¿Reuniones Colombia-Venezuela? | El Nuevo Siglo
Lunes, 19 de Febrero de 2018
  • Miopía del régimen Maduro, un obstáculo
  • Una coyuntura tan crítica como explosiva

 

Las relaciones entre Colombia y Venezuela no pasan por su mejor momento. Incluso puede decirse que vienen en un deterioro tan irreversible que lo único que falta es un rompimiento diplomático definitivo. El embajador de nuestro país en Caracas fue llamado a consultas hace un año y no ha vuelto desde entonces. Es más, hace escasas tres semanas el titular fue trasladado a Costa Rica y la Cancillería anunció que, por el momento, no designará su reemplazo. El intercambio comercial está reducido a cero desde hace varios años. La beligerancia verbal de los presidentes, ministros y altos funcionarios parece no tener límites. Para solo hablar de la última semana, mientras el mandatario colombiano indicó que el régimen de Nicolás Maduro era corrupto, dictatorial y había sumido a su población en una crisis humanitaria sin precedentes, su homólogo acusó a Bogotá de urdir un complot para invadir militarmente a la vecina nación o incluso de querer armar a venezolanos para que se sublevaran contra el régimen.

A todo ello hay que sumar que en la crisis del proceso de paz entre el gobierno Santos y la guerrilla del Eln han salido a relucir varias hipótesis que involucran al vecino país. De un lado, se ha denunciado que la cúpula ‘elena’ estaría, desde Venezuela, dando las órdenes para continuar la escalada terrorista que desató una vez se terminó el cese el fuego bilateral y temporal el pasado 9 de enero. En segundo lugar, las investigaciones de las autoridades colombianas han comprobado que ciudadanos venezolanos estarían trabajando para el Eln. Ello se habría constatado en la muerte de dos nacionales de ese país días atrás cuando trataban de instalar un artefacto explosivo en cercanías de Pamplona, en Norte de Santander. Además, habría conexiones de venezolanos con los culpables del atentado en Barranquilla que dejó seis policías asesinados. Y, por último, la Fiscalía giró órdenes de captura contra los máximos jefes de esa guerrilla por delitos que van desde reclutamiento forzado de menores de edad hasta terrorismo, lo que abrió el debate sobre la posibilidad de pedirlos en extradición a Caracas y si esta los entregaría. Incluso hay un elemento adicional, referido a que la justicia venezolana no ha querido liberar a decenas de colombianos a los que apresó bajo acusaciones temerarias de terrorismo y paramilitarismo.

A todo lo anterior se suma que la crisis económica y social por la imparable ola migratoria de venezolanos a Colombia ya empezó a rebasar el margen de acción de los gobiernos Nacional, departamentales y municipales. Si bien la Casa de Nariño lanzó hace dos semanas un nuevo plan de contingencia para hacerle frente a esa difícil problemática, lo cierto es que la llegada masiva de ciudadanos del vecino país ya se convirtió un problema de seguridad nacional, al punto que fue necesario acudir a Naciones Unidas y Estados Unidos para conseguir recursos y apoyo logístico para atender a las decenas de miles de venezolanos que semana tras semana ingresan por la porosa frontera en busca de alimentos, medicinas, trabajo y esperanza de progreso.

Y, por último, la decisión del gobierno Maduro de utilizar su dominio sobre la asamblea constituyente y el Tribunal Nacional Electoral para forzar que se citara a elecciones presidenciales en abril, ha llevado a que la descalificación internacional al régimen, con Colombia entre los países más críticos, sea cada vez más fuerte, al punto que no se invitó al cuestionado mandatario a la próxima Cumbre de las Américas que tendrá lugar en Lima, aunque el líder chavista insiste en que se aparecerá allí como sea…

Como se ve, el escenario interno, bilateral e internacional de las relaciones entre Bogotá y Caracas es muy tenso. De allí que la conversación que sostuvieron la semana pasada los ministros de Defensa de lado y lado, e incluso los planes para citar a una reunión de alto nivel para los próximos días, más que generar un clima de distensión entre ambos gobiernos, produce el temor de que las delegaciones terminen en un duro e imprevisible intercambio de acusaciones a cual más graves. Es claro, también, que no hay espacio alguno para un eventual encuentro presidencial, dado el alto calibre de las descalificaciones mutuas.

La lógica de las relaciones entre dos naciones hermanas, por más que mantengan fuertes diferencias políticas, es que deben generarse espacios permanentes o extraordinarios y, sobre todo, proactivos para tratar los asuntos más urgentes que les atañen como países fronterizos y con una alta interacción poblacional. Sin embargo, dada la difícil coyuntura entre Colombia y Venezuela, pero sobre todo la miopía e intransigencia del régimen de Maduro y compañía, puede que volver a las reuniones de alto nivel binacional termine llevando, como reza el refrán popular, a que el remedio sea peor que la enfermedad.