Un país sin reelección presidencial | El Nuevo Siglo
Viernes, 15 de Junio de 2018
  • La nueva óptica gubernamental
  • Drástica división entre derecha e izquierda

DIECISEIS años de mandatos provenientes de la reelección presidencial inmediata permiten hacer una valoración aproximada de lo que fue esta figura para Colombia. En principio puede decirse que este periodo se caracterizó por el final de las guerrillas, en especial las Farc, y el prolongado lapso en que se desenvolvieron desde los años 60. El verdadero  avance subversivo se dio a partir de 1986, cuando obtuvieron autonomía financiera en el narcotráfico y el gramaje e incrementaron el secuestro. Pero fue en realidad a partir de la aplicación del Plan Colombia que se adoptó una drástica política contra la insurgencia, cuya derrota se fue haciendo patente a medida que se fueron recluyendo en los pasajes más inhóspitos y selváticos del país.  Las Farc perdieron en esos años buena parte de sus jefes principales y finalmente decidieron entregar las armas, luego de una polémica negociación que llevó a la negativa del plebiscito, cuando por el contrario se pensaba que la afirmativa sería un hecho popular ineludible. En todo caso, primero y drásticamente por la vía militar y, luego, por la mesa de negociaciones, las Farc como la máquina de terror que fue, desapareció y quedó, como partido político, reducida a un porcentaje minúsculo de votos.

En el periodo que comprende la reelección de Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos, el narcotráfico y los cultivos ilícitos tuvieron diferentes aproximaciones. Al mismo tiempo que el primero produjo la entrega de buena parte del paramilitarismo, igualmente recurrió a la extradición, remitiendo a las autoridades norteamericanas varios de los jefes principales por reincidencia y luego de adoptar la ley de alternatividad penal, ajustada por la Corte Constitucional. En el caso de las Farc, al final de la doble administración Santos, la extradición vuelve a ser tema por cuanto se estudia si, de la misma manera que los paramilitares, miembros emblemáticos de esa exguerilla también reincidieron en conductas ilegales tras firmar los acuerdos de desmovilización. En ambas situaciones, no obstante, se produjeron reciclajes de la violencia derivada del tráfico de drogas, bien en las llamadas Bacrim, por el lado paramilitar, o en las denominadas disidencias, por el flanco de las Farc. Todo lo anterior, a su vez, se vio de algún modo beneficiado con el intempestivo cambio estratégico del último gobierno frente a los cultivos ilícitos, variación que hizo que el país pasara de la drástica disminución a 40 mil hectáreas en 2013 a un auge de 240 mil hectáreas en el último año. Ello determinó una “bonanza” en la exportación de cocaína hasta cifras nunca vistas en el país.

De otra parte, durante el período de 16 años en que prosperó la reelección presidencial, hasta su eliminación por acto legislativo, en 2015, el país vio crecer inusitadamente el Presupuesto Nacional y paulatinamente se logró el aumento de la clase media así como la disminución de la pobreza. Esto fue fruto, en buena parte, del incremento en los precios del petróleo, desde 2003 al 2014, generando mejores condiciones económicas y de consumo. Pero vendría la destorcida del apogeo minero-energético, lo que derivó en una dramática desaceleración, impactada además por continuas reformas tributarias. Sin embargo, indudablemente Colombia es hoy un país muy diferente al 2002, no obstante haber visto un estancamiento en las reformas de las tres ramas del poder público que ha llevado a una desinstitucionalización calamitosa y una gravosa filtración de la corrupción en todos los niveles.

El tema de la guerra y la paz, sustancial al período en mención, llevó a polémicas irrestrictas, radicalizando las posturas nacionales en dos bandos. Si bien durante el lapso se crearon varios partidos, mostrando una deflación casi irreversible de las colectividades tradicionales, al mismo tiempo surgió, a raíz del plebiscito, algo inédito en el espectro político colombiano: la división del país entre la centro derecha y la centro izquierda, donde realmente se aglutinan las diferentes tendencias partidistas y que es lo que hoy está a la orden del día. Buena parte de esto, además, se verificó por la postura de los colombianos frente al drama vivido en Venezuela, en los últimos 15 años, y que tiene al país afrontando la peor ola de inmigración en el mundo.

Luego de la segunda vuelta presidencial, a cumplirse el próximo domingo sin ninguna posibilidad de reelección presidencial a la vista, la óptica será completamente diferente. El represamiento de las reformas y las discusiones del Plan de Desarrollo, para un solo periodo, indican que tendrá que actuarse muy rápidamente. Sea cual sea el resultado electoral, en todo caso, lo cierto es que el país se aproxima a un arduo periodo de gobierno-oposición, esta vez, como nunca en la historia, abiertas claramente las tendencias de derecha y de izquierda.