Colombia y los convenios ambientales | El Nuevo Siglo
Foto archivo El Nuevo Siglo
Domingo, 18 de Junio de 2017
Alvaro Sánchez

Con el desarrollo de los acontecimientos derivados del retiro de los Estados Unidos del “Acuerdo de París”, se oyeron muchas voces criticando el hecho de que Colombia aún no hubiera ratificado dicho acuerdo; en mi concepto estas críticas son válidas pero son una continuación de una política pública del país tradicionalmente alejada del cumplimiento de sus deberes para con el planeta. No me refiero a un gobierno en particular,  sino en general a una tradición de muchos años en este comportamiento absurdo.

Manifiesto lo anterior sustentado en el comportamiento histórico que ha tenido el país con sus compromisos internacionales en este aspecto, veamos algunos ejemplos; la Convención internacional sobre comercio de fauna y flora silvestres “CITES” data del 3 de marzo de 1973 y fue ratificada el 31 de agosto de 1981, la Convención relativa a los humedales de importancia internacional especialmente como hábitat de aves acuáticas “RAMSAR”  fue suscrito en febrero de 1971 y ratificado por nuestro país el 18 de junio de 1998, la Unión internacional para la protección de las obtenciones vegetales “UPOV” fue adoptada en diciembre de 1961 y ratificada en Colombia mediante ley 253 de 1995, el Convenio de Basilea sobre el movimiento transfronterizo de desechos peligrosos firmado el 22 de marzo de 1989 se ratifica por nuestra parte en el año 2006, el Convenio sobre prohibiciones y/o restricciones del empleo de ciertas armas convencionales excesivamente nocivas o de efectos indiscriminados fue adoptado el 10 de octubre de 1980 y aprobado por ley 469 de 1998. Como se puede apreciar en esta pequeña muestra, el asunto no es nuevo y lograr la ratificación antes de que termine este Gobierno ya sería un logro importante.

Surge sin embargo una pregunta que debería llevarnos a reflexionar sobre la política pública de Colombia en materia ambiental y es ¿Por qué un país que está en los primeros lugares del ranking en materia de biodiversidad y de recursos naturales, tiene tal desidia a la hora de ratificar tratados que en el fondo lo benefician más que a los países restantes? No en balde, Colombia figura en todas las publicaciones entre los tres primeros países en cuanto hace a; aves, reptiles, mamíferos, insectos y agua. No tiene ningún sentido esta dilapidación de la riqueza que nos ha dado la naturaleza.

En el fondo del asunto está la falta de marketing político que tiene el tema ambiental, si bien existen grandes movimientos de protección a la vida animal y a la biodiversidad, los participantes suelen ser movidos en el momento de escoger a sus gobernantes por proyectos tangibles en el corto plazo, tales como; vivienda, educación, recreación, e incluso transporte; evidentemente es el reflejo de una falta de cultura ambiental en nuestros ciudadanos y de una falta de liderazgo en el tema, es también un reflejo de la ignorancia en temas ambientales técnicos y de la falta de una adecuada educación ambiental a todos los niveles, incluidos algunos postgrados en el área.

Quizá el esfuerzo más grande que el país debiera hacer hoy por hoy, es el de mejorar los esquemas de educación ambiental y dedicarle más esfuerzos a fortalecer la conciencia ciudadana a este respecto, de lo contrario estamos expuestos a sufrir las consecuencias del cambio climático y a pasar de ser potencia en estos aspectos a ser un país pobre en biodiversidad y sin tierras productivas, es decir un país con hambre y sin posibilidades de desarrollo.

¿No habrá alguien que piense seriamente sobre el futuro ambiental de Colombia? Y no me refiero a un funcionario, me refiero a un pensamiento político que permee la sociedad para tratar de defender estas riquezas del país y de un comportamiento que pudiera servir de ejemplo a otros países de la región.

Aún estamos a tiempo de prepararnos porque el cambio climático hoy por hoy es ya inevitable.

alsanchez2006@yahoo.es

@alvaro080255