La agonía venezolana | El Nuevo Siglo
Sábado, 30 de Abril de 2016

·       El popularismo rampante

·       ¿Ruido de sables?

 

Venezuela pasa por una situación impensable que mantiene en vilo las instituciones, en tanto se degrada la calidad de vida y la crisis social se agrava en todos sus estamentos. La situación que lacera el alma del pueblo venezolano no fue imaginada en toda su magnitud ni por el más pesimista de los analistas políticos, con la ilustre excepción de Arturo Uslar Pietri, que en los años 30 del siglo XX, instó a las autoridades a sembrar el petróleo, como la fórmula para no caer en la tentación de convertirse en país rentista y parasitario.

 

Los gobernantes de entonces y la población en general hicieron oídos sordos de la predica del extraordinario escritor e insobornable hombre público. Los partidos de distinto signo se acostumbraron a predicar el reparto de las regalías del crudo entre sus partidarios para conseguir lealtades, por considerar el preciado mineral como botín electoral, en particular desde el momento en que Carlos Andrés Pérez giró los cheques a las trasnacionales para nacionalizar el petróleo. Sin atender que el negocio principal de esa industria no era la extracción del preciado mineral, sino su transporte, comercialización y producción de derivados.

 

Así que la industria petrolera fue decayendo en manos de sus dueños criollos, que procuraban en cada gobierno enriquecerse a como diera lugar, mientras la población, intoxicada por el populismo, reclamaba más dividendos del negocio para atender sus necesidades básicas. La codicia así como los aventureros del tráfico de influencias y de los negocios turbios les permitieron minar el sistema mediante la corrupción y llenar las alforjas. Los nuevos ricos se destacaban como magnates turistas en Miami y otras ciudades del exterior por sus compras extravagantes y costosísimas, siempre con el comentario “Ta barato”. Era la Venezuela saudita.

 

 

En su segunda presidencia se le ocurrió a Carlos Andrés Pérez, sanear la economía siguiendo las recetas neoliberales y  produjo la quiebra de más de 15.000 empresas. Con el precio de crudo a la baja, el descontento popular se combinó con el intento golpista que produjo El caracazo, que cobro en esa ciudad más de 10.000 víctimas, sin conseguir tumbar el gobernante. Pero de ese incendio surgió en la conciencia popular la imagen del comandante Hugo Chávez, como ángel guardián de las Fuerzas Armadas para castigar con su espada a los corruptos. Lema bajo el cual los derrotó y ganó las elecciones el entonces oscuro oficial de tendencia fascista-populista, que después se encuadró en el socialismo castrista antiimperialista del siglo XXI.

 

El nuevo mesías, que admiraba a Fidel Castro, se afianzó en el autoritarismo, persiguió a la clase política, fomentó una nueva casta de favoritos que voraces se enriquecieron al compás del empobrecimiento generalizado que produce la destrucción de la industria privada, los negocios y el agro. Con la chequera de la estatal petrolera en el bolsillo y los poderes habilitantes que le confirió la Asamblea, se dedicó a repartir dinero a manos llenas entre sus aliados de izquierda de la región y de otras partes del mundo. Nunca alguien había contado con  dinero a manos llenas para comprar a los políticos y aventureros afines. No se conoce otra historia en donde una especie de ‘rey midas’ con tanto entusiasmo malgastara los dineros públicos, hasta conducir su país a la ruina. Ni siquiera a Carlos Marx se le ocurrió, en los tiempos de mayor delirio socialista, fomentar una clase impreparada y rentista en las favelas, cuya fidelidad dependiera de las boletas para recibir alimentos. Hasta el socialismo utópico más extravagante consideraba el trabajo esencial para generar recursos al Estado.

 

la ruina de Venezuela es un hecho, pero el presidente Nicolás Maduro pretende echarle la culpa de la tragedia social al imperialismo. Ello a sabiendas de que recibió un país en crisis que se agravó por la caída de los precios del crudo y los errores del sistema. Hoy la disputa política se reduce al gobierno que espera que el crudo suba de precio para solventar las deudas y recibir oxígeno presupuestal, a sabiendas de que todos los rubros de la economía están a la baja. En caso contrario, la presión social amenaza hacer saltar en mil pedazos el sistema. Los apagones semanales, la parálisis de la producción, los asaltos de los malandros y la falta de alimentos y medicinas, así como de puestos de trabajo, desesperan a la población y se teme lo peor. El gobierno se resiste a renunciar y la oposición pretende mantenerlo contra las cuerdas, así se rumore de ‘ruidos de sables’ en los cuarteles, sin que surja una fuerza o personaje capaz de hacer retornar la sensatez y el dialogo entre las partes.