Tolerancia cero | El Nuevo Siglo
Miércoles, 22 de Agosto de 2018
  • La impactante carta del Papa Francisco
  • Todos contra el abuso de clérigos y sacerdotes

La contundente carta de su santidad Francisco a los feligreses, condenando el abuso sexual cometido por los sacerdotes es, desde luego, un documento sustancial para tener en cuenta.

La crisis suscitada por la pederastia, en cabeza de clérigos y altos jerarcas de la Iglesia Católica, puede ser una de las más graves suscitadas en el transcurso de los dos mil años de historia, desde el nacimiento de Jesucristo. En principio se pensó, hace unos lustros, que eran casos aislados o de personas que de antemano estaban afectadas sicológicamente y buscaban acceder a determinadas instancias para persistir en sus fechorías. Pero paulatinamente se ha venido a saber que es un fenómeno más enraizado, lo que, por supuesto, ha puesto alerta a los católicos. Nadie entrega a sus hijos a colegios y universidades de educación religiosa para que tengan que sufrir semejantes traumas el resto de sus vidas. Eso ha generado, por descontado, una aguda crisis de confianza y una alta afectación en la credibilidad eclesial.

Por eso Su Santidad, en su carta dirigida “al pueblo de Dios”, sostiene que “el sufrimiento vivido por muchos menores a causa de abusos sexuales, de poder y de conciencia cometidos por un notable número de clérigos, personas consagradas”, resuena con fuerza tanto en el corazón del Santo Padre como en el de todos los feligreses. Es un crimen, como dice el propio Francisco, “que genera hondas heridas de dolor e impotencia; en primer lugar, en las víctimas, pero también en sus familiares y en toda la comunidad, sean creyentes o no creyentes”.

Su pedido es, pues, el de generar una cultura capaz de evitar que estas situaciones no solo no se repitan, sino que no encuentren espacios para ser encubiertas y perpetuarse. Es por ello, sin duda alguna, que el Papa ha dedicado, particularmente en los últimos meses, sus esfuerzos para develar los ilícitos. Así fue en Chile, hace unas semanas, donde incluso suspendió a la cúpula obispal, y de igual manera lo ratificó también hace unos días con las circunstancias suscitadas en Pensilvania (Estados Unidos), donde una investigación sobre un lapso de 70 años descubrió que al menos 300 sacerdotes habían incurrido en abusos sexuales bajo la mirada cómplice de los altos jerarcas eclesiales.

Es la primera vez, en ese sentido, que el Papa dirige una carta a los 1.200 millones de fieles católicos que hay en el mundo. De ese tamaño es la órbita de sus palabras. En el documento es enfático en que no será su pontificado el que pase agachado frente a tales prácticas deleznables.

Por eso Su Santidad pide erradicar lo que cataloga, bajo esas premisas, como la “cultura de la muerte”. Y es por eso también que utiliza el término “condenar”, puesto que semejantes heridas en las víctimas nunca prescriben.

De hecho, haciendo como suyas las palabras del Papa anterior, Benedicto XVI, sostiene que: “¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, debían estar completamente entregados a él! ¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia!… La traición de los discípulos, la recepción indigna de su Cuerpo y de su Sangre, es ciertamente el mayor dolor del Redentor, el que le traspasa el corazón. No nos queda más que gritarle desde lo profundo del alma: Señor, sálvanos”.

Dentro de esos criterios, fija una línea de conducta contra la pederastia y los abusos sexuales: “tolerancia cero”. Y es por eso que sostiene que “es imprescindible que como Iglesia podamos reconocer y condenar, con dolor y vergüenza, las atrocidades cometidas por personas consagradas, clérigos e incluso por todos aquellos que tenían la misión de velar y cuidar a los más vulnerables”. Pide incluso ayunar para que nos dé hambre y sed de justicia, apoyando todas las mediaciones judiciales.

El mensaje de su santidad Francisco es, entonces, categórico y sin ningún asomo de duda. Es lo que pide de los feligreses: estar atentos a cualquier abuso sexual y condenarlo para evitar el hundimiento de la Iglesia Católica por falta de confianza y de credibilidad. A no dudarlo, la mayoría de sacerdotes y clérigos no son así. Apartar las manzanas podridas debe ser, como dice el Papa, el compromiso de todos para una renovada conversión y la apertura de un nuevo camino distinto de esas “atrocidades”.