¿A qué apuestan oposición y chavismo? | El Nuevo Siglo
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Sábado, 29 de Abril de 2017
Pablo Uribe Ruan

Un mes de intensas movilizaciones han nublado el panorama en Venezuela. Tras 28 muertos en hechos relacionados con las protestas y un Gobierno que inició su proceso de desvinculación de la Organización de Estados Americanos (OEA), el futuro del país cada vez es más incierto.

Estiman, algunos, que los eventos de los últimos días van a desembocar en una salida negociada entre la oposición y el Gobierno de Nicolás Maduro, quien, desde las manifestaciones del 19 de abril, ha abierto la puerta al diálogo, rechazado por sus detractores, quienes, con el precedente de las negociaciones del año pasado, descartan  cualquier acercamiento con la cúpula chavista.

Tal opción, por lo pronto, parece muy lejana. La oposición se aferra a cuatro peticiones inmodificables: elecciones generales, cese del bloqueo a la Asamblea Nacional (AN), liberación de presos políticos y levantamiento de inhabilidades, y apertura de un canal humanitario. Sin el cumplimiento de estas solicitudes, irrestricto y total, no parece haber ninguna voluntad de acercamiento por parte de los opositores.

El chavismo, entretanto, habla de diálogo, pero no reitera, ni siquiera hace mención, de qué tanto cumplirá las peticiones de su contraparte. Ante la presión en la calle, el Presidente ha dicho que “desea” que se realicen “elecciones ya”, refiriéndose a las elecciones regionales, vistas por la mayoría de la oposición como una vía que no soluciona los problemas de Venezuela. Quieren las presidenciales.

Debilidad y fortaleza

El que se canse, pierde. Así lo entienden los miembros de la oposición y el chavismo, que, inmersos en décadas de polarización y choques, enfrentan una de las etapas más duras y desgastantes desde que comenzó el proyecto chavista.

Por primera vez en muchos años, la oposición parece más fuerte y cohesionada que el chavismo. Es claro, como nunca antes, que los diferentes partidos que la agrupan coinciden en casi todas las peticiones y han encontrado en la calle una manera efectiva de presionar a Miraflores (sede de Gobierno).

Esto, aunque no parezca, por la generalizada distancia con el chavismo, no se había logrado en años anteriores. Así fue, por ejemplo, cuando en el primer semestre de 2016 una parte de la oposición liderada por el exlíder de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), Jesús Torrealba, decidió sentarse con la comisión de expresidentes, Unasur y delegados chavistas, para discutir una agenda que finalmente se rompió a mediados de diciembre.

Algunas colectividades como Voluntad Popular (VP) y miembros de  Primero Justicia (PJ), desde el primer día criticaron esa decisión, argumentando que no existían las suficientes garantías para negociar con un Gobierno que mantenía presos a líderes políticos y dominaba los poderes públicos. Ahora esas diferencias parecen quedarse en el tintero y la intención, marcada por los mismos métodos, es la misma.

El chavismo, al contrario, ha demostrado que pese a sus esfuerzos por no evidenciar fisuras, algunos militares y funcionarios han reprochado las medidas tomadas por el Ejecutivo.

La Fiscal Luisa Ortega criticó la decisión del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) de tomar los poderes de la Asamblea, por, dice el fallo, actuar en desacato. Nuevamente, unas semanas después, dejó clara su preocupación dada “la violencia desmedida” que usan los cuerpos de seguridad para dispersar las marchas opositoras.

Ella, sin embargo, no ha sido la única que puso en duda las acciones del Gobierno.  En una video publicado por Infobae el viernes pasado, los tenientes del ejército venezolano Alejandro Sánchez, Ángel Mogollón y José Rodríguez, desconocen la autoridad de Nicolás Maduro y el alto mando militar. En este momento las autoridades colombianas estudian su solicitud de asilo.

Las diferencias de la fiscal Ortega y algunos militares son muestra que el chavismo no goza de la unidad de antes. En Caracas, incluso, se especula que dentro de la colectividad hay una facción militar que vive en constante choque con la civil. Hay  rumores de que el viejo líder, Diosdado Cabello, es la cabeza de las fuerzas militares, aunque no se sabe quién sería aquel que se opone a la militarización del régimen.

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Un cuento rumano

En 1989 Nicola Ceaucescu contaba los días para que se acabara el año. Miles de ciudadanos salían a las calles para protestar contra su gobierno, pese a su promesa de aumentar el salario mínimo, el 16 de diciembre. Esa noche, cuenta Israel Viana, en el ABC, los manifestantes quemaron un comité del Partido Comunista y destruyeron documentos oficiales en Timisoara, una ciudad. 

Ágil tras más de 20 años en el poder, Ceaucescu esperó tres días a que el clima social bajara y citó a sus seguidores para que se movilizaran, mientras que en Timisoara, durante los días anteriores, decenas de personas habían muerto en medio de choques entre civiles y militares leales al régimen.

“Parece cada vez más claro que hay una acción conjunta de círculos que quieren destruir la integridad de Rumania y detener la construcción del socialismo para poner de nuevo a nuestro pueblo bajo la dominación extranjera”, dijo. Al cabo de estas palabras, recibió un enorme abucheó que lo obligó a refugiarse en la sede de Gobierno. Allí, acompañado de su esposa, recibió un mensaje de las fuerzas militares: ya no le servimos. La gente ya estaba en las calles. Había caído una dictadura de 24 años.

Este episodio de la historia rumana recrea parte de los últimos meses en Venezuela. El 12 de abril Maduro fue recibido en el barrio San Félix, en Guayana, por presuntos seguidores, que, tan pronto avanzaba el carro desde donde saludaba, le arrojaban todo tipo de cosas. Hasta un huevo. Luego, en los siguientes días, el Presidente venezolano dejó de ir a actos masivos, salvo la contramarcha chavista el 19 de abril  y actos deliberados con las fuerzas militares (el 18 de abril celebró la armada de, supuestamente, 500.000 milicianos).

Es innegable que Maduro ha perdido arraigo popular. El carisma de Hugo Chávez, que llevó a la denominada “revolución bolivariana”  a convertirse en un fenómeno, hoy brilla por su ausencia. Poco queda de la masividad del chavismo en las calles de Caracas. Y a Maduro la gente, simplemente, no lo quiere.

Los eventos de los últimos días lo confirman. En el Valle, barrio popular en Caracas, 11 personas murieron en medio de saqueos y choques con la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) -y colectivos-, demostrando que las clases populares, en gran medida, también están contra su Gobierno. Lo mismo, un día después, pasó en la comuna más grande de Latinoamérica: Petare (murieron tres personas).

 

“La oposición le apuesta a un desgaste continuado del chavismo. Marcha tras marcha, espera que el círculo más cercano a Maduro, ante el asedio de la calle y la desesperación del pueblo, ceda frente a sus pretensiones”

 

Y luego del desgaste, ¿elecciones?

La oposición le apuesta a un desgaste continuado del chavismo. Marcha tras marcha, espera que el círculo más cercano a Maduro, ante el asedio de la calle y la desesperación del pueblo, ceda frente a sus pretensiones. En ese posible escenario empiezan a sonar diferentes caminos. Uno de ellos: las elecciones generales.

Las elecciones generales, según la Constitución Bolivariana, son inconstitucionales.  En diálogo con la AFP, el abogado, José Vicente León, explica que “se pueden convocar solo si renuncian todos los diputados principales y suplentes de la Asamblea y el presidente y vicepresidente. Se produciría la vacante absoluta y el CNE tendría que llamar a elecciones”.

Pero no todos piensan así. Fuentes consultadas por EL NUEVO SIGLO dicen que existen dos motivos por los cuales se pueden citar a elecciones generales sin incurrir en un vicio inconstitucional. Uno que existe, como se sabe, una violación a un derecho constitucional: la realización del revocatorio, que se puede subsanar llamando a las urnas. O, igualmente, que las elecciones son una consecuencia legítima de la declaratoria de abandono del cargo de Nicolás Maduro.

Maduro, hasta ahora, ha descartado cualquier posibilidad de elecciones generales, hablando, exclusivamente, de las regionales. El Consejo Nacional Electoral (CNE) estipuló que estas se realizarán el primer semestre de este año. Pero, a la fecha, no se sabe cuándo.

Otra opción que empieza a sonar en los círculos opositores es la constituyente. Ante el recrudecimiento de la crisis en Venezuela y la poca voluntad de diálogo de las partes se empieza hablar de una asamblea extraordinaria cuya tarea es reestablecer el orden democrático y crear un sistema de justicia especial.

Por lo pronto esta idea tiene poca acogida. Fuentes le dijeron a este diario que sería la última opción para buscar la salida del chavismo del poder. Aunque uno de los líderes más importantes de la oposición, Henry Ramos Allup, la semana pasada propuso como alternativa una constituyente, demostrando que en los círculos más altos esta solución empieza a tomar fuerza.

Aislacionismo asustador

El jueves, luego que la OEA citará una reunión extraordinaria de cancilleres, Venezuela anunció que se retiraba de la organización. “¡La OEA, pa'l carajo!”, clamó Nicolás Maduro, al decir que con orgullo “tomé la decisión de liberar a nuestra patria del intervencionismo (...)”.

Esta decisión, por lo visto, puede tener dos lecturas. La primera es que Caracas entra desde ahora en una etapa de aislacionismo moderado, buscando desligarse del escrutinio internacional de organismos multilaterales, entre ellos la OEA. No es nuevo este tipo de comportamiento, si se tiene en cuenta que desde Chávez Venezuela se retiró de la CIDH.

Pero la pregunta, más allá de demostrar que la posición de Caracas hace parte de una conducta reiterativa, es, ¿por qué se retira? Una explicación de ello es que el régimen de Maduro quiere declarar abiertamente una dictadura militar sin control de la comunidad internacional. La declaratoria del “Plan Zamora”, unión cívico-militar, demuestra una intención de incrementar la presencia militar en las calles del país. “Dictadura narco-madurista”, así la califica Henrique Capriles, líder opositor.

Este tipo de aislacionismo puede derivar en una intensificación de la violencia y el desconocimiento de los Derechos Humanos, llevando al país al escenario que todos quieren evitar: una guerra. No deja de ser cierto que este escenario suele ser una preocupación constante, dentro y fuera del país. Sin embargo, parece muy lejano, por ahora.

La otra manera de ver el retiro de Venezuela, aunque no parezca convincente, es refugiarse en organismos multilaterales donde Caracas tiene más peso. Entre ellos, la CELAC, que fijó una reunión, pedida de urgencia por la canciller, Delcy Rodríguez, para el próximo martes. Allí, el problema, es que los 19 países que votaron en la OEA para realizar la reunión de cancilleres también hacen parte de la CELAC.

 

@UribeRuan