Duque-Petro: dos modelos de país distintos | El Nuevo Siglo
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Domingo, 17 de Junio de 2018
Redacción Política
Tras una campaña sui generis, sin debates, poca contienda proselitista y adhesiones de distinta índole, los colombianos deben decidir hoy entre una opción de centro derecha y una de centro izquierda. Las encuestas marcan una tendencia pero cualquier cosa puede pasar. El voto en blanco, de opinión y el “anti” serán determinantes. Así se llega a las urnas.

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Gane quien gane este domingo en las urnas, lo cierto es que el relevo en la Casa de Nariño marcará un nuevo país a partir del 7 de agosto. Y lo hará por dos razones sencillas. La primera: ni Iván Duque como tampoco Gustavo Petro se pueden considerar como sucesores del saliente mandatario Juan Manuel Santos y, por el contrario, tanto antes como durante la campaña proselitista cada uno de ellos ha sido crítico de varias de las principales ejecutorias del saliente Ejecutivo. Y, segundo, las opciones de centro derecha y centro izquierda que uno y otro encarnan en materia de políticas públicas multisectoriales nunca se habían medido electoralmente con tanta intensidad en la historia del país.

De este modo, cuando cada colombiano asista hoy a las urnas para votar en la segunda y definitiva vuelta electoral para la Presidencia de la República, no sólo estará definiendo al nuevo Jefe de Estado sino optando por un rumbo político, económico, social e institucional que marcará el desenvolvimiento del país en la transición entre la segunda y la tercera décadas de este siglo, e incluso más adelante.

Lo anterior porque si algo ha quedado claro en los largos y desgastantes meses de contienda proselitista es que Duque y Petro no sólo se diferencian en materia de posturas frente al acuerdo de paz con las Farc y su implementación, sino que difieren, y en forma bastante sustancial, en materia de política económica, tributaria, judicial, agrícola, antidroga, de educación, salud, infraestructura, ambiente, minas y energía… En fin, cada uno tiene una concepción muy distinta de lo que es y representa el Estado y cuál debe ser el énfasis y el sentido de las reformas que el nuevo gobierno debe emprender para enderezar, corregir o reforzar lo que deja la administración Santos.

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A diferencia de lo que ocurrió en los comicios de 2002, 2006, 2010 y 2014, en donde gran parte de la polarización política y electoral se derivaba de la postura de los candidatos sobre cómo superar el conflicto armado, es claro que en la decisión de hoy hay mucho más en juego, sobre todo en temas que -incluso más allá de lo que pase con las guerrillas y su proceso de desmovilización-, la opinión pública sabe que les son más próximos y de impacto diario en su entorno, como más o menos impuestos, la reforma al sistema de salud, la lucha contra el microtráfico, cómo ajustar la educación, las medidas para apoyar al campo o las estrategias para combatir la inseguridad o el desempleo…

La existencia de ese pulso político y electoral queda, por igual, en evidencia en el hecho mismo de las coaliciones que se formaron a partir de uno y otro candidato. Sin desconocer el desgaste partidista, el oportunismo electoral pos-primera vuelta o que ninguna colectividad ha logrado ponerse a salvo cien por ciento de los escándalos de corrupción, politiquería y clientelismo, es visible que las alianzas que acompañan a Duque y Petro se distinguen por tener una clara diferenciación en materia de espectro político. Una está en la centro-derecha, acopiando partidos, movimientos y dirigentes afines a ese pensamiento político, y la otra en la centro-izquierda, con similares características.

¿Cómo llegan?

Si bien es cierto que Duque y Petro resultaron ser los más votados el 27 de mayo, es claro que la campaña ya se había polarizado entre ellos dos desde el pasado 11 de marzo, cuando se llevaron a cabo las consultas interpartidistas que ganó cada uno de forma por demás holgada.

Así, el candidato del Centro Democrático pasó de ser el más votado de las consultas el 11 de marzo, sumando en esa ocasión 4.038.101 votos, a contabilizar 7.569.693 en la primera vuelta presidencial. Igual ocurrió con Petro, que en la consulta llegó a 2.849.331 respaldos y el pasado 27 de mayo obtuvo 4.851.254.

¿Qué pasó después de la primera vuelta? Lo previsible: los partidos y movimientos cuyos candidatos propios -o los que venían apoyando- no clasificaron a la gran final, definieron sus respectivas adhesiones para la segunda. Sin embargo hubo una particularidad: no necesariamente los aspirantes que perdieron ante Duque y Petro acompañaron esas decisiones partidistas.

Así las cosas, a la fórmula de Duque y Marta Lucía Ramírez se le unieron los partidos Conservador y Liberal. Sin embargo, se trató de alianzas casi que unilaterales, puesto que ni el candidato como tampoco su fórmula vicepresidencial siquiera aceptaron tomarse una foto o firmar un documento programático con las directivas y congresistas de esas dos colectividades.  

Es más, tanto Duque como Ramírez fueron insistentes en que eran esas colectividades las que estaban decidiendo respaldar su programa político, sin que mediara compromiso programático, burocrático o de cuotas de poder. En últimas, sin “mermelada” de por medio. Incluso, no dejó de llamar la atención que el aspirante uribista sí consintió actos públicos y fotos en los actos de respaldo de dirigentes políticos de menor nivel y potencial electoral, pero no así con la cúpula conservadora, con Hernán Andrade a la cabeza, ni liberal, que tiene el cuestionado expresidente César Gaviria todavía como jefe único. 

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En tanto a Petro y su tiquete vicepresidencial, Ángela María Robledo, los respaldaron un sector mayoritario del Polo (a excepción del senador y ex precandidato Jorge Enrique Robledo) y una parte de la Alianza Verde, con Claudia López, Antonio Navarro y el senador electo Antanas Mockus a la cabeza. A diferencia de lo que pasó con las adhesiones a Duque, Petro sí se tomó fotos con todos los que decidieron apoyarlo, incluyendo a la propia Ingrid Betancourt. El exalcalde capitalino también sumó el respaldo del movimiento de la excandidata vicepresidencial liberal, Clara López.

Sin embargo, como ya se dijo, hubo varias particularidades en esas definiciones de respaldos. Por ejemplo, Humberto de la Calle, quien fuera el candidato presidencial de los liberales y sobre cuyos hombros recayó la debacle electoral del 27 de mayo (al sumar apenas 399 mil votos), decidió que votaría en blanco, tras considerar que las opciones de Duque y Petro no representan su ideario ni las propuestas que les expuso a los colombianos.

El partido de La U, que en la primera vuelta apoyó a Germán Vargas Lleras, y que se considera como la colectividad de la que el presidente Santos es el jefe natural, decidió dejar en libertad a sus seguidores para que votaran por el candidato que más les convenza u opten por el voto en blanco.

Sin embargo, la decisión más importante tras lo que pasó en la primera vuelta vino por cuenta del candidato de la “Coalición Colombia”, Sergio Fajardo, que luego de sumar 4.589.696 votos, estaba llamado a convertirse en el fiel de la balanza para la definición del nuevo titular de la Casa de Nariño.

Sin embargo, Fajardo sorprendió a propios y extraños al señalar que él votaría en blanco, ya que su ideología independiente y la visión de país que lidera y concibe no encaja con Duque ni con Petro.

Se trató, sin duda alguna, de una decisión clave para el escenario de la segunda vuelta, ya que si Fajardo se hubiera inclinado por apoyar a alguno de los dos candidatos en contienda es claro que podría estar dándole, de antemano, un empujón definitivo para convertirse en sucesor de Santos.

Paradójicamente el más inconforme con que Fajardo vote en blanco es el propio Petro, al considerar que esa postura del ahora excandidato presidencial al único que favorecía era a Duque y a todo el “establecimiento político” que ahora lo acompañaba.

También causó sorpresa que Vargas Lleras, quien sacó el 27 de mayo 1.407.840 sufragios (un resultado muy bajo frente al potencial electoral y político que lo apoyaba) tampoco tomó decisión alguna. Si bien se reunió al otro día de las urnas con la bancada de Cambio Radical y este partido decidió enviarle a Duque toda las propuestas de la plataforma programática que defendió en campaña el ex vicepresidente, no trascendió qué respondió el aspirante uribista ni tampoco la colectividad emitió comunicado alguno en torno a qué postura tomaba para la votación de este 17 de junio.

Lo cierto es que la votación de Vargas era también determinante para inclinar la balanza, más aun sabiéndose que sus seguidores son en su gran mayoría personas de centro y centro derecha, que difícilmente se irían a respaldar a Petro. Además, Cambio Radical es la segunda bancada del Senado y muy fuerte en la Cámara, lo que hacía su respaldo aún más atractivo.

¿Y las encuestas?

Los sondeos de opinión electoral llegan a esta segunda vuelta con un panorama más positivo, ya que tras toda la polémica que marcaron antes de la primera, el hecho de que hubieran acertado en buena proporción lo que pasó el 27 de mayo (con excepción del caso Fajardo), les calmó las aguas.

En las últimas tres semanas, las distintas encuestas que se publicaron coincidieron en mostrar a Duque con una amplia ventaja sobre Petro, promediando entre 15 y 20 puntos. En ninguna este último apareció punteando, aunque en una la distancia con respecto al aspirante del Centro Democrático se redujo a escasos ocho puntos.

La gran incógnita en los sondeos es qué pasará con el voto en blanco. Como se sabe, para esta segunda vuelta presidencial este no tiene valor político real, es decir que así le ganara a Duque y Petro sumados, no por ello se repetiría la elección con otros aspirantes.

Esto explica por qué, a diferencia de otras elecciones, no hubo campaña activa por esta opción.

Si bien es cierto que Fajardo, De la Calle y muchos otros dirigentes anunciaron que hoy votarán en blanco, también hay muchas personas que al percatarse de que este tipo de sufragio no cambiará en nada el pulso entre Duque y Petro, simplemente optarían por no marcar el tarjetón o, peor aún, ni siquiera asistir a las urnas.

Las autoridades electorales, en privado, admiten que será muy difícil que hoy se logre igualar el récord de más de 19 millones de votos que se registraron en la primera vuelta. Además, sería ingenuo desconocer que ya arrancó el Mundial de Fútbol y eso distrae de forma sustancial a una parte importante de los colombianos. Hoy juegan Alemania, Brasil y México, los dos primeros equipos son los máximos favoritos al título y el tercero es dirigido por un colombiano como Juan Carlos Osorio.

Incluso hay muchas personas que votaron por Fajardo, De la Calle o Vargas en la primera vuelta pero que no se sienten identificados por ninguno de los dos candidatos todavía en contienda, y por eso podrían apostar por una especie de ‘abstención activa’.

El voto “anti”

Y, como si lo anterior fuera poco, otros analistas advierten que hoy se puede manifestar con gran fuerza el llamado voto “anti”. Es decir, que una porción de ciudadanos que no comulgan con las tesis uribistas o las petristas asista a las urnas solamente motivada por atajar la posibilidad de que alguno de ellos llegue al poder y, en ese orden de ideas, dé su respaldo al rival.

Es claro, por ejemplo, que personas de izquierda y centro no quieren que Duque llegue a la  Casa de Nariño porque temen que el expresidente Álvaro Uribe termine siendo el verdadero poder detrás del trono. A ello se suma que hay sectores que no están de acuerdo con reversar o ajustar el pacto de paz con las Farc, porque consideran que eso podría reactivar un flanco del conflicto armado que ya se cree superado. Aunque el aspirante del Centro Democrático ha repetido hasta la saciedad que no “hará trizas” el acuerdo de paz y que no será “títere” del exmandatario, es claro que muchos sectores no le creen y la campaña de Petro ha sobredimensionado lo más posible ese temor, sobre todo en ese campo de batalla sin reglas ni juego limpio que son las redes sociales.

En cuanto al candidato de la “Colombia Humana”, resulta más que evidente que la tesis de que su llegada a la Casa de Nariño llevaría al país a una era de “castrochavismo” criollo, terminó calando mucho en algunos sectores poblacionales que claramente no quieren que la nación tome el camino al abismo en que hoy está hundida Venezuela.

Petro tiene un discurso de cambio bastante radical o profundo en algunos aspectos y reformas que plantea en caso de llegar al poder. Ese hecho ha sido aprovechado –justa o injustamente- por sus críticos, en cabeza del uribismo, para advertir que si llega a la Presidencia vendrá una ola de expropiaciones, una asamblea constituyente y otras graves afectaciones graves al estatus quo. Al igual que a Duque, pese a que el aspirante de izquierda ha aclarado hasta la saciedad todos esos conceptos, las redes sociales han sido implacables en descalificarlo.

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Sin debates

Tras conocerse los resultados del 27 de mayo, la expectativa en la mayor parte de la opinión pública era poder presenciar los debates entre Duque y Petro, bajo el convencimiento de que ya solos en un escenario y teniendo tesis tan contrarias en muchos temas clave, se ‘sacarían chispas’.

Sin embargo, aunque durante la primera semana de la campaña para la segunda vuelta se dijo que habría, por lo menos, cuatro cara a cara entre los candidatos, al final de cuentas no se realizó ni uno solo.

Mientras Petro acusó a su rival de rehuirle a los debates y no querer confrontar tesis frente a todos los colombianos, el aspirante uribista replicó que no le temía a estos cara a cara, pero la agenda de campaña era muy exigente.

Lo cierto es que, sin duda alguna, se trata de un hecho sui generis que no se hayan dado los debates. Desde que se creó la segunda vuelta presidencial esto no había sucedido.

Para algunos analistas, la razón de fondo de esta circunstancia no fue otra que la táctica política del uribismo, que no quiso arriesgar su ventaja electoral, tampoco someter a escrutinio sus adhesiones políticas (algunas de partidos acusados de “enmermelados”) y menos el cómodo liderato que le muestran las encuestas.

Petro, por el contrario, urgía los debates, pues sabe que decisiones como las de Fajardo y De la Calle en cuanto a votar en blanco afectan sus posibilidades hoy en las urnas. Bajo esa tesis, los cara a cara con el aspirante uribista eran clave para tratar de recortarle ventaja y, sobre todo, convencer a los indecisos y los potenciales electorales que dejaron al garete los excandidatos ya mencionados y la propia U.

En consecuencia, ambos aspirantes dedicaron gran parte de estas tres semanas a una intensa agenda mediática, foros y actos de adhesión en sitios cerrados. Hubo muy pocas grandes manifestaciones en plaza pública en donde se pudiera ver a Duque y Petro rodeados de los nuevos partidos, congresistas, dirigentes y personalidades que se les unieron en estos 19 días. Incluso la ofensiva publicitaria de lado y lado fue menos agresiva que la vista en la primera vuelta cuando eran cinco los competidores.

Grandes temas de coyuntura como la crisis de Hidroituango, la evolución del caso ‘Santrich’, la discusión sobre la JEP en el Congreso, el aumento de los narcocultivos y nuevos desarrollos en casos de corrupción, entre otros, no generaron cruces álgidos de tesis entre Duque y Petro. Hubo más reiteración de programas y críticas, que ideas nuevas.

 

 

Entonces…

Así las cosas, tras una campaña de segunda vuelta a todas luces sui generis, e incluso con no pocos analistas indicando que, en realidad, no hubo, hoy los colombianos están citados a las urnas para escoger al sucesor de Santos, quien, dicho sea de paso, poca atención le puso a la campaña y no sólo viajó al exterior sino que el resto del tiempo en el país lo dedicó a sus balances de gestión y un maratón de inauguraciones.

¿Qué puede pasar? Las encuestas y la ‘calculadora política’ con base en los posibles potenciales electorales que se sumaron a lado y lado, parecieran darle la ventaja a Duque, pero Petro podría dar la sorpresa por cuenta del voto de opinión, el replanteamiento de una parte del voto en blanco y también las adhesiones que recibió. En lo relativo al voto “anti” es imposible prever a cuál de los aspirantes favorecerá o afectará más.

Visto todo lo anterior, entonces, habrá que esperar qué pasa en las urnas. Aunque la campaña de Petro insistía hasta el viernes pasado sobre el riesgo de un fraude electoral, en realidad no existe tal. Todas las precauciones se tomaron.

Como se dijo al comienzo, es una elección en la que el país se juega mucho. Hay dos modelos políticos, económicos, sociales y de concepción institucional claramente diferenciados, mucho más allá del tema de la paz. Lo que las mayorías definan marcará el futuro del país por la próxima década, así esta sea la primera elección presidencial en doce años sin la posibilidad a bordo de la reelección.