la verdadera convivencia, liberándola de sus opresores” (Enrique Krauze).

Sobre su paranoia.  “Los regímenes populistas suelen necesitar de cierto grado de crispación, de permanente beligerancia, para mantener encendida la llama emocional.  Para eso nada mejor que la existencia de un enemigo externo” (Yoani Sánchez).

Sobre sus promesas.  “Bernard-Henri Lévy señala entre las características principales de los regímenes populistas ‘la promesa de los milagros’.  Nunca se cumplen y se quedan lejos de la verdad, anulada por el poder.  Decide el poder, no la comprobación de la verdad de los hechos (…)  Fabricar un espejismo es hacerse con un arma política” (Sergio Ramírez).

Sobre el origen del populismo.  “Aún hoy es difícil explicarse cómo la clase política de los años noventa, junto con importantes sectores sociales, no pudieron tener clara conciencia del riesgo que corría la república y que, lejos de neutralizar dichas amenazas, fueran abriéndoles las puertas a medida que se agravaban” (María Corina Machado).

Sobre el populismo y la justicia.  “El kirchnerismo, como todo gobierno populista, siempre detestó a la justicia y la vio como un aparato incómodo, que debía ser colonizado o subyugado” (Gerardo Bongiovanni).

Sobre su desprecio por la libertad individual.  “Detrás de fórmulas, propuestas y programas (...) se encontraba un desprecio por el derecho que tiene cada individuo a elegir sobre la mayoría de los aspectos de su vida, acompañado de una arrogancia de poseer un conocimiento superior al resto de los mortales” (Gabriela Calderón).

Sobre su desprecio por el Estado de Derecho.  “El movimiento social tiene la inigualable capacidad de crear legitimidad por encima de la ley” (Juan Claudio Lechín).

Sobre la responsabilidad de la clase política.  “En rigor, cada vez que la clase política de una república -no importa cuán próspera, moderna o igualitaria ésta sea- se desacredita y desprestigia ante los ciudadanos, crece el peligro de que éstos caigan en las garras del populismo” (Roberto Ampuero).

Sobre su “adanismo”.  “Para el populismo su arribo al poder no representa una nueva etapa en la historia del país, sino una suerte de refundación o renacimiento a partir del cual comienza su historia” (Cristián Larroulet).

Sobre su carácter anti-democrático.  Los populistas invocan permanentemente la democracia directa… “no es sólo un artificio retórico, sino que, en caso de llegar al poder y contar con las condiciones propicias para ello, se transforma en el ariete fundamental con el que se debilitan los mecanismos democráticos representativos, creando una institucionalidad paralela o ‘una red de contrapoderes’” (Mauricio Rojas).

Tal vez ha llegado la hora de tomar en serio la pregunta por los riesgos que enfrenta la democracia colombiana actualmente.  Y de ir pensando, sin pánico ni ingenuidad, en lo mucho que estará en juego en los comicios del próximo año. 

*Analista y profesor de Relaciones Internacionales