¿Qué va pasar en la Cumbre de las Américas? | El Nuevo Siglo
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Martes, 20 de Febrero de 2018
Redacción internacional
El tema central de este evento, que tendrá lugar del 13 al 14 de abril en Lima, será la corrupción. Sin embargo, los problemas entre Venezuela, sus aliados y los demás países de la región, dominan la agenda, que tiene como antesala la no invitación de Nicolás Maduro a Perú

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Hace tres años, la Cumbre de las América incluyó por primera vez a Cuba dentro de sus invitados, en un acercamiento entre la administración de Barack Obama y el régimen de Raúl Castro, hoy preparado para entregar el poder.

Con un panorama distinto de presidentes, la Cumbre de las Américas promete ser distinta  a la anterior, por las diferencias irreconciliables entre varios países.

¿Sólo corrupción?

Escandalizado por el tsunami de la constructora brasileña, Odebrecth, Luis Almagro, Secretario General de la OEA, ha dicho que esta cumbre busca que los países logren un acuerdo regional contra la corrupción.

“Apoyándonos firmemente en los pilares de la institucionalidad”, Almagro ha reiterado que se le puede hacer frente al peor escándalo de corrupción en Latinoamérica, que ha tumbado más de cinco mandatarios en la región.

Perú, sede del encuentro, se ha visto especialmente afectado por la relación de sus expresidentes con la constructora. Según Marcelo Odebrecht, la compañía desembolsó  sobornos por 29 millones de dólares entre 2005 y 2014, durante los gobiernos de Alejandro Toledo (2001-2006), Alan García (2006-2011), Ollanta Humala (2011-2016).

Además, declaró que Odebrecht le pagó cerca de cinco millones de dólares al hoy presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski, situación que fue desvirtuada por el Congreso que pactó no destituir al presidente a cambio de un indulto político para el expresidente, Alberto Fujimori.

Los vínculos de constructora con exmandatarios también han llegado a otros países. En Brasil, Luiz Inacio Lula Da Silva fue condenado a 12 años de cárcel por recibir un apartamento a cambio de contratos con el Estado. La condena sigue en firme, aunque el abogado del expresidente apeló.

Los tentáculos de Odebrecht, como las fiscalías de los países implicados han calificado este escándalo que igualmente ha llegado a Ecuador, Colombia, Argentina y Venezuela.

A pesar de la gravedad del asunto, la Cumbre de las Américas tiene una agenda paralela, el régimen de Venezuela, que ha dominado los meses previos al encuentro, el trece de abril en Lima.

No vayas, Nicolás

La falta de garantías democráticas, humanitarias e institucionales cada vez son más alarmantes en Venezuela. Esto ha llevado a que varios mandatarios de la región llamen al gobierno de Nicolás Maduro “dictadura” y se organicen, como en el Grupo de Lima, para exigir condiciones mínimas electorales y la apertura de una canal humanitaria.

Ir a la cumbre sería un acto de poca solidaridad con Caracas o una revalidación de que la región está virando a la derecha, lo que conlleva a una tolerancia menor frente a regímenes dictatoriales

Maduro, desde su fortaleza en Caracas, ha tenido oídos sordos a los llamados de la comunidad internacional. Afianzado por las alianzas con Cuba, Rusia y China -las últimas, no tan bien-, el sucesor de Chávez ha adelantado las elecciones presidenciales, en abril, aprovechando las divisiones en la oposición y la consolidación del régimen cívico-militar.

Por más sanciones impuestas por Washington y la Unión Europea, Cuba, su mayor aliado, le ha pedido que aguante. El mal momento de las relaciones entre la isla y Estados Unidos ha hecho que las posiciones se radicalicen, de parte y parte.

Tres años atrás, con intenciones distintas, Raúl Castro había acordado con Barack Obama el inicio del descongelamiento entre sus países. Con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, algunos puntos de lo acordado han quedado en el olvido, aunque otros no, como el turismo.

Las diferencias entre la Habana y Washington han hecho que Maduro, un aliado de Cuba, acelere la imposición de la dictadura en Venezuela, con la captación de todos los poderes públicos y el desconocimiento de la Asamblea Nacional, de mayoría opositora.

En este proceso, Cuba ha sido un jugador clave. Parte de las fuerzas armadas de Venezuela hoy son manejadas por cubanos, enviados por la isla para reprimir las marchas opositoras y adoctrinar a las bases del ejército.

Cuba no ha confirmado su asistencia a la Cumbre de las Américas, luego de que la cancillería de Perú anunciara que Nicolás Maduro no será invitado. A pesar de la negativa de Lima, el presidente venezolano ha dicho que “llueve, truene o relampagueé”, irá a Lima, anunciando, por medio de su canciller, que está siendo objeto de un veto.

“No está atribuida en modo alguno a la República del Perú, ni a ningún otro Estado, la facultad de decidir sobre la participación de ningún Estado miembro y fundador en las reuniones de la Cumbre de las Américas”, dio el canciller Jorge Arreaza en una carta enviada a su par peruana, Cayetana Aljovín.

“Confirmamos que el presidente Nicolás Maduro Moros asistirá puntualmente (...) a la ciudad de Lima como representante del Pueblo Bolivariano de Venezuela”, concluye carta.

Solidaridad y furia

Entre los aliados de Maduro, Bolivia, en donde Evo Morales intenta imponer su reelección por tercera vez, ha dicho que Lima simplemente cumple las órdenes de Donald Trump, al no invitar a Venezuela.

En esta ocasión, a diferencia de cumbres anteriores, los representantes del denominado socialismo del siglo XXI están golpeados por la dictadura de Maduro. Ir a la cumbre sería un acto de poca solidaridad con Caracas o una revalidación de que, como indica el panorama político en Latinoamérica, la región está virando a la derecha, lo que conlleva a una tolerancia menor frente a regímenes dictatoriales.

Evo Morales, Daniel Ortega y Raúl Castro (si va), se tendrán que enfrentar a un grupo mayoritario de países que piden por diferentes vías un respeto por las garantías democráticas en una Venezuela gobernada por la dictadura.

Esta dictadura, pese a no ser el tema central de la Cumbre, marcará los dos días en Lima, en un ambiente totalmente distinto al de tres años, cuando Estados Unidos y Cuba prometían un viraje en sus relaciones.