¡1 millón por ciento de inflación! | El Nuevo Siglo
Sábado, 28 de Julio de 2018
  • Yerros económicos en Venezuela
  • Maduro terminó de hundir al país

Alemania, antes perder la Primera Guerra Mundial, venía  financiando el grueso de su aparato bélico a punta de acrecentar la deuda nacional y derivó también en una inflación desbordada, lastres que esperaba conjurar con el botín de guerra que obtendría al ganar la contienda militar. Lo cierto es que la situación política y económica se agravó aún más después de la contundente derrota, perder sus colonias y quedar acorralada en Europa. El Reino Unido exigió reparaciones por 132 mil millones de marcos, tres veces el producto interno bruto alemán antes de perder la guerra. El Tratado de Versalles, como expresó en su momento Keynes, al someter al pueblo teutón a saqueos y otros castigos,  sentó las bases de la II Guerra Mundial. Esto porque la hiperinflación y el descontento poblacional es lo que capitalizó Adolfo Hitler, que prometía devolver la dignidad a su pueblo, rescatar la economía y hacer de Alemania una gran potencia… Por el contrario, condujo al país a otra derrota…

La hiperinflación, entonces, se erige así como uno de los más graves fenómenos económicos, sociales, políticos e institucionales que puede afrontar un país, al constituirse en una ‘bomba de tiempo’. De allí la alerta que se generó esta semana luego de que el Fondo Monetario Internacional anunciara que Venezuela tendrá este año una inflación de ¡1 millón por ciento! ¿Qué ha pasado para que el país con las reservas petroleras más grandes del globo, y en el pasado el primer productor de crudo, el mismo que los economistas pronosticaban que bien administrado podría convertirse en potencia regional, terminara padeciendo una quiebra y miseria en un grado superior al de la Alemania de la posguerra?

Los errores comenzaron antes de la llegada al poder de Hugo Chávez, cuando el presidente Carlos Andrés Pérez, en su segundo gobierno, quiso aplicar las fórmulas del neoliberalismo extremo para sanear la economía. Se rodeó de distinguidos teóricos y bajo la tutela del banquero Pedro Tinoco escogió altos funcionarios tecnócratas que, en promedio, no tenían más de 30 años. El sartal de medidas que se produjeron en poco tiempo consiguió derrumbar empresas subsidiadas y no competitivas que dependían del favoritismo o la subvención del Estado. Empresas que, aun así, generaban numerosos puestos de trabajo. Aunque esa y otras estrategias se habrían podido aplicar de manera gradual, se pensaba entonces que era mejor tomar medidas de choque para cauterizar la economía de un solo golpe, extirpando los sectores ineficientes y provocando la reacción de los rubros productivos más rentables. Visionario de los riesgos, Rafael Caldera declaró por esos días que la democracia no subsistiría con hambre. Surgieron luego protestas en cadena, levantamientos populares y hasta militares que le costaron el poder a Pérez y compañía.

Las cosas no mejorarían con los gobiernos de Ramón J. Velásquez ni del propio Caldera. Por el contrario, al descontento popular solamente le faltaba un jefe, papel que encarnó de manera espontánea Hugo Chávez, tras ser excarcelado luego de la fallida intentona golpista que había liderado. Con verbo encendido prometió combatir de raíz la corrupción, enderezar la economía y repartir la riqueza petrolera. La población desesperada lo seguía entusiasmada, en tanto que financistas oportunistas vieron la posibilidad de engordar sus alforjas. La inexperiencia económica del ‘comandante’ les seducía puesto que podría ser otro firmón en sus manos.

Chávez, ya en el poder, se dedicó a combatir al sector productivo, industrial, comercial y financiero, en tanto dejó que sus áulicos saquearan literalmente las empresas petroleras. Con la chequera de la estatal Pdvsa al gobierno le dio por subvencionar a la izquierda en la región, con la finalidad de que replantearan el mapa geopolítico. En el entretanto, miles y miles de millones de dólares salieron de Venezuela, las empresas productivas quebraron y no se hizo inversión ni siquiera en las compañías petroleras oficiales. A ello se suma que el Palacio de Miraflores se lanzó a una desaforada carrera armamentista, comprando arsenales a Rusia y China. Cuando ya no pudo pagar con petrodivisas, Chávez acudió a cancelar con futuros de petróleo hasta comprometer las reservas por muchos años.

Al morir Chávez y elegirse a dedo a Nicolás Maduro, por decisión de Fidel Castro, éste sigue la misma ruta de su antiguo jefe: profundizó un modelo económico inviable y ruinoso, mientras ahondó el saqueo de los fondos públicos y la persecución a los pocos empresarios y productores que sobrevivían. De paso el chavismo y sus milicias armadas se convirtieron en fuerzas de ocupación, intimidación y represión a la desesperada población. Cundió entonces el hambre y la miseria. Maduro, en el entretanto, no supo qué hacer y temeroso de ir a parar en un tribunal internacional se aferra al poder, sin importarle que el país esté quebrado y la economía en el abismo. Esa es la trágica respuesta a la pregunta formulada.