La lógica tributaria | El Nuevo Siglo
Domingo, 4 de Noviembre de 2018
  • Por un debate objetivo a la reforma
  • Algunos temas por ajustar y equilibrar

La polvareda política y económica que se levantó esta semana una vez el gobierno del presidente Iván Duque radicó el proyecto de reforma tributaria es normal. Siempre ocurre igual cuando esta clase de ajustes a la carga impositiva de los colombianos llegan al Congreso. La opinión pública rechaza de entrada cualquier aumento en el pago de nuevos o más impuestos, en tanto que los gremios y sector privado que son impactados por esa propuesta inicial hacen pronósticos casi apocalípticos sobre lo que les pasaría si se esta se aplica.

En el Congreso los partidos se cuidan de mostrar apoyos o rechazos absolutos al articulado, al tiempo que redundan en discursos políticos en torno a que no dejarán que las personas más desfavorecidas terminen pagando los platos rotos del hueco fiscal. También se escuchan las voces de oposición del momento señalando que los hogares no tienen cómo apretarse más el cinturón y que lo mejor es que “los ricos paguen más”, que el Estado despilfarre menos, que se acabe de un tajo con la evasión tributaria y que se evite automáticamente que los corruptos esquilmen el erario… En medio de todo ello, el Jefe de Estado de turno y su correspondiente Ministro de Hacienda se multiplican en todos los foros y medios de comunicación, tratando de explicar las bondades de la reforma, la cantidad de empleos y dinamismo económico que generará así como el bajo impacto que tendrá sobre las clases menos favorecidas…Es más, es de común escucha el argumento según el cual los gobiernos apuestan por topes altos de recursos a conseguir con esta clase de reformas, pero son conscientes de que, al final, solo obtendrán una parte de los mismos, pues el Congreso siempre necesita un margen de acción política para responderle a su electorado que logró aliviar el apretón…

Todo lo anterior se repitió la semana que hoy culmina y, como se dijo, es apenas normal. Sin embargo, lo verdaderamente importante es lo que viene ahora, en las comisiones económicas del Senado y la Cámara, en donde el denso articulado empezará a ser analizado propuesta por propuesta para establecer sus verdaderos alcances y, allí sí, comenzar a tomar decisiones objetivas, detalladas y fundadas, ajenas a las reacciones marcadamente emocionales, generalizantes y discursivas de los días recientes. En ese orden de ideas, la realidad es que el proyecto de reforma tributaria termina siendo una especie de borrador del ajuste impositivo, que debe ser refilado, depurado y articulado con el pasar de los debates. Cada bancada, en su momento, hará los análisis internos que considere y fijará de forma clara qué modificaciones apoyará para poder tapar el hueco de 14 billones de pesos en el presupuesto de 2019 y cuáles serán las líneas rojas que no traspasará en materia impositiva, más aun estando a menos de un año de las cruciales elecciones regionales y locales.

Por ejemplo, es claro que la propuesta de bajar un punto en el IVA -pasándolo del 19 al 18 por ciento- pero aplicándolo a más productos de la canasta familiar, será flexibilizada, seguramente en un rango bastante inferior. También es posible que se busque aumentar la cantidad de hogares de bajos recursos que podrían recibir una compensación anticipada por el mayor valor de los alimentos de primera necesidad. Puede, incluso, que se exija que el esfuerzo del Gobierno en apretón del gasto público sea superior al billón de pesos inicialmente proyectado y que se hagan apuestas por un mayor flujo de recursos a las arcas nacionales por cuenta del pico de precios del petróleo y el carbón. Si esto no ocurriera, se dejaría como alternativa la posibilidad de acudir a refinanciar parte de la deuda, siempre dentro de los límites de la regla fiscal y cumpliendo la meta de reducir el déficit a 2,4% del PIB. En cuanto a la disminución gradual de la carga tributaria a las empresas así como a las iniciativas propias de la economía naranja, este pilar se mantendrá. También tiene visos de progresar la unificación de las deducciones y exenciones, así como la activación de la cédula única tributaria, que permitirá reducir los altos niveles de evasión y elusión.

Es evidente que avanzar en una u otra dirección no será fácil. El Gobierno tendrá que ejercer un liderazgo político y económico superlativo para convencer a las bancadas, tanto a las oficialistas como a las independientes e incluso a las de oposición, de las urgencias y realidades fiscales inesquivables. Un liderazgo que propenda por el consenso,  no ceda ante las pretensiones populistas de algunos y asegure el cumplimiento de la regla fiscal. Pero, ante todo, un liderazgo que lleve a una estructura de impuestos moderna, simple y progresiva.