¿Hay que publicar a Céline, así sea antisemita? | El Nuevo Siglo
Foto Agence France Press
Domingo, 14 de Enero de 2018
Pablo Uribe Ruan
a editorial Gallimard anunció la publicación de una serie de panfletos del escritor francés en los que ataca a los judíos. Luego de varias críticas, desistió de ello. Algunos, dicen que esto atenta contra la libertad del escritor; otros, creen que es un gesto de respeto

____________

¿Debe la literatura cumplir con estándares éticos y morales? Este debate, que viene desde Grecia, nunca ha tenido una respuesta unánime. Setenta años después, con una obra laureada con premios como el Goncourt, Louis-Fernand Céline, el polémico escritor francés, acusado de escribir panfletos antisemitas, vuelve al centro del debate.

La editorial francesa Gallimard, que había proyectado publicar los panfletos antisemitas del francés en 2018, anunció que no lo hará, por motivos éticos. En una carta enviada a la Agence France Press (AFP), su presidente, Antoine Gallimard, explicó: “En nombre de mi libertad de editor y de mi sensibilidad a mi época, suspendo este proyecto, al juzgar que las condiciones metodológicas y memoriales no están reunidas para abordarlo serenamente”.

En diciembre, cuando la editorial anunció su proyecto, la comunidad judía y algunos sectores de la opinión pública francesa calificaron de “agresión” la reedición de los polémicos textos. “Es una agresión contra los judíos de Francia”, dijo Serge Klarsfeld, presidente de la asociación de Hijos e Hijas de Deportados Judíos en el país.

Se trata de “Bagatelas para una masacre”, “La escuela de los cadáveres” y “Los bellos paños”, obras cargadas de una realidad cruda -sello de Céline- y, sin lugar a duda, llenas de antisemitismo.

Desatado, en una de ellas, Céline escribe:

“Me gustaría establecer una alianza con Hitler (...) A él no le gustan los judíos... A mí tampoco... No me gustan los negros fuera de su lugar... No veo ninguna delicia en que Europa se vuelva completamente negra... No me haría ninguna gracia... Son los judíos de Londres, de Washington y de Moscú los que impiden la alianza franco-alemana (...) Dos millones de boches campando por nuestro territorio nunca podrán ser peores, más saqueadores ni infames que todos esos judíos que nos revientan (...) Siempre y en todas partes, la democracia no es más que el biombo de la dictadura judía”.

Basta tener dos dedos de frente para darse cuente que el antisemitismo fluía por la sangre de Céline. ¿Pero es, acaso, una condición intrínseca al escritor ser correcto políticamente? Algunos dicen que sí; otros manifiestan que no. Los que dicen que no defienden la memoria de los pueblos, que es buena y mala.

La memoria, dicen, es un exponente certero de la historia. Esconder, borrar o censurar  genera, a largo plazo, una memoria repleta de buenos recuerdos y vacía de momentos, frases, estatuas, calles, que hacen parte de la mala historia. De lo que se quiere olvidar.

Siglo tras siglos, la literatura se ha preguntado hasta qué punto se debe recordar. Y hasta qué punto se debe olvidar. En uno de sus cuentos, “Funes el memorioso”,  Jorge Luis Borges narra la historia de un hombre que, simplemente, no puede olvidar. ¿Se puede vivir así? No. Pero tampoco se puede olvidar todo.

En una polémica reciente, la municipalidad de Charlottesville, Estados Unidos, anunció que movería las estatuas de héroes confederados por su significado a favor del racismo contra las comunidades negras en el Siglo XIX. Tras ello, grupos de extrema derecha decidieron tomarse la ciudad. Meses después, las estatuas siguen ahí.

El argumento esgrimido por algunos de sus defensores es que ellas representan parte de la historia de Estados Unidos, valorada por unos como negativa, pero por otros como positiva. Son historia: no hay historia buena e historia mala.

Gallimard, presidente de la editorial francesa, ha dicho algo parecido. Luego de no publicar los panfletos de Céline, dijo que “pertenecen a la historia del antisemitismo francés más infame. Pero condenarlos a la censura obstaculiza que se esclarezcan plenamente sus raíces y su alcance ideológico, y crea una curiosidad malsana”. Agregó, “entiendo y comparto la inquietud de los lectores de que esta edición choque, hiera o preocupe por motivos humanos y éticos evidentes”.

La polémica sigue viva. Intelectuales como Bernard-Bernard-Henri Lévy, en una declaración a El País de España, en 2011, dijo, a propósito de la conmemoración del 50 aniversario de la muerte de Céline, que: “Aunque la conmemoración sirviese solo para eso, para empezar a entender la oscura y monstruosa relación que ha podido existir entre el genio y la infamia, habría sido no sólo legítima, sino útil y necesaria”.

La aproximación, quizás, más clara frente al tema, la tiene el intelectual español, Jordi Amat. Entrevistado por el mismo diario, explicó que “la obligación del Estado”, de la sociedad, “es dar respuesta intelectual pública a un personaje conflictivo. Si se limita a canonizar lo mejor de nuestro pasado o a blanquear los conflictos, está falseando la historia”.

El caso de Céline es paradigmático. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial parte importante de su obra no ha sido publicada. Sin embargo, Voltaire, cuyos textos también atacaban a los judíos, fue enterrado en el Panteón, como ídolo, y es publicado cada año.

¿Debe la literatura ser moral, inmoral? ¿Cuál es su compromiso con la ética?/

 

 

Creo que sí hay publicarlo: Auster

¿Hay que publicar nuevamente “Bagatelas para una masacre” y otros panfletos antisemitas como preveía la editorial Gallimard?: “No lo sé, quizás, estaban en todas partes, creo que sí, finalmente”, declaró el escritor Paul Auster interrogado por la radio francesa France Inter.

“Porque es un gran escritor, un gran escritor que cometió errores de juicio, pero creo que hay que entenderlo todo sobre él y suprimir (estos escritos) no es una buena idea, aunque sea chocante y repugnante”, agregó el autor.

“Es un escritor que me gusta mucho (...) sobre todo sus novelas, claro”, añadió, calificando “Bagatelas para una masacre” y otros textos de “horripilantes”. /