¿Una nueva guerra fría? | El Nuevo Siglo
Sábado, 15 de Octubre de 2016

La llamada “guerra fría” se plantea desde el momento en el cual, de visita en Estados Unidos, Winston Churchill expone  a la academia las contradicciones de la alianza de las grandes potencias en la Segunda Guerra Mundial contra el eje soviético. El notable estadista inglés  recalcaba que este último combatía los objetivos democráticos de Occidente. Es entonces cuando, en 1946, concreta el desafío de Moscú: “desde Stettin, en el Báltico, a Trieste, en el Adriático, ha caído sobre el continente un telón de hierro. Tras él se encuentran todas las capitales de los antiguos Estados de Europa central y Oriental. Varsovia, Berlín, Praga, Viena, Budapest, Belgrado, Bucarest y Sofía, todas estas famosas ciudades y sus poblaciones y los países en torno a ellas se encuentran en lo que debo llamar la esfera soviética, y todos están sometidos, de una manera u otra, no sólo a la influencia soviética, sino a una altísima y, en muchos casos, creciente medida de control por parte de Moscú, muy fuerte, y en algunos casos, cada vez más estricto”.

En esos tiempos de Churchill, la ideología comunista se expandía a partir de Moscú, pero en realidad todo comenzó desde el transcurso de la Primera Guerra Mundial, cuando Lenin derrumba el gobierno de los zares y proclama la república socialista.

Tiempo después es Stalin quien impulsa la exportación de la revolución. La ambición de este último siguió durante la alianza con Hitler con el objetivo de dividirse Polonia y luego en otros pulsos geopolíticos en distintas partes del planeta.

Cuando Churchill habló en Estados Unidos para despertar a la opinión sobre el peligro que representaba la Unión Soviética para Occidente, el líder británico ya había medido los alcances del peligro comunista durante la postguerra, e incluso en privado habría propuesto a Washington un preventivo bombardeo atómico a Moscú, al estilo del que se aplicó a Japón.

Muchas décadas han pasado desde entonces y la geopolítica varió sustancialmente. Rusia ya no tiene un gobierno comunista ni aspira a exportar la revolución. Una democracia experimental e imperfecta, dentro de un esquema económico neocapitalista, impera en ese país. La Unión Soviética desapareció, paralelo a la caída de la “cortina de hierro” que mencionara Churchill, sin que se disparase un solo tiro. Hubo un fenómeno de implosión acabó con el régimen comunista, que no pudo seguir compitiendo en la carrera militar ni incluso espacial con los Estados Unidos de Ronald Reagan, al entrar su economía en crisis. El rechazo popular al régimen comunista hizo el resto.

Pero aun así los factores geopolíticos fundamentales de Rusia se mantienen. Sigue siendo un país inmenso cuya masa mira al Occidente y Oriente, puesto que puede moverse desde su propio eje a la zona planetaria que le interese o lo demande. Militarmente Moscú no tiene hoy el mismo poder que la Otan, Estados Unidos o China, pero preserva la capacidad de defenderse y actuar en caso necesario en todos los mares. Cuenta, por igual, con una poderosa armada de guerra que porta ojivas nucleares y una aviación altamente mortífera y tecnificada...

Es precisamente ese poderío geopolítico y militar el que le ha permitido defender al gobierno de Siria e impedir que el ‘Estado Islámico’ arrase con el régimen de Bashar Háfez al-Ásad.

El pulso geopolítico entre Moscú y Washington en Siria, país sometido a una guerra civil sin cuartel, ha dado lugar a que algunos analistas rememoren los tiempos de la “guerra fría”. La difícil negociación para establecer los términos de una tregua se asemeja a los tira y afloje de décadas atrás. Ello sin que Rusia intente asumir el poder en la región, sino que se limita a respaldar al gobierno local, actitud que le permite conservar su poder geopolítico regional y construir una nueva base militar en ese territorio.

¿Se justifica de alguna manera la guerra? El uso de la fuerza es la última ratio de las potencias. Estados Unidos y Rusia ensayan en el ensangrentado suelo sirio, asiento de milenarias culturas y religiones, sus armas más recientes y sofisticadas. Y al mismo tiempo se trenzan en un pulso de poder e influencia geopolítica que hace mucho tiempo no se veía en esta dimensión y con intereses claramente diferenciados frente a la permanencia o no del régimen de al-Ásad, así de por medio esté la única coincidencia de evitar que el ‘Estado Islámico’ se fortaleza en Siria e Irak, y desde allí siga activando sus redes terroristas y radicales en todo el planeta.