¿Cuál democracia? | El Nuevo Siglo
Domingo, 22 de Julio de 2018

Hablando de política, en calidad de fórmula la vicepresidencia de Colombia, de Viviane Morales, conocí el mundo real. Como académico creía en las razones de la democracia, de una república, de un Estado; también en el profesionalismo y la responsabilidad de los medios de comunicación. Además, asumía una mínima madurez moral de todos los candidatos.

Y resultó que estaba equivocado, la realidad, supera cualquier guerra de las galaxias: muchos electores se dejan manipular por cualquier frase con sabor a dulce. Sin pensar se casan con promesas imposibles, con ideologías de moda, con lo que los ignorantes piensan de su jefe, con sentimientos sin sustento, con una verdad sin realidad.  

La verdad, la lógica, la sindéresis de los programas de los políticos no interesan, sus capacidades, preparación, experiencia y sus logros menos. Su formación moral tampoco. Ese refrán que nos recuerda: “dime con quién andas y te diré quién eres” murió con los abuelos.

Los partidos políticos, con pocas excepciones, se convirtieron en propiedad privada, sin cosmovisión, axiología, antropología, principios y valores.  Acomodando todo a los intereses de las roscas de sus directores. Mientras que los mensajes de los medios son difundidos sin moral alguna, y, en consecuencia, las mayorías terminan siendo víctimas de las trampas de la escuela conductista o de mercadeo. Las mentiras -o técnicas de mercadeo- son la estrategia para vender la imagen de los líderes, haciendo ver, a la vez, como monstruos a unos y santos a otros, llevando a que idolatren a tramposos y vean como tramposos a políticos honestos. 

Pero este sainete no es nuevo, lo nuevo es la tecnología, y la experiencia de los expertos en manipular las masas ignorantes, confiadas, desprevenidas. Por lo que queda claro que “el mal no está en las sabanas”, la solución no está en “vender el sofá”. Por lo grave de lo dicho es que todos saben que esta es la realidad de Colombia y no hay quien quiera coger el toro por los cachos. Siendo que la solución está en la educación, esa educación que debe empezar en el vientre de la madre y en la familia, y que termina con la muerte natural, a cualquier edad. Se trata de una educación centrada en la persona humana, la vida, su dignidad y el bien común, centrados en la verdad (la adecuación de la mente a la cosa -la realidad-), la libertad (señorío sobre el yo, autodominio) y el amor (la donación, incondicional, del yo al tú). También en las virtudes fundamentales de Platón (428 – 347 a. C.) o hábitos operativos buenos: la prudencia (buscar el bien, lo recto), la justicia (dar a cada uno lo que le corresponde), la fortaleza (la superación personal, el esfuerzo) y la templanza (autodominio frente a los instintos).

 Y no estoy reblandecido, no olviden que “más sabe el diablo por viejo que por diablo”. Tampoco estoy hablando de religión, estoy hablando de nuestro futuro, de la riqueza de nuestro patrimonio occidental: la civilización del amor.