La desunión suramericana | El Nuevo Siglo
Sábado, 5 de Mayo de 2018
  • Génesis de la crisis en Unasur
  • Desterrar la política mezquina

Desde comienzos del siglo XIX, cuando el Libertador Simón Bolívar convocó a los americanos a unirse, se han frustrado múltiples ensayos de asociación e incluso de políticas conjuntas en nuestra región, a diferencia de lo que pasó en otras grandes potencias y zonas del mundo. Al derrumbarse el Imperio Español en América, las naciones latinoamericanas tuvieron muchas rivalidades por las divisiones territoriales artificiales que derivaban del sistema de gobierno peninsular. La política interna de muchos de estos países se redujo a la lucha de las asambleas y congresos por debilitar el poder presidencial y procurar a todo trance el predominio burocrático. La política internacional, a su turno, apenas se limitó a imitar a los europeos y los estadounidenses, así como a fomentar las rivalidades entre vecinos, pese a que para evitar esas fricciones Bolívar había legado la doctrina del “Uti possidetis iuris”, con el fin de dirimir los litigios fronterizos al reconocer los límites de las divisiones territoriales-administrativas del Imperio Español en América. Aun así, al copiar los modelos del nacionalismo europeo, los jóvenes países latinoamericanos se enzarzaron en varias guerras por esta causa. Por ello, desde el término de la Colonia son escasos los esfuerzos reales y eficaces para la unión subcontinental.

Por lo mismo, en el concierto internacional nos conocen, así pueda sonar a broma, como los “estados desunidos de América”. La comparación histórica es irrefutable y elemental, en tanto las trece colonias del norte de América se unieron y expandieron al vecindario mexicano y caribeño, en tanto las suramericanas se dividieron,  encogieron o cedieron ante Brasil. La región ha carecido de una diplomacia que defienda los intereses colectivos de los hispanoamericanos en el mundo. Por esa fatal división persisten los ejércitos locales, sin conseguir armar una poderosa fuerza unificada militar, marítima y aérea común. Fuerza que podría contar miles y miles de efectivos bien entrenados y listos para actuar en toda el área contra amenazas internas y externas.

Es claro que la OEA cumple su delicada misión de máximo ente continental a medias, sorteando tormentas, crisis, desencuentros e inoperancia, pese a los denodados esfuerzos a favor de la democracia de su secretario general Luis Almagro. El Mercado Andino, que promovió Carlos Lleras Restrepo, que tantos beneficios trajo a la economía regional, sucumbió bajo la falsa premisa según la cual era mejor negociar por separado los tratados comerciales con las potencias y bloques multinacionales de otras latitudes. Ello a sabiendas de que se retrocedía y menoscaba la diplomacia conjunta y negociadora. Por lo mismo, varias iniciativas integracionistas fenecieron. En tanto el Parlamento Andino tampoco consiguió trascender.

Vendría luego la iniciativa del entonces presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso en el sentido de crear la Comunidad Suramericana de Naciones. Ese proyecto se concretó en el Perú, en 2004, y posteriormente derivó en el surgimiento de la Unión Nacional Suramericana (Unasur). Argentina, Brasil, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay y Venezuela firmaron el tratado constitutivo del bloque. Los objetivos eran ambiciosos y complejos: el fortalecimiento del diálogo político entre los Estados miembros que asegurara un espacio de concertación para reforzar la integración suramericana y la participación del nuevo bloque en el escenario internacional. Todo ello unido a impulsar objetivos comunes de desarrollo social y humano con equidad e inclusión para erradicar la pobreza y superar las desigualdades.

Sin embargo, vendría la penetración del llamado “Socialismo del siglo XXI”, con su alta carga demagógica y burocrática, haciendo que la Unasur se alejara de sus objetivos fundamentales y cayera en la intriga y la politiquería. El secretariado de la entidad se desgastó en asuntos menores y objetivos mezquinos. Como las decisiones en su seno se toman por consenso, según los estatutos, al dividirse el organismo derivó en la inmovilidad e inoperancia. Todo ello explica porque semanas atrás Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Perú y Paraguay le informaron al gobierno de Bolivia- que ejerce la secretaría pro témpore- que se abstenían de participar en las diferentes instancias del ente sudamericano.

Así las cosas, el organismo está en su peor crisis y semiparalizado, sin que Bolivia responda a las inquietudes y apremios de terceros países, más aún porque ese gobierno está ensimismado en el objetivo de violar su Constitución y reelegir a como dé lugar a Evo Morales. En tales circunstancias, la Unasur languidece y su burocracia guarda silencio cómplice.

Visto todo lo anterior, es preciso redimensionar, fortalecer y volver a impulsar los objetivos básicos de la Unasur. No puede Latinoamérica conformarse con un nuevo fracaso institucional. Hay que exigir la despolitización de la institución. Entender que los grandes espacios geográficos y la unión de propósitos de nuestras naciones americanas deben conducir a la unión monolítica en torno a objetivos prácticos y la defensa de los intereses comunes.