Domenech con batuta de Filarmónica: debut sin brillo | El Nuevo Siglo
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Viernes, 16 de Febrero de 2018
Emilio Sanmiguel

No termino de entender por qué, pero en los últimos tiempos es casi imposible que un concierto arranque en Bogotá, como pasaba hace cien años, con un discurso.

Bueno, en la inauguración de la temporada de la Orquesta Filarmónica, que no ocurrió -como es la tradición- en el Auditorio León de Greiff en el corazón de la ciudad, sino en el Teatro Mayor en el lejanísimo norte, la noche del pasado 10 de febrero, no hubo uno sino dos. El de la directora ejecutiva Sandra Meluk, vaya y venga, seguido por el del nuevo titular, el director español Joseph Domenech para dedicar la presentación, según manifestó, a un amigo fallecido, al parecer sin mayor vínculo con la tradición de la orquesta. Inauguración de temporada para un público diferente del que por décadas ha acompañado a la Filarmónica en el auditorio universitario.

Para la primera parte se programó la presentación del irlandés Barry Douglas en una de las obras más extraordinarias, intensas y dramáticas del repertorio, el Concierto Nº 1 en re menor, op. 15 de Johannes Brahms. Douglas es una estrella de renombre internacional desde 1986 cuando se alzó con la medalla de oro del Concurso Tchaikovski de Moscú, que junto con el Chopin de Varsovia, es la más prestigiosa competencia del piano internacional. En los últimos años Douglas ha incursionado, como ocurre con muchos colegas suyos de renombre -Barenboim, Ashkenazy, Uchida, Zimerman-  en los terrenos de la dirección de orquesta, lo cual, seguramente explica lo ocurrido el sábado.

Porque el Concierto arrancó con pie izquierdo. Domenech no atacó la obra con el dramatismo que encierra la partitura, todo parecía indicar que el asunto se desarrollaría en una atmósfera carente de interés, pero de un momento a otro las cosas cambiaron radicalmente, desde el piano el fogoso Douglas tomó la decisión de agarrar las riendas, impuso su criterio musical, mucho más acorde con los contenidos originales y su personal concepción de los tempos.

La Filarmónica, que es una orquesta con todo el oficio posible de una orquesta profesional, habituada a enfrentar con solvencia toda clase de retos y todo tipo de directores, estableció su conexión directamente con el solista y se dio el milagro. Que no se limitó al dramático primer movimiento, pues en el segundo, Adagio el nivel de delicadeza del sonido y el lirismo de Douglas llegaron a la cima. A la altura del Rondo final, orquesta y solista trabajaban ya en absoluta comunión. La presencia de Domenech pareció no importunar lo que ocurría, evidentemente el Brahms era asunto de los músicos y el solista y el titular parecía un convidado de piedra

Si bien es cierto los tiempos adoptados por el solista podrían ser materia de discusión, hay que reconocer que la interpretación sí tuvo la intensidad que el nuevo titular no logró durante los pasajes iniciales.

Desde luego gran aplauso del teatro, que estaba casi con el aforo agotado y el encore de rigor, un Tchaikovsky, Octubre de Las estaciones; impecable y delicioso.

Tras el intermedio regresó Domenech a escena para dirigir Preludio y muerte de amor de Tristán e Isolda de Wagner. Una versión solvente, pero nada memorable. Si bien es cierto las cuerdas filarmónicas tuvieron una actuación modélica en la primera parte del Preludio también lo es que no hubo un gran trabajo de matices y menos aún de absoluto control de la sonoridad porque faltaba refinamiento. Ya se sabe, Wagner es más refinado que lograr enormes sonoridades de la orquesta

Tercera selección para su debut en la titularidad filarmónica Till Eulenspiegel, op. 28 de Richard Strauss. Es verdad que hubo momentos logrados, incluso logradísimos, pero también otros en los cuales el resultado, en materia de limpieza, no andaba a la altura de la densa orquestación original. La obra salió al otro lado, pero no quedará en los anales de las grandes interpretaciones de la orquesta.

Desde luego es prematuro entrar a juzgar si la designación de Domenech es, o no, la más atinada para este momento de la trayectoria de una orquesta, que a lo largo de ya medio siglo de trabajo, ha actuado con toda suerte de directores. Pero, la del sábado no fue su noche.

El tiempo dirá.