Sentido del plebiscito | El Nuevo Siglo
Miércoles, 31 de Agosto de 2016

Es la primera vez en la historia colombiana que se dará curso a un plebiscito en los términos del actual. La última figura parecida se dio en 1957, pero aquella, en sentido lato, fue un referendo y, sobre todo, no había una democracia en curso, sino que se convocó a fin de derribar el régimen militar e imponer las instituciones. De modo que no es comparable, aunque entonces se llegó a una afirmativa del 70 por ciento del censo electoral.

Hubo algunas ideas precedentes de democracia plebiscitaria, como en el caso de Simón Bolívar, pero en esa época más bien se recurrió a los cabildos abiertos o las asambleas comunitarias para tomar tal o cual decisión. En cierta manera, cuando el Libertador preguntó, en esa dirección y en las diferentes provincias de Colombia incluidas las de Venezuela y Ecuador, si se mantenía la unión grancolombiana hubo una mayoría por el Sí, aunque las minoritarias que se situaron por el No ganaron después, fruto del infausto torbellino político que terminó en colapso.

Posteriormente, en las provincias centrales que determinan la Colombia actual, el uso común fue el de las constituyentes, por medio de las cuales se adoptaban las instituciones después de ganar, uno u otro bando, las guerras civiles o de dar al traste con dictaduras bastante esporádicas. Solo la Asamblea Constituyente de 1991 se produjo a partir del consenso, sumando la totalidad del espectro político, inclusive guerrilleros recién amnistiados.

De hecho, la amnistía ha sido la fórmula tradicional para equiparar las cargas y suele concederse, en la historia nacional, a los derrotados y quienes han pedido perdón. En la actualidad, frente a la guerrilla más vieja del país, se vuelve a vivir ese episodio recurrente, pero por primera vez bajo las condicionalidades que impone el Estatuto de Roma, cuyos fiscales y magistrados aún no se han pronunciado y solo lo harán una vez se conozcan los verdaderos alcances de la llamada jurisdicción especial de paz, cuando se tramite en el Congreso colombiano la ley correspondiente, y ellos acepten o no que, en vez de privación efectiva, se den escuetas restricciones a la libertad para resarcir delitos atroces y crímenes de guerra, ampliamente penados en el concierto internacional.

En la actualidad, precisamente, se busca que a través de un plebiscito el pueblo colombiano se pronuncie sobre si respalda, sí o no, esa fórmula, denominada de justicia transicional y que supone una amnistía parcial condicionada a que los máximos responsables de la subversión sean sancionados con trabajo comunitario. Es lo que contiene, principalmente, el Acuerdo de La Habana con algunas materias adicionales que, como dice el ex presidente Gaviria, no hacen parte del núcleo de lo convenido.        

En tal sentido el de ayer fue un día determinante para el plebiscito fijado para el próximo 2 de octubre. El Presidente de la República definió el texto de la pregunta que se someterá a consideración de la ciudadanía. Y lo hizo con base en el título del acuerdo final que fue firmado el miércoles de la semana pasada en Cuba, y que se deriva del mismo nombre que se había dado a la agenda de negociación que las partes dieron a conocer en agosto de 2012. Más allá de la polémica entre semiólogos y neurolingüistas alrededor de la redacción y efecto que tendrá en el potencial elector cada palabra del interrogante, así como de la previsible controversia entre los defensores del Sí o el No en torno a si se cumplió el condicionamiento de la Corte Constitucional sobre la neutralidad y claridad de la pregunta, lo cierto es que esta parece lógica y no se ve que vaya a inducir el criterio de cada ciudadano a la hora de votar. Además, más allá de la complejidad de un texto que tiene más de 297 páginas, la verdad es que lo negociado con la guerrilla, o al menos la percepción que cada quien tiene de ello, se está volviendo epidérmico en todos los colombianos y es tema de discusión y debate en cualquier rincón del país. En ese orden de ideas, pensar que la pregunta será determinante para que una persona, al leerla en el cubículo de votación, termine definiendo su postura, es un tanto utópico.

A 32 días de la cita en las urnas y conocida ayer la reglamentación de las campañas por parte del Consejo Nacional Electoral, se podría decir que la mecánica del plebiscito está lista y que ahora lo importante es concentrarse en explicar de forma clara y concisa qué se negoció y qué no, para que la gente vote a conciencia. Ese es el sentido del plebiscito.