Carrusel judicial en Brasil | El Nuevo Siglo
Sábado, 7 de Mayo de 2016

·      Gobierno y oposición en mira de jueces

·      Asoman fisuras entre Rousseff y Lula

 

El mundo sigue día a día el desmoronamiento del régimen del Partido de los Trabajadores (PT) y del llamado “Socialismo del siglo XXI” en Brasil, contaminado por toda suerte de escándalos y multimillonarios casos de corrupción a los cuales, incluso, se vincula al expresidente Inacio Lula da Silva  y a la mandataria Dilma Rousseff, quien pese a ello se aferra a los estertores del poder, aún a sabiendas que su caída, aunque en cámara lenta, es inevitable.

 

Como se recuerda el drama político comenzó con  la sentencia a 19 años de cárcel impuesta al poderoso empresario Marcelo Odebrecht, en el marco de la Operación Lava Jato. El penado era aliado de Lula y opulento contratista del gobierno de Rousseff.

 

El escenario para estos dos últimos es cada día peor. Se conocieron recientemente, por ejemplo, las declaraciones del exsenador Delcídio do Amaral, según el cual la mandataria y su páter político y antecesor están implicados directamente en el gigantesco desfalco a la petrolera estatal Petrobras. “Dilma sabía todo”, sentenció Amaral. Y no se quedó ahí, ya que agregó que “Lula comandaba el esquema de corrupción y Rousseff lo heredó al asumir el cargo en 2011”. Pero sus revelaciones van más allá: en el marco de una negociación para conseguir beneficios jurídicos, el exsenador acusó a la Presidenta de obstrucción a la justicia por el nombramiento de un juez favorable a sus intereses como magistrado de la Corte Suprema. Sería ese juez- según el testigo- quien impidió un arresto y facilitó la liberación de sospechosos implicados en este caso de corrupción.

 

Lo cierto es que las intrigas y controversia diarias entre oposición y gobierno desembocaron ya en una feroz pugna político-judicial, inclusive con jueces y fiscales a los que se acusa de ser proclives a algunas de las partes. 

 

La contienda  en el seno del Legislativo se hizo inmanejable desde el momento que la Presidenta tomó la decisión de defenestrar a su antiguo socio, el diputado Eduardo Cunha, de la presidencia de la Cámara, quien, en reacción, se batió como una fiera acorralada y consiguió impulsar un juicio político contra su antigua aliada. Algo que, de todas formas, no habría conseguido de no ser por el inmenso desprestigio que se abate sobre el régimen. A su vez, Rousseff, como respuesta a su procesamiento, movilizó los abogados del Gobierno y elementos afines en las cortes, para salir de Cunha, un veterano y poderoso político conservador, experto en las intrigas parlamentarias. Así, el presidente de la Cámara fue suspendido el jueves pasado por un juez que lo acusa de obstruir pesquisas en el caso Petrobras. Y, en una vuelta más de este carrusel político-judicial, ayer la comisión de impeachment del Senado, por votación mayoritaria, recomendó a la plenaria de esa corporación que someta a juicio de destitución a la Presidenta. La próxima semana se pondrá a consideración dicha moción y de salir triunfante la atribulada mandataria sería apartada temporalmente del cargo.

 

Paradójicamente hay analistas que sostienen que el Gobierno, en su implacable venganza, sin percatarse le está allanando el campo al vicepresidente  Michel Temer, ahora opositor de la Mandataria, para llegar al poder. Esto porque existen serias sospechas de que Cunha, tercero en una eventual sucesión, conspiraba para anular el segundo a bordo, quien, por ahora, como una suerte de Fouché, se mantiene en la ambigüedad y se limita a sostener que en caso de asumir el Gobierno instaurará un sistema de salvación nacional.

 

Y, como si fuera poco, en medio de la catástrofe política, económica, social e institucional que se ha ido profundizando desde que estalló el caso de corrupción en Petrobras, ahora se especula que parece incubarse una funesta disensión entre Lula y Rousseff, que no solo sería funesta para ambos, sino que aceleraría la caída del gobierno.

 

Casi sin excepción la clase dirigente de los países suramericanos sigue los escándalos del gobierno del PT, a sabiendas que no sólo es grave la crisis institucional sino el efecto económico en la región. En Argentina, por ejemplo, la reactivación productiva no arranca por estar ligada a la honda desestabilización del principal socio en Mercosur. Igual, las noticias sobre una presunta falsificación de los datos de los indicadores macro y micro por parte del Gobierno brasileño, con el ánimo de conseguir recursos en la banca internacional, tienen a ese país en la lista roja…

 

El gigante suramericano, como se ve, va en barrena y cada día es más difícil prever qué tan hondo caerá y cuánto podría tardar en volver a salir a flote para recuperar su estatus de estado poderoso y viable.