Trump en 30 días | El Nuevo Siglo
Jueves, 23 de Febrero de 2017

Un mes después de la posesión de Donald Trump, como presidente de los Estados Unidos, no hay duda del estremecimiento económico, social y político, tanto al interior como al exterior del país norteamericano. De un lado está, asimismo, el cumplimiento de las promesas de campaña, con todo lo que ello ha transformado el sofisticado y de algún modo apacible ambiente que rodeaba el gobierno de Barack Obama, y de otro quienes todavía no han asimilado el triunfo del republicano y se mantienen atados con pies y manos a la campaña como si ella no hubiese terminado hace meses.

Durante estos 30 días, puede decirse que Trump ha practicado una especie de ensayo-error, sin dejar a un lado, por un momento, sus convicciones. En principio, puede observarse una dosis importante de sentido práctico, dentro del cual primero se lanzan unas ideas de impacto y después se recogen para acoplarlas dentro de lo que él considera son los intereses vitales norteamericanos. Así ocurrió con China, a la que advirtió que los Estados Unidos podrían cambiar su doctrina precedente frente a ese país, pero a la hora de nona todo se mantuvo igual, con satisfacción por parte de los líderes de la potencia asiática. Parecería una estrategia de negociación hacia el futuro. Algo similar ocurrió con Israel, aunque Trump dejó en claro que primero debían ponerse de acuerdo judíos y palestinos, y después sí recurrir a la órbita internacional para respaldar cualquier tipo de pacto. Frente al Reino Unido, por su parte, respaldó francamente al gobierno conservador de Theresa May, alejándose totalmente de las fuerzas anti-Brexit, y prometiendo un acuerdo comercial bilateral ante la salida británica de la Unión Europea.

Trump, de acuerdo con las encuestas promediadas, se mantiene más o menos en los mismos porcentajes que obtuvo el día de las elecciones. No obstante, en los sondeos de las firmas más acertados en la época de la campaña, la aprobación supera a la desaprobación. Aun así la idea de la oposición, que hacía tiempo no se veía con tanta dureza en Estados Unidos, es mantener el divisionismo y garantizar la polarización. Una oposición, por lo demás, liderada por la prensa liberal que, por igual, jamás pensó que Trump ganaría y puso todo su influjo en el triunfo de Hillary Clinton. No hay día, en tal sentido y ya casi por deporte nacional, en que esa parte de la prensa no se despierte para cuadrar el ataque cotidiano, bien sea contra su familia, el propio Presidente o eventualmente contra alguno de sus nominados para los cargos. Y pareciera que el mismo Trump juega las mismas cartas de la polarización, atizando la hoguera con algunos periódicos y cadenas. 

Hasta el momento, a su vez, las más grandes polémicas se han centrado, la primera, en los decretos sobre inmigración. Trump hubo de enmendar una norma luego de fricciones con la Rama Judicial, pero emitió un nuevo dictamen que, con base en las resoluciones de Obama, endurece las condiciones para los inmigrantes ilegales y engloba a los once millones de habitantes que caen bajo estas circunstancias. En medio de ello, por lo demás, está la polémica construcción del muro con México, sobre lo que en estos días avanzarán sus delegados en el país vecino, aunque queda claro que tal vez sea ello solo el colofón de las negociaciones sobre el Nafta, que pretende el primer mandatario norteamericano para darle un viraje a la balanza comercial deficitaria.

La segunda controversia ha radicado en la supuesta intervención rusa en la campaña electoral, contra Hillary Clinton, cuya información se ha venido desplegando con la prensa de correa de transmisión del FBI. Desde ese punto de vista el asunto suena detestable, puesto que se trata de erosionar el mandato de Trump por dentro y mantener la influencia de los organismos de seguridad sin modificación alguna, lo que siempre han pretendido desde Kennedy. Pero sobre esa base el propio Trump descartó a su consejero de seguridad, por mentirle a su Vicepresidente sobre sus conversaciones con los rusos, y a no dudarlo lo reemplazó con un funcionario de mucho mejor nivel. Lo mismo ocurrió con el nominado al Ministerio de Trabajo, quien renunció antes del beneplácito del Congreso, y en su lugar designó a un latino, lo que le salió bien. Como positivo, asimismo, fue el nombramiento que hizo para llenar la vacante de la Corte Suprema de Justicia, en cabeza de un joven jurista conservador.

En tanto, como lo demuestra el auge de las bolsas, hay expectativa y confianza en Trump, a raíz de quitar regulaciones y cumplir con lo que promete, como en los ajustes del Obamacare. Para el segundo mes queda pendiente la rebaja de impuestos y los mecanismos de inversión en la renovación de la infraestructura. Son dos aspectos fundamentales de sus promesas. Ahí estará la nuez del nuevo mes recién comenzado.