Cosas que pasan en Bogotá: romería por Bach | El Nuevo Siglo
Foto cortesia
Viernes, 16 de Junio de 2017
Emilio Sanmiguel

Observe usted con cuidado estas imágenes que corresponden al cuarto concierto de la serie “Bach en Bogotá” el pasado sábado 1º de junio. En la primera, un par de horas antes del inicio del concierto, se ve el costado oriental de la Plaza de Bolívar, la cola arranca en la «Puerta falsa», pasa por el frente del Palacio Arzobispal y sube por la calle 10: es decir, dos cuadras de espectadores. Lo irónico es que justo en la esquina del frente está el Capitolio Nacional, donde los congresistas, para convocar una multitud así, tienen que fletar buses, cajas de aguardiente, mucha fritanga y tamal. En la esquina opuesta a la Catedral está el Palacio de Justicia y ya se sabe lo que pasa con la “Justicia” en este país de leguleyos y leguleyadas. Al frente la Alcaldía…

La segunda imagen es del mismo día. Al interior de la Catedral. En primer plano está el organista norteamericano Dexter Kennedy recorriendo una de las 10 obras del programa. Si se observa con cuidado, el aforo de la nave central está lleno por completo, no hay un solo espacio vacío y la multitud colma por completo las dos naves laterales del interior. Son varios miles de personas oyendo como hipnotizadas obras de Bach, el único sonido que llena el espacio es el del órgano de Aquilino Amezua Jursati, construido a principios del siglo XX y recientemente restaurado.

Me temo que hay algo más que la música que llena el interior de la Catedral Primada. Porque en el marco simbólico de la Plaza de Bolívar convergen un Congreso corrupto, una Justicia en entredicho, un alcalde caprichoso y llevado de su parecer y la Iglesia, que ha facilitado el recinto e instrumento, para que se interprete la obra completa para órgano de Johann Sebastian Bach, sí, el compositor más importante de todos los tempos, pero también el músico más luterano de la historia.

No hace falta decir que el público es eso, público, gente que ama la música al punto de someterse a varias horas de cola para vivir una de las experiencias más intensas que puede experimentar un ser humano: oír Bach en un gran órgano y al interior de una iglesia. De los personajes del vecindario, obviamente ni uno y la delegación del Jet-set criollo bastante, bastante discreta.

Ahora, en lo musical, actuación extraordinaria del organista norteamericano Dexter Kennedy, que abrió y cerró con obras esplendorosas: el «Preludio en Sol mayor, BWV 568» y el «Preludio y Fuga en Do mayor, BWV 547», en este último resolvió con tal contundencia el pasaje del pedalero, a la altura del tercio final de la «Fuga», que provocaba, como en la ópera, lanzarse con vociferante ¡Bravo!

En la misma tónica anduvo la manera como tocó el «Preludio y Fuga en La menor, BWV 543» donde una vez más estuvo soberbio en los pasajes del pedal.

Ahora, un asunto interesante de su concierto, sin duda, la manera como tocó y «registró» el “Concierto en Sol mayor, BWV 592”, sobre el original de Johann Ernst von Saschen-Weimar, porque evitó la grandilocuencia, seguramente para intentar ser fiel a la «orquestación» del original de apenas 8 instrumentos.

No me cabe la menor duda, uno de los momentos más inspirados fue esa finura conmovedora como tocó el «Preludio coral Erbam dich mein, o Herre Gott, BWV 721» sobre el Salmo 51 de David: era música celestial, y no exagero.

En fin, un concierto magnífico que Kennedy cerró con broche de oro en el «encore», que fue el «Te deum» de Jeanne Demmessieux, que en buena medida combina los nexos de Kennedy con la tradición organística francesa y de la compositora con el jazz de los Estados Unidos, para permitirle al público disfrutar del instrumento cantando como un coloso.