“El eclipse de Dios” | El Nuevo Siglo
Viernes, 19 de Agosto de 2011

*La educación en valores
*Benedicto XVI condena el relativismo


En medio de la honda crisis económica que agobia a España, del malestar social y político, de las protestas de los indignados que desafían la autoridad, bloquean vías y lanzas basura en frente de los comercios; se enfrentan a la policía y hostigan a las autoridades, en un intento por fomentar el desorden y la anarquía, la situación política de desgaste del Gobierno se hace cada vez más insostenible. La gente casi desespera al hacer la cuenta regresiva de los largos días que le quedan al Gobierno de José Luís Rodríguez Zapatero que recibió de su antecesor, José María Aznar, un país próspero, con enormes reservas económicas y positivos aumentos de los ingresos, lo que se llegó a calificar como el milagro económico español, para dejarlo en bancarrota, sumido en el desconcierto y en el cual renace un anticlericalismo tan solo comparable al que los socialistas propiciaron poco antes de la Guerra Civil y durante la misma. Eso en un país en donde la gente del pueblo sigue los milenarios preceptos de la religión y se esfuerza por cumplir los mandamientos del catolicismo.


En su visita a España el Papa Benedicto XVI denuncia esa persecución creciente y orquestada en distintas regiones del planeta contra los creyentes para poner en estado de alerta a todos los cristianos y miembros de otras religiones que en el concierto internacional sufren despiadados ataques de las minorías descreídas y de gobiernos que con su relativismo moral abominan de los seres piadosos y sencillos que dedican su vida a honrar a Dios.


“En la sociedad actual -dice Benedicto XVI- se presenta una especie de eclipse de Dios, una cierta amnesia, más aún, un verdadero rechazo del cristianismo y una negación del tesoro de la fe recibida, con el riesgo de perder aquello que más profundamente nos caracteriza”. El Papa condena el relativismo y el utilitarismo, que se toman la sociedad y rebajan los más nobles principios de las sociedades para fomentar un individualismo egoísta y disolvente. Por lo mismo al dirigirse a un grupo representativo de las monjas de clausura que dedican con humildad su vida a la devoción, destacó que con su ejemplo demuestran pertenecer a un mundo superior en el cual dedican su “pertenencia a Dios”.


Y, en la misma ocasión, les pide a los profesionales de la educación defenderse y hacer frente a los excesos de los que abusando de los conocimientos científicos pecan de arrogancia materialista y de un orgullo desenfrenado al menospreciar las creencias religiosas, un mal recurrente en el cual la soberbia ciega a los hombres desde los primitivos esfuerzos técnicos y a lo largo de los distintos avances materiales de la humanidad. Lo que contribuye no pocas veces a una actitud desenfrenada que lleva a cometer excesos y caer en la felonía y cobardía de atentar contra el sacro derecho a la vida de criaturas inocentes, tendencia que propicia un totalitarismo peligroso y que desprecia los valores cristianos. Benedicto XVI ha recordado sus primeros pasos como profesor en la Universidad de Bonn, “cuando todavía se apreciaban las heridas de la guerra y eran muchas las carencias materiales pero todo lo suplía la ilusión por una actividad apasionante”. Hizo un vehemente llamado a los docentes a practicar la humildad, recordándoles que “la verdad siempre va a estar más allá de nuestro alcance. Podemos buscarla y acercarnos a ella, pero no podemos poseerla del todo”.


En esa multitudinaria convocatoria a las juventudes el Papa Benedicto XVI ha resaltado su compromiso inquebrantable por alentar espiritualmente a los jóvenes que se enfrentan a un mundo en ruina moral y material, que ven cómo se desmoronan las instituciones más respetables y se esfuma la estabilidad y la prosperidad de la noche a la mañana. El Pontífice entiende que son precisamente los valores cristianos los que pueden salvar a la sociedad de las garras de los descreídos y los que intentan pescar en río revuelto para fomentar la guerra social y agravar la crisis. Con entusiasmo defiende el Papa la causa de los jóvenes, que deben ser fortalecidos en la educación moral y el conocimiento, razón por la cual hace un llamado a los educadores y su responsabilidad con los estudiantes, puesto que las luces del ideal que imparten no debe desvirtuarse: “ni por ideologías cerradas al diálogo racional ni por los servilismos a una lógica de simple mercado, que ve al hombre como mero consumidor”.